lunes, 30 de octubre de 2017

Nacionalismos: Unificación italiana y alemana


El triunfo de los nacionalismos durante la segunda mitad del siglo XIX es la principal característica del período que discurre entre 1851 y 1880.

Las bases de este triunfo del nacionalismo hay que buscarlas durante el Segundo Imperio francés de Napoleón III, cuando tiene lugar el fallido intento de Francia por controlar la política europea.


La primera de las grandes manifestaciones nacionalistas de esta etapa es la unificación italiana, que tiene lugar entre 1859 y 1870.

Los principales artífices del proceso son:

  • desde un punto de vista político Cavour, Primer Ministro del Piamonte. auspiciado por Víctor Manuel II como rey,
  • desde un punto de vista ideológico el principal artífice es Mazzini, líder de la "Joven Italia" y
  • finalmente, desde un punto de vista militar lo fue Garibaldi, líder de los "Mil Camisas Rojas".


La primera fase de la unficación tuvo lugar entre 1858 – 1861, encontrándose su precedente en la guerra de Crimea que transcurrió entre 1853 y 1856.

En ese conflicto cuando el Piamonte ayuda a Francia en la lucha contra Rusia sin recibir a cambio ninguna compensación, pero con la idea de obtener a cambio la ayuda francesa cuando fuera necesaria para conseguir su apoyo en el enfrentamiento contra los austríacos, verdaderos enemigos de la unificación italiana, que eran quienes representaban el principal obstáculo para su consecución.

De este modo, en la Entrevista de Plombieres en 1858, Cavour acuerda con Napoleón III la ayuda francesa al Piamonte a cambio de entregarle Niza y Saboya. Napoleón III accede siempre y cuando fuera Austria la que atacase en primer lugar al Piamonte.

Los manejos de Cavour provocan que se desencadene la declaración de guerra por parte de Austria en 1859.

El enfrentamiento acaba con el triunfo del Piamonte y de Francia tras las victorias de Magenta y Solferino.

* La crueldad de estas batallas propició la creación de la Cruz Roja para atender a los heridos.

La guerra finalizó con el armisticio de Villafranca, y poco después se firmó la Paz de Zurich en 1859, por la que Austria cede la Lombardía al Piamonte y este cede a su vez Niza y Saboya a Francia, en compensación por la ayuda prestada por Napoleón III.

Tras este éxito, otros estados italianos influidos por el movimiento carbonario de Mazzini, se sumaron al proceso unificador, llevándose así a cabo la "Unión de las Marcas" con el Piamonte en 1860.

De esta forma, Parma, Módena, Bolonia y Toscana se unen a la nueva Italia.

Y también es en este momento cuando tiene lugar la unión del reino de las Dos Sicilias al nuevo Estado. Para ello fue preciso que Garibaldi dirigiera una expedición militar al mando de los Mil Camisas Rojas que finaliza con la incorporación de Sicilia y Nápoles al reino de Italia.

Toda esta serie de acontecimientos tienen como consecuencia la proclamación de Víctor Manuel II como rey de Italia en 1861.
Sin embargo, en el caso de la ciudad de Roma, fracasa un intento de Garibaldi por unirla a Italia ante la oposición de las tropas francesas que defendían al Papa, por lo que Florencia tuvo que ser elegida como capital provisional del nuevo Estado.

La segunda fase del proceso tiene lugar en 1866 cuando Italia se alía con Prusia, tras el estallido de la guerra austro – prusiana.

En el transcurso de la misma, el ejército italiano sufre dos grandes derrotas en Lissa y Custozza, pero el triunfo prusiano sobre Austria favorece los intereses italianos y, de esta forma, en la paz de Viena, se decide que el territorio del Véneto quede incorporado al reino de Italia, como compensación a la “ayuda” prestada a Prusia durante la guerra.


La tercera fase tiene lugar en el año 1870, en el contexto de la guerra franco – prusiana pues, obligado por las necesidades del conflicto, Napoleón III retira las tropas que protegían al Papa y de esa forma, Roma queda desprotegida. Ese es el momento que aprovechan las tropas italianas para ocupar los Estados Pontificios, tras lo cual, el Papa se auto considera como un prisionero del nuevo Estado Italiano y Roma pasa a ser su capital.



La unificación alemana se desarrolla a lo largo del período que discurre entre 1859 y 1871, aunque podemos marcar su comienzo con la aparición de una gran personalidad que dirigió la mismo, el canciller Otto Von Bismarck (1862-1890), cuya labor al frente del gobierno dio pie a que su período fuera conocido como “la Nueva Era de Prusia”.

Bismarck consiguió finalmente dar los pasos hacia la unificación de Alemania.


Von Moltke, jefe del Estado Mayor del ejército y Von Room ministro de la guerra de Prusia, llevaton a cabo reformas en el ejército que fueron decisivas, pues fomentaron el rearme a gran escala con la tecnología más avanzada que había en ese momento en el mundo, al dotarlo de fusiles de repetición, artillería pesada, ferrocarriles, telégrafo, etc.

Otra de las claves fue el cambio de monarca, ya que tras el fallecimiento de Federico Guillermo IV en 1861, Guillermo I es proclamado rey (“I Reich”) y, una vez que se asienta en el trono, decide prestar todo su apoyo para que el proceso unificador tenga lugar ("realpolitik).



Esta comenzó con una serie de precedentes como:


  • la crisis constitucional prusiana,
  • la convención militar de Alvenslaven con Rusia, y
  • la Dieta de los príncipes alemanes en Frankfurt.

Comienza con una primera fase a la que se conoce como la cuestión de los Ducados Daneses” en 1864 que acabó rápidamente cuando Austria y Prusia  chocan sus intereses en invadir los ducados.

Tras esto se firma la paz de Viena y se acuerda el Pacto de Gastein mediante el cual, Austria administra Holstein y Prusia Schleswig.


La segunda fase de la unificación se produce a consecuencia de la guerra austro – prusiana en 1866.

El motivo fue la aparición de problemas en la administración de los Ducados. Estos problemas eran fomentados por Bismarck ante el conservadurismo austriaco en el territorio de Holstein. Austria, ofendida ante las provocaciones de la política bismarckiana, le declara la guerra a Prusia, y tras esta agresión, el norte de Alemania apoya a Prusia debido al ataque de Austria.

La rápida derrota del ejército austriaco en Sadowa, propició el armisticio de Nikolsburg, tras el cual se firma la paz de Praga.


Esta serie de acontecimientos permite a Bismarck la proclamación de la Confederación Germánica del Norte, lo que significaba el comienzo de la aparición de un nuevo y poderoso Estado, liderado por PRUSIA.
A consecuencia de la derrota, Austria se ve obligada a conceder la independencia de Hungría, pero se acepta que esta tenga lugar bajo un mismo soberano, el emperador de Austria, con lo cual aparece la monarquía dual Austro – Húngara.

El pacto de Londres en 1867 sirve para que Bismarck consiga la neutralidad inglesa en el conflicto que se avecinaba con Francia, ofreciendo una serie de vagas promesas al gobierno de Londres en caso de un futuro enfrentamiento contra Napoleón III.

La tercera fase, centrada en la guerra franco – prusiana, tiene lugar entre 1870 y 1871.

El origen del conflicto se encuentra en el problema sucesorio al trono de España, debido a las aspiraciones de los Hohenzollern de Prusia, contra los Montpensier de Francia, en sus aspiraciones de ocupar el trono vacante que había dejado la marcha de Isabel II en el Estado español.

La tensión fue subiendo entre ambos países hasta que con el envío del Despacho de Ems, Napoleón III cae en la provocación que le tiende Bismarck. El canciller manipuló el telegrama antes de entregárselo al rey prusiano, consiguiendo que el emperador francés ofendido, le declare la guerra a Prusia. Ante la agresión francesa, los estados del sur de Alemania apoyan a Prusia en una guerra a la que califican de defensiva.

El desarrollo del conflicto fue breve debido a la derrota francesa en Sedán y a la capitulación del resto del ejército francés en Metz. Estos hechos tuvieron como consecuencia la caída de Napoleón y la proclamación de la III República, finalizando la guerra poco después de la caída de Paris con la rendición de Francia en la paz de Frankfurt.


Tras esto, Bismarck proclama el II Reich en Versalles convirtiéndose Guillermo I de Prusia en el Kaiser o emperador de Alemania.

De esta forma, y aprovechando el momento de euforia, se incorporan al Reich los estados del sur de Alemania y las regiones francesas de Alsacia y de Lorena, surgiendo así una nueva gran potencia que desequilibra el mapa europeo hasta 1914.




Los nacionalismos en la Europa Oriental giran en torno a la denominada Cuestión de Oriente.
La descomposición del imperio Turco Otomano se inició tras la independencia de Grecia entre 1821 y 1830, y continuó con la autonomía de Serbia en 1830, obtenida bajo la dirección de la familia Karageorgevicht.


La cuestión de los Estrechos entre Turquía y Rusia se resolvió con el tratado de los Dardanelos tras las guerra que tuvo lugar entre 1839 y 1841, gracias al apoyo que le prestó Inglaterra a la Sublime Puerta, y con la guerra de Crimea (1853 – 1856), pues tras la Paz de París, las potencias vencedoras consiguieron que Rusia concediera la autonomía a Valaquia y Moldavia, orígenes de la actual Rumania.


La principal guerra Balcánica tuvo lugar entre 1875 y 1878, finalizando con el tratado de San Estéfano y con el Congreso de Berlín en 1878.

En él, Rumania, Serbia y el norte de Bulgaria (denominada entonces Dobrudja) son proclamados estados independientes, mientras que la independencia definitiva de Bulgaria y de la región de Ostrumelia ocurrirá en 1885.

Fueron los intereses de las grandes potencias como Austria – Hungría, Rusia e Inglaterra, los que provocaron el choque en los Balcanes, fomentando el nacionalismo balcánico de serbios, croatas, albaneses, montenegrinos, bosnios, macedonios, eslovenos, búlgaros, griegos, rumanos, turcos, húngaros, etc.


La transformación del liberalismo y del nacionalismo a fines del siglo XIX y principios del XX se llevó a cabo en el período que va desde 1870 a 1914, y estuvo propiciada por la crisis del liberalismo clásico.

El balance que se puede hacer de las Revoluciones Liberales Burguesas es que con ellas se implanta el liberalismo doctrinario en Europa Occidental, mientras que por el contrario, se produce el mantenimiento del nacionalismo conservador en la Europa del Este.

En aquel momento, las únicas monarquías parlamentarias constitucionales europeas eran las del Reino Unido, Países Bajos y península Escandinava. Todas ellas se caracterizaban por haber acabado con el sufragio censitario y el sufragio restringido, y por haber adoptado el sufragio universal masculino, pero aún conservaban fuertes restricciones de las libertades políticas reprimiendo las huelgas, el sindicalismo, etc.

Esta situación tuvo finalmente como consecuencia la aparición del socialismo científico y de los movimientos obreros, lo que se plasmó en las Asociaciones Internacionales de Trabajadores (AIT) a partir de 1864.

El auge del nuevo nacionalismo de las grandes potencias, en particular del canciller Bismarck como dirigente de la Alemania Guillermina, propició una lucha por incrementar el colonialismo, la industrialización y finalmente se tradujo en el imperialismo a gran escala, que acabaría conduciendo con su política de enfrentamiento al estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914.




El Congreso de Viena y las revoluciones liberales-burguesas


Tras la derrota de Napoleón en Leipzig, y después de su caída definitiva en Waterloo, las potencias vencedoras emprenden la reorganización del mapa de Europa. Para ello deciden convocar un congreso en la ciudad de Viena al que asisten representantes de todos los países europeos. Las sesiones del congreso se desarrollan entre 1814 y 1815, y el resultado final del mismo puede calificarse como el de una auténtica contrarrevolución conservadora con la intención de volver al status quo del Antiguo Régimen defendida por el canciller austríaco Metternich.


El objetivo era impedir que volviera a suceder otro acontecimiento similar a la Revolución Francesa o al Imperio Napoleónico, que tantas guerras había causado en Europa hasta su derrota definitiva.



Los tres principios fundamentales que emanan del Congreso de Viena son:

  • la Restauración o equilibrio político, basado en el regreso a la situación de 1789. Con ello se reconocía la existencia de cinco grandes potencias europeas que debían controlar la situación política en el continente, sin que ninguna de ellas pudiera ser claramente superior a las demás:

- el emperador católico, Francisco I de Austria, con Von Metternich,

- el zar ortodoxo, Alejandro I de Rusia, con Nesselrode,

- el rey luterano, Federico Guillermo III de Prusia, con Humboldt,
- el régimen parlamentario inglés de Jorge III, con sus diplomáticos Lord Castlereagh y el duque de Wellington y
- el monarca católico francés, Luis XVIII con Talleyrand.

  • La Legitimidad o patrimonio regio, principio según el cual la nación es “propiedad” o patrimonio del rey. Por ese motivo vuelven al poder las antiguas dinastías reinantes como los Borbones en Francia, España y Nápoles, o los Habsburgo en Austria y Alemania.
  • Principio de Solidaridad o derecho de intervención, basado en la política de congresos y en el intervencionismo de la Santa Alianza. El objetivo era evitar nuevas revoluciones o modificaciones de lo aprobado en Viena. La Santa Alianza se reunía anualmente en congresos como Laybach, Verona o Troppau.

Sin embargo, ese intento de dar marcha atrás en la Historia no dura mucho tiempo, ya que el proceso iniciado con la Revolución Francesa no podía ser eliminado solo por la decisión de los representantes en un congreso.

De esa forma, poco después del Congreso de Viena, se inicia un nuevo período revolucionario que se desarrolla entre 1815 y 1851, y más concretamente, entre 1820 y 1848.


Los dos factores ideológicos que propician las revoluciones son el nacionalismo y el liberalismo


Nacionalismo es un término que en realidad posee diversos significados. El concepto moderno del nacionalismo aparece por primera vez en Alemania a finales del siglo XVIII, con la obra de Herder entre 1784 y 1791.

Poco tiempo después Fichte retoma el concepto del Volksgeist o “espíritu del pueblo” de Herder, desarrollándolo en varias obras publicadas entre 1800 y 1808.
Los orígenes del nacionalismo como ideología política aparecen con el jacobinismo revolucionario francés entre 1793 y 1794, mientras que la difusión de la ideología nacionalista por toda Europa tiene lugar con las victorias del ejército Napoleón por el continente ("sentimiento antifrancés") entre 1799 y 1815.

El movimiento cultural del romanticismo influye decisivamente en esta ideología y ayuda tanto a su difusión, como a su consolidación.


En el XIX existen diferentes tipologías de nacionalismos que se pueden resumir en dos:

  • el centrífugo o separatista, como es el caso de los imperios turco Otomano o austro – húngaro, y
  • el centrípeto o unificador, que es el que existía en los estados alemanes o italianos.

El liberalismo, al igual que el nacionalismo, es un término con diversos significados.

El liberalismo, al igual que el nacionalismo, es un término con diversos significados.
De esta forma existe el concepto del liberalismo político, que desarrollan J. Locke en la obra “Dos tratados sobre el gobierno civil”, publicada entre 1689 y 1690, y el liberalismo económico, que difunden A. Smith con su obra "La riqueza de las Nacioneas" en 1776 o otros autores como D. Ricardo o Stuart Mill.

Sus características principales son:

  • El individualismo, que considera al individuo primordial, como persona única y en ejercicio de su plena libertad, por encima de los aspectos colectivos.
  • La libertad como un derecho inviolable que se refiere a diversos aspectos: pensamiento, de culto, de expresión, de asociación, de prensa, etc., cuyo único límite consiste en no afectar la libertad y el derecho de los demás, y que debe constituir una garantía frente a la intromisión del gobierno en la vida de los individuos.
  • El principio de igualdad ante la ley, entendida referida a los campos jurídico y político. Es decir, para el liberalismo todos los ciudadanos son iguales ante la ley y ante el Estado.
  • El derecho a la propiedad privada como fuente de desarrollo e iniciativa individual, y como derecho inalterable que debe ser salvaguardado y protegido por la ley.
  • El establecimiento de códigos civiles, constituciones e instituciones basadas en la división de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), y en la discusión y solución de los problemas por medio de partidos o grupos políticos en asambleas (parlamentos, cortes, etc), elegidos por sufragio.
  • La libertad de cultos y la separación Iglesia-Estado en un Estado laico.
  • La no politización de los cargos de gobierno, y demás elementos públicos, como la educación (tanto la escolar como la universitaria), la salud o la justicia, que ha de ser independiente a los otros dos poderes,

Con la Ilustración con obras como “Las Cartas Inglesas” de Voltaire (1721), “El espíritu de las Leyes” de Montesquieu (1748) y “El Contrato Social” de Rousseau (1762) y, posteriormente con su difusión durante el imperio napoleónico, el liberalismo se extiende por el continente.

En el caso de España, el origen del liberalismo se encuentra en la Constitución de las Cortes de Cádiz promulgada el 19/3/1812.

Para entender la compleja situación que se vive en este período, es necesario tener en cuenta los graves problemas sociales que se dan en él. Estos son un elevado desempleo y una miseria muy extendida entre las clases más pobres, lo que lleva a la explotación del proletariado. Las consecuencias de esta injusta situación provocan el surgimiento de los movimientos obreros y la aparición de la ideología socialista.


Las revoluciones Liberales – Burguesas más importantes durante la primera mitad del siglo XIX son tres:

  • 1820, también llamada "mediterránea",
  • 1830 o "nacionalista" y
  • 1848, "la primavera de los pueblos", que es la que permite que definitivamente la burguesía alcance el poder y se consolide en él paulatinamente.

La revolución de 1820, denominada en su conjunto como “Las revoluciones Mediterráneas”, comienza en un país fuera del ámbito de este mar, como es Alemania, donde el movimiento universitario se organizar para imponer una Constitución liberal.
Pero será fundamentalmente en los países ribereños del Mediterráneo donde alcance su máxima importancia, de ahí el apelativo que se le da en determinadas ocasiones.

El primer país mediterráneo en el que se inició fue España, con el pronunciamiento del general Riego en las Cabezas de San Juan el 1 de enero de 1820, que daría lugar al período del Trienio Liberal Constitucional entre 1820 y 1823.

Este cambio político facilitó indirectamente la consolidación del proceso de independencia de las colonias americanas iniciado en 1810-1826.

Le siguió Portugal, donde tuvo lugar la revolución liberal de Oporto”, cuya consecuencia principal de forma indirecta fue la independencia de Brasil en 1822.

El proceso revolucionario se extendió a continuación por el reino de Nápoles, donde se produjo la insurrección de Nola, gracias a la cual los líderes del movimiento Carbonario obligan al rey a jurar la Constitución.

En Francia fracasa el movimiento liberal tras el asesinato del Duque de Berry.

Mientras, en Grecia el Congreso de Epidauro proclama la independencia del Imperio Otomano que finalmente se consigue tras una larga lucha entre 1821 y 1830.

En Rusia tiene lugar la revuelta de los Decembristas” tras la muerte del zar, pero el movimiento acaba fracasando.

En Serbia, la revuelta de las familias de los Karageorgevicht y de los Obrenovicht  consiguen la concesión de la autonomía por parte del sultán Turco.

La Santa Alianza no podía permanecer impasible ante la extensión del fermento revolucionario, de manera que la reacción conservadora fue rápidamente organizada por Metternich.

Así, en el congreso de Verona, se decide que "los Cien Mil hijos de San Luis" repongan a Fernando VII en el poder absoluto en España, lo que se consigue en 1823 tras penetrar estos en la península al mando del Duque de Angulema, encontrando una escasa oposición liberal.


La revolución de 1830 es la primera de las denominadas “revoluciones nacionalistas” por el caso griego y belga.

Tiene su comienzo en Francia, cuando, tras la publicación de las reaccionarias Ordenanzas de Julio, se produce la abdicación del rey Carlos X de Borbón, instigada por Guizot. Luis Felipe de Orleáns, apodado “El rey burgués”, sube al trono apoyado por la alta burguesía.

Guizot, elegido primer ministro, favorece el crecimiento de la alta y mediana burguesía bajo el lema “Enriqueceos”, basado en el "Laissez Faire - Laissez passer."


Grecia consiguirá la independencia del imperio turco mientras que Bélgica hace lo propio saliendo de los Países Bajos y eligiendo como rey a Leopoldo I.

En Polonia fracasa la revolución dirigida por Czartoryski en Varsovia para independizarse de Rusia.

En Italia, también fracasa ya que los austriacos sofocan la revolución dirigida por Mazzini al frente del movimiento Carbonario de “La joven Italia”.

Mientras que en Alemania, también fracasa el intento político de unificar a los territorios de habla alemana difundido por los poetas de la Junges Deutschland en Hannover.

Pero poco después se logra el Zollverein o unión aduanera de los estados del norte en 1834.

La revolución de 1848 es la más importante de todas, porque con ella se produce el ascenso definitivo de la burguesía al poder.
Los condicionantes de esta revolución son:
  •  la expansión de las ideas democráticas,
  • la crisis de la economía, reflejada en el hambre en Irlanda tras la crisis de la patata de 1846 y
  • el malestar social, a consecuencia del elevado nivel de desempleo del proletariado.

Fue en Suiza donde en 1847, tuvo lugar el prólogo de la revolución. Esta se inicia cuando los cantones protestantes, aliados en la Confederación de Sonderbund, se enfrentan contra los católicos debido a la promulgación de una nueva Constitución Federal.

Tras finalizar la guerra con la proclamación de la Constitución liberal, Suiza proclama a continuación su neutralidad perpetua que ha mantenido hasta nuestros días durante casi dos siglos.


En Francia, la revolución comienza en el mes de Febrero en Paris, forzando la abdicación de Luis Felipe de Orleáns que huye del país, proclamándose a continuación la II República con Carlos Luis Napoleón Bonaparte (sobrino de Napoleón e hijo de Luis Napoleón Bonaparte, hermano del emperador, anterior Luis I de Holanda). 
Para tratar de solventar los graves problemas sociales existentes, la República decidió la creación de los Ateliers Nationaux (Talleres Nacionales) en un intento del ministro socialista (utópico) Louis Blanc por disminuir el desempleo obrero.

El golpe de Estado comenzaría el 2 de diciembre (aniversario de la coronación de Napoleón Bonaparte en Notre Dame) de 1851 adquiriendo el cargo de "Príncipe-Presidente" con carácter vitalicio, y el mismo día de 1852 proclama el  II Imperio  con el nombre de Napoleón III, con lo cual se produce el regreso a un régimen monárquico.


En Austria tiene lugar una insurrección popular con el “levantamiento de Schwarzenbeck” en Viena.
Este movimiento provoca la dimisión de Metternich, a la vez que fracasa el intento secesionista de los húngaros, produciéndose en Vilagos la capitulación del ejército húngaro de Lajos Kossuth ante el austríaco.


En Italia, Mazzini proclama de nuevo la República, por lo que el Papa huye de Roma, pero pese a la ayuda francesa que le presta Luis N. Bonaparte, son los austriacos quienes consiguen controlar la situación mediante una intervención militar decidida finalmente por la marcha que realizó el ejército del general Radetzky.


En Alemania fracasa un nuevo intento de unificación estatal en la Asamblea de Frankfurt, ya que el rey de Prusia Federico Guillermo IV, tras quedar aislado por las presiones austríacas, sufre una grave humillación en “la reunión de Olmutz” al intentar imponer la unión al resto de los estados alemanes.

En Polonia se produce el fracaso del nuevo intento de independencia de Rusia organizado por Wielopolski en Cracovia.


La consecuencia principal de la revolución de 1848 está en la consolidación de la BURGUESÍA  y la relación con las figuras de Marx y Engels, que publican en la Gaceta Renana el Manifiesto Comunista, cuyo objetivo se resume en la frase final del mismo “Proletarios de todos los países: ¡Uníos¡”, lo que supone el origen de la organización del movimiento obrero y del socialismo (utópico,  científico o libertario).