miércoles, 7 de septiembre de 2016

UD.3. El orígen de la industrialización.



1. Introducción.

En 1780 Gran Bretaña experimentó una transformación radical de su economía y de su organización social, que se conoce con el nombre de Revolución Industrial. 




Esta transformación convirtió a Gran Bretaña en "taller del mundo", y a su capital, Londres, en el centro industrial y financiero del mundo con la libra esterlina como moneda de cambio principal.

La industrialización consolidó un nuevo sistema de producción y de trabajo, el capitalismo industrial, que cerraba el círculo tras el financiero y el comercial y que estaba fundamentado sobre los principios teóricos del liberalismo económico (A. Smith)

Estos cambios económicos dieron paso a una organización de la sociedad, estructurada alrededor de dos nuevas clases sociales: la burguesía (alta) y el proletariado (baja), quedando en medio profesiones liberales (médicos, profesores, artistas, etc) fuera del sistema productivo.

Como consecuencia del crecimiento de la producción, la renta por habitante aumentó de manera considerable. 
Sin embargo, gran parte de la población no mejoró su nivel de vida hasta mediados del siglo XIX, como consecuencia de las duras condiciones laborales (EXPLOTACIÓN LABORAL) que el sistema capitalista impuso tanto sobre los nuevos sectores  de obreros, tanto mujeres como niños.



La industrialización del continente.

A lo largo del siglo XIX, el proceso de industrialización se difundió por otros países europeos (Bélgica, Holanda, Francia, Alemania y Suiza). 


A finales del siglo XVIII y a lo largo del XIX, el proceso industrializador se expandió por el continente europeo, aunque de una manera muy desigual y con notables diferencias respecto al modelo británico.  


A principios del siglo XIX, las transformaciones económicas se iniciaron en Francia y Bélgica, donde tuvo un menor peso el sector textil, y la industrialización se sustentó en la explotación de los ricos yacimientos de carbón, una agricultura desarrollada, una buena red de transportes (canales fluviales y marítimos, ferrocarril) y un activo comercio.
A partir de los años 1850-1870, Alemania cimentó su desarrollo industrial en la abundancia de carbón y hierro, la concentración del capital financiero en grandes corporaciones bancarias, un importante sector siderúrgico y la más destacada industria química de Europa.

En el resto del mundo, será a partir de la 2º Revolución industrial cuando llegue, sobre todo, en Estados Unidos y Japón

En la Europa meridional, el crecimiento industrial fue más tardío y lento y en muchos casos incompleto. En Italia y España coexistían áreas fuertemente industrializadas (Piamonte, País Vasco o Cataluña...) con regiones de economía básicamente rural y poco productivas, por la ausencia de una reforma agraria, que constituyeron un lastre para la plena industrialización de estos países. 

En la Europa oriental, el Antiguo Régimen permaneció vigente durante todo el siglo XIX, sólo en zonas muy localizadas de los imperios austrohúngaro y ruso se asentó una incipiente industrialización a finales de siglo.


La Revolución Industrial significó el paso de una economía agraria y rural a otra industrializada y urbana, caracterizada por el predominio de la producción de bienes manufacturados y por el crecimiento sostenido de la producción. 


                                  Londres convertida en un "Paisaje negro".
Representación pictórica de una fábrica de la época

Vídeo de la película de Chaplin "Tiempos Modernos"



Mapa conceptual de las "revoluciones Paralelas"
 La revolución agrícola.

Una serie de transformaciones en la agricultura, que se conocen como revolución agrícola, hicieron posible un notable aumento de la producción de alimentos, que a su vez permitió la supervivencia de una población en rápido crecimiento. 
En 1650 la producción de un trabajador agrario permitía alimentar a 1,5 personas; en 1800, había aumentado hasta 2,5 personas.
Las tres innovaciones agrarias más importantes fueron los cambios en el sistema de cultivo, la introducción de nuevas máquinas y la nueva estructura de la propiedad. 

La difusión de la rotación de cultivos (sistema Norfolk), que combinaba la siembra de cereales con plantas forrajeras  como nabos, tréboles y alfalfa ayudaron a fijar nitrógeno al suelo y aumentaron la producción de forraje, con lo cual se incrementó también la cabaña ganadera cuyo estiércol, a su vez, mejoró la fertilidad de la tierra y permitió suprimir el barbecho, que exigía dejar una parte del suelo sin sembrar para recuperar su fertilidad

La introducción de nuevos métodos de siembra, nuevas herramientas (arado Rotterdam, trilladoras mecánicas, sembradoras  como la de Jethro Tull, etc), nuevos cultivos (patatas, maíz...) y de nuevos fertilizantes (guano: (del quechua wánu, 'abono')​ es el sustrato resultante de la acumulación masiva de excrementos de murciélagos, aves marinas y focas, eficaz en la agricultura por sus altos niveles de nitrógeno y fósforo) permitieron aumentar y diversificar la producción de alimentos.


Este cambio en la forma de cultivar fue unido a otra transformación: el cercamiento de tierras comunales (openfields), que conllevó su privatización mediante las leyes de cercamiento (Enclosure Acts). La subida del precio de los cereales estimuló a los grandes propietarios a adueñarse de las tierras de uso colectivo para poder producir más e incrementar sus beneficios. Esta privatización comportó la individualización de la producción e incentivó la mejora de las técnicas de cultivo y el aumento de la producción destinada al mercado (monocultivos de exportación).

El cercamiento de tierras provocó una concentración de la propiedad, que perjudicó a los pequeños propietarios y a los campesinos pobres, quienes perdieron su derecho a usar las tierras comunales. Al no disponer de recursos para cercar tierras tuvieron que vender sus propiedades y convertirse en jornaleros a cambio de un salario. Como el número de campesinos que buscaban trabajo era muy elevado, los salarios resultaban bajos y muchos se vieron obligados a emigrar a las ciudades (Éxodo rural).
 
La revolución demográfica.

El aumento de la oferta de alimentos desde mediados del siglo XVIII hizo posible un elevado crecimiento demográfico
Las "3 parcas" remitieron, es decir, las grandes hambrunas desaparecieron y la población, mejor alimentada, tuvo mayor resistencia ante las enfermedades y epidemias. 

Gran Bretaña vivió una gran expansión demográfica: entre 1800 y 1900 el número de habitantes se triplicó, pasando de 10,9 a 37 millones.
Este crecimiento fue el resultado de cambios en la natalidad y en la mortalidad. Durante el siglo XVIII la natalidad se elevó del 32,5 ‰, a principios de la centuria, al 37 ‰, a finales, debido a la disminución de la edad de matrimonio y del número de célibes por la mejora de la situación económica. Esta tasa inició su declive en la segunda mitad del siglo XIX como consecuencia del descenso de la mortalidad infantil, y de un mayor deseo de las familias de controlar el número de nacimientos.
La reducción de la tasa de mortalidad general fue, en primer lugar, el resultado de una mejor alimentación, a la que contribuyeron, ya en la segunda mitad del siglo XIX, algunos avances médicos, como la vacuna contra la viruela o la quinina e higiénicos como la difusión del uso del jabón. 

De este modo, la tasa de mortalidad disminuyó un tercio, pasando de alrededor del 32 ‰ en 1700, a situarse ligeramente por encima del 20 ‰ a finales del siglo XIX.
Asimismo, la esperanza de vida creció notablemente, y a finales del siglo XIX se situaba, tanto en Gran Bretaña como en la mayoría de países industrializados, alrededor de los cincuenta años.

La revolución tecnológica.

El desarrollo de la industria trajo consigo el cambio en los sistemas de producción, que se caracterizó  por la sustitución de las fuentes de energía tanto animadas (trabajo humano o de animales) como inanimadas (energía hidráulica y eólica) por el uso de máquinas, en un lugar determinado, la FÁBRICA.

Fue el resultado de una oleada de progresos técnicos y de grandes cambios en la organización del trabajo.

Este proceso comportó la ruina de muchos artesanos, cuya producción seguía en manos de los gremios y la progresiva sustitución por el sistema fabril (producción en serie).
La mecanización del proceso productivo se inició en la industria textil con:
  • las nuevas hiladoras 
(la lanzadera volante, Spinning Jenny, Water Frame y Mule Jenny).
  • y los telares mecánicos
(Cartwright y Jacquard) y poco a poco las máquinas se fueron extendiendo a los sectores agrícola, minero y metalúrgico.


Ahora bien, el salto definitivo a las nuevas formas de producción se dio cuando estas máquinas empezaron a moverse gracias al uso de la energía hidráulica (Newcomen), que aprovechaba el agua de los ríos mediante ruedas hidráulicas.


Sin embargo, fue la máquina de vapor, patentada por James Watt en 1769, la que permitió abandonar la dependencia y las limitaciones de las fuentes de energía tradicionales, convirtiéndose en el símbolo de la Revolución Industrial.


La mecanización, el vapor y la concentración en fábricas provocaron el aumento de la productividad (cantidad producida por unidad de tiempo) y la producción (cantidad de bienes producidos), lo que permitió abaratar los costes y disminuir su precio (plusvalía).

La industria textil (algodonera).

El sector emblemático de la Revolución Industrial fue la industria textil algodonera, que poco a poco, relegaría a un segundo plano la lana, desde época medieval relacionada con Castilla primero, y España después con la lana de la oveja merina.

El algodón es un tejido suave, de fácil lavado y que, producido en grandes cantidades, resultaba sumamente económico.
Los nuevos burgueses industriales (Gentry) pronto se dieron cuenta de los beneficios que podrían extraerse de su fabricación.

Hasta el siglo XVIII, las masivas importaciones de algodón en rama desde la India o desde las plantaciones esclavistas de Estados Unidos abastecieron de materia prima barata al sector. 
Por otro, la aplicación de inventos como la lanzadera volante y las máquinas de hilar incrementaron la productividad en el hilado, y estimularon el crecimiento de la producción.
Los inicios de la industria textil se remontan al año 1750, con la prohibición de entrada, en Gran Bretaña, de tejidos de algodón estampados (indianas).

A partir de ese momento,  la industria textil británica conoció una expansión sin precedentes, y a partir de ese momento consiguió no sólo abastecer el mercado interior sino exportar buena parte de su producción.

La industria siderúrgica (el carbón y el hierro).

El segundo sector decisivo de la industrialización fue el de la siderurgia.
El carbón se convirtió en el gran combustible del siglo XIX: alimentó la máquina de vapor y desempeñó un papel imprescindible en el proceso siderúrgico.

En consecuencia, la producción de carbón aumentó de manera considerable gracias a una serie de innovaciones en la minería, que comportaron el incremento de la productividad. El uso de vigas de hierro en las minas permitió penetrar en los pozos con más seguridad, mientras la introducción de raíles y vagonetas facilitó la extracción y el transporte del mineral.

En la segunda mitad del siglo XVIII, la demanda creciente de hierro para fabricar barcos, munición y herramientas estimuló la búsqueda de un combustible menos costoso y más efectivo. La sustitución del carbón vegetal por el carbón de coque (Darby, 1732), con mucho más poder calorífico, y su fundición en un alto horno, permitió, por un lado, un extraordinario crecimiento del sector minero del carbón y, por otro, la producción de hierro en grandes cantidades.

Otra técnica importante para el desarrollo de la siderurgia fue el pudelado y el laminado del hierro inventados por Cort en 1783.
La transformación de la siderurgia permitió emplear el hierro en múltiples instrumentos (utillaje agrícola, maquinaría industrial..), pero sobre todo, el mayor impulso a la siderurgia provino de la gran demanda de hierro que comportó el ferrocarril y la construcción de la red ferroviaria, a partir de la década de 1830.

Más adelante, en 1856, el convertidor de Bessemer permitió transformar el hierro fundido en acero, que sería de gran importancia para la 2º Revolución industrial (1870), abriéndose una nueva etapa en la fabricación de maquinaria.

Otros sectores industriales.

El resto de la economía no permaneció al margen de los cambios.
La industria química también quedó profundamente transformada ante las necesidades del textil, que requería ingentes cantidades de tintes y blanqueadores. La producción de ácido sulfúrico también creció a un ritmo espectacular tras la invención de la cámara de plomo por Roebuck (1746).
La metalurgia (fabricación de maquinaria) fue otro sector de elevado crecimiento. En una primera etapa su impulso provino de las necesidades del textil, pero poco a poco la difusión de la mecanización hizo que se consolidara este nuevo sector dedicado exclusivamente a fabricar las máquinas necesarias para el resto de las actividades industriales. Finalmente, otro sector de rápida expansión fue el de la construcción.

La revolución de los transportes.

Para poder trasladar materias primas y mercancías, en Gran Bretaña (potencia marítima desde 1604), a mediados del siglo XVIII, se mejoraron los caminos y se construyeron multitud de canales para posibilitar la navegación fluvial.

A principios del siglo XIX, un ingeniero estadounidense, Robert Fulton, aplicó la máquina de vapor a la navegación y, en 1807, el primer barco de vapor navegó por el río Hudson.

Poco a poco, los barcos de vela fueron sustituidos por los de vapor, que permitieron acortar de manera considerable los viajes transoceánicos.

Pero fue el ferrocarril el que provocó una verdadera revolución en el transporte, gracias a su rapidez, enorme capacidad de carga, menor coste por unidad transportada y mayor seguridad para pasajeros y mercancías.
Sobre la base del sistema tradicional de arrastrar vagonetas sobre carriles mediante el tiro de animales, George Stephenson inventó, en 1825, la locomotora, una máquina de vapor capaz de trasladarse sobre railes. La primera  locomotora movida por la fuerza del vapor unió Darlington y Stockton y la primera línea regular la de Liverpool a Manchester en 1830, dos ciudades vinculadas a la industria algodonera.

La construcción de la red ferroviaria en la segunda mitad del siglo XIX modificó, tanto en Gran Bretaña como en el resto de Europa, las costumbres sociales, al hacer mucho más rápidos y seguros los viajes de larga distancia. Las grandes expectativas de desarrollo económico creadas por el ferrocarril condujeron, en la década de 1840, a un gran boom bursátil de las compañías constructoras, que alcanzó su apogeo en 1846.




El impulso del mercado.

La mejora en las infraestructuras y el transporte hizo posible el paso hacia una economía de mercado o capitalismo, en la que se produce no para el autoconsumo, sino para la venta.
Así, el aumento de la producción agrícola e industrial obligó a encontrar nueva mano de obra, y a la vez, nuevos consumidores tanto en el interior como en el exterior.

El impulso inicial de la expansión comercial británica provino del mercado exterior del denominado comercio triangular. Los industriales y comerciantes aprovecharon las oportunidades que les ofrecía el mercado atlántico para la exportación de la producción.

Pero la transformación de mayor calado fue el desarrollo de un mercado interior, de ámbito nacional, que permitiese la generalización de los intercambios. Su consolidación fue un proceso más lento, que se nutrió del crecimiento de la población al procurar más consumidores, del aumento de la capacidad adquisitiva del campesinado, de la especialización de la producción y de la mejora de los transportes.
Como resultado, hubo un aumento considerable del comercio y se pasó de un ámbito de intercambios local y comarcal a un mercado integrado a nivel nacional e internacional que la convertiría en la primera potencia mundial.

Liberalismo económico y capitalismo.

Los principios económicos del liberalismo fueron elaborados, a finales del siglo XVIII, por un conjunto de pensadores británicos que constituyen lo que se conoce como la Escuela de Manchester, y que tiene en Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y John Stuart Mill sus principales exponentes.
Adam Smith defendía la supremacía del individuo frente a los estamentos o grupos organizados, y consideraba que la propiedad privada y la búsqueda del propio interés era el motor del desarrollo económico. Para Smith, el interés personal de cada individuo da como resultado que cada bien sea producido en la cantidad en que es demandado. Los intereses contrapuestos se equilibran en el mercado a través de una "mano invisible" que, mediante los precios, es decir, la ley de la oferta (productores) y la demanda (consumidores).
Es el libre juego de ambas el que consigue un equilibro óptimo, tanto a nivel social como económico.
De este modo, el Estado debe abstenerse de cualquier intervención en la economía y debe eliminar las barreras proteccionistas y los monopolios, porque ambos son un obstáculo para el crecimiento económico. 
Sin embargo, la visión de Smith no descartaba la intervención pública en ámbitos como la educación para adultos pobres, la justicia o el ejército.
Autores posteriores pusieron de relieve otros aspectos.



David Ricardo, por ejemplo, argumentó que al ser el trabajo una mercancía como las demás, y muy abundante, los salarios no subirían por encima del mínimo imprescindible para la subsistencia.

Thomas Robert Malthus señaló que el crecimiento de la población (progresión geométrica) desequilibraría su relación con los recursos existentes (progresión aritmética), lo cual empeoraría el nivel de vida de la mayoría de las personas.

Capital, trabajo y mercado.

Desde la Revolución Industrial, el capitalismo se configuró como un sistema en el que los instrumentos de producción (la tierra, las fábricas y la maquinaria), y lo que se produce con ellos, son propiedad privada. Ésta se concentra en sólo una parte de la población, denominada burguesía o capitalistas, mientras la mayoría, los asalariados o proletariado, no poseen más que su prole (hijos) que su capacidad para el trabajo, que alquilan a cambio de un salario. Trabajadores y empresarios se relacionan mediante el mercado, en donde unos demandan empleo y otros ofrecen trabajo, fijándose un precio (salario) en función de la oferta y la demanda.

Además, el capitalismo es un sistema de iniciativa libre no planificado, que tiene como objetivo la búsqueda del máximo beneficio individual (plusvalía). Así, los propietarios de los medios de producción pretenden maximizar el beneficio obtenido con su propiedad mientras que los asalariados persiguen un salario más alto.

La libre competencia entre empresarios para conquistar mayor cuota de mercado les incentiva a reducir costes y precios, adoptando para ello técnicas más productivas y tratando de que los costes salariales sean los menores posibles.
Los desajustes entre oferta y demanda provocan crisis periódicas, que, según los planteamientos liberales, se corrigen ajustando los costes (salarios) o la producción (oferta).

A lo largo del siglo XIX, desaparecieron las crisis de subsistencia, propias del Antiguo Régimen, pero no las situaciones de crisis económicas. En ellas, los productos no se venden, los precios caen, los beneficios bajan, las empresas cierran y el paro aumenta.
En esta situación, sólo los empresarios con mayores recursos, o los que tienen menores costes, sobreviven y son los que prosiguen la innovación para encontrar nuevos productos, vender los ya existentes a menor precio o abrir otros mercados.

Hoy en día, otro de los aspectos capitalistas a tener en cuenta es la creación de nuevas necesidades, a través de la propaganda o la publicidad.
 

Proteccionismo y librecambio.

Gran Bretaña, como país pionero y avanzado en el proceso de industrialización, se mostró partidaria del librecambio, es decir, de la no intervención estatal en el comercio internacional, lo cual permitió que las mercancías se intercambiasen libremente entre los distintos Estados, dependiendo exclusivamente de la competitividad de las empresas.
De este modo, la irrupción en el mercado internacional de los productos británicos, de mayor calidad o de menor precio, afectó profundamente al resto de Europa.

Para evitar la competencia de Gran Bretaña y, al mismo tiempo, fomentar el crecimiento de su propia industria, tanto los países del continente como Estados Unidos aplicaron, a nivel nacional, medidas proteccionistas. El proteccionismo defiende la imposición de aranceles a la entrada de productos extranjeros con el objetivo de encarecerlos para que no sea rentable su importación.

La defensa de la libertad de intercambios favorecía a los países más competitivos y mejor situados en el proceso industrializador. Sin embargo, a nivel interno, todos los Estados mantuvieron un componente de proteccionismo más o menos intenso.
La propia Gran Bretaña introdujo, en 1846, unas leyes proteccionistas sobre la importación de trigo (Corn Laws).
 
Las consecuencias sociales.
El proceso de urbanización.

La difusión de la industrialización y la organización fabril de la producción obligaron a los trabajadores a concentrarse en torno a la fábrica y a trasladarse a las ciudades (éxodo rural). Este proceso provocó un cambio en la localización de la población en el territorio que dio lugar a la multiplicación y crecimiento de las ciudades (sociedad urbana).

La emigración interior hacia las ciudades procedió, en su mayoría, de las áreas rurales circundantes. Se calcula que con el inicio de la industrialización casi dos millones de ingleses se desplazaron a las ciudades. Así, la urbanización creció rápidamente. 
En Gran Bretaña, hacia 1750, había dos ciudades (Londres y Edimburgo) que alcanzaban los 50000 habitantes; en 1851, ya había 29.

El crecimiento urbano afectó también al resto de Europa: mientras a principios del siglo XIX sólo un 2% de la población europea vivía en las ciudades, a comienzos del siglo XX lo hacía ya el 78% de los británicos, el 60% de los alemanes y el 44% de los franceses.

La segregación urbana.

El rápido crecimiento de las ciudades originó una fuerte segregación social por barrios. 

La burguesía edificó nuevos y confortables barrios residenciales donde la suciedad y la contaminación industrial eran menores.
En estos barrios se construyeron edificios que se articulaban alrededor de grandes avenidas y se dotaban de servicios públicos, como la iluminación y el alcantarillado.
En ellos se instalaron oficinas, comercios y viviendas en las que la burguesía podía mostrar su riqueza y gozar de todo tipo de comodidades.

Los barrios obreros crecieron rápidamente y a menudo sin ninguna planificación: las calles no estaban pavimentadas, por lo que cuando llovía se llenaban de barro, no había alcantarillado y tampoco existía un servicio de recogida de basura.
Los edificios tenían diversas plantas, con varias viviendas en cada una. La calidad de la edificación era muy baja, no había agua corriente, ni baños individuales...

La nueva sociedad industrial.

El triunfo de la industrialización y la instauración del capitalismo comportaron una profunda transformación de la sociedad del Antiguo Régimen.

Por un lado, en el campo, muchos pequeños propietarios se convirtieron en jornaleros a la vez que el número de campesinos fue disminuyendo como resultado de la concentración de la propiedad y la mecanización.

Por otro lado, la consolidación de la producción fabril arruinó a la mayor parte de los artesanos. De este modo, muchos campesinos y artesanos pasaron a engrosar las filas del naciente proletariado industrial.

La aristocracia ligada a la propiedad de la tierra perdió parte de su relevancia social ante la consolidación del poder económico como pilar del estatus social.

Hasta la Revolución Industrial, la tierra fue la principal fuente de poder, pero con el afianzamiento del capitalismo industrial surgió una nueva clase, la burguesía, vinculada a la propiedad de fábricas, cuya riqueza aumentó a un ritmo muy rápido y disputó a la aristocracia su preeminencia social.

En el nuevo mundo industrial, los empresarios, los banqueros, los grandes propietarios agrícolas formaban esta burguesía, que se convirtió en la élite social. Gracias a su riqueza y a su creciente influencia política y cultural organizó la sociedad en función de sus ideas y de sus valores.

Los nuevos valores burgueses se basaban en la exaltación de la propiedad privada, el trabajo, el ahorro y el individualismo. Igualmente, eran los jóvenes varones de estas familias quienes accedían a la enseñanza secundaria y a la universidad, de manera que las élites políticas, científicas y culturales (ingenieros, abogados, escritores, pintores, investigadores, jefes de gobierno, ministros, empresarios...) surgieron de esta clase social.

Al igual que en el pasado, la familia continuó siendo el núcleo esencial de transmisión y consolidación del patrimonio, y la vivienda familiar se convirtió en un símbolo de prosperidad y de estatus social.

Para emular las formas aristocráticas, las familias de la alta burguesía disfrutaban de servicio doméstico, de vestidos elegantes, de institutrices y tutores para la educación de los hijos y se esforzaban en ostentar su lujo y refinamiento.

En medio de esta élite económica y los trabajadores fabriles surgió la "clase media", cuyo rasgo común era que no ejercía un trabajo manual. Estaba formada por profesionales liberales (abogados, médicos, profesores...), a los que se sumaron nuevas profesiones que alcanzaron una gran importancia en la sociedad industrial: técnicos e ingenieros, empleados de comercio, funcionarios de la Administración, trabajadores especializados, militares de alta graduación así como empleados de banca.

El proletariado.

La situación de la mayoría de la población (asalariados, jornaleros agrícolas, tenderos, artesanos, etc.) quedó muy lejos del nivel de vida de la burguesía.

Los asalariados constituían el grueso de la fuerza de trabajo, necesaria para mover las máquinas y producir los bienes, y que vendían a cambio de un salario. Sus condiciones laborales eran precarias, sus sueldos, escasos, y sus jornadas de trabajo, muy prolongadas (12-13 horas) sin ningún tipo de legislación ni seguros.

Surgimiento del Movimiento obrero

A diferencia de los antiguos campesinos y artesanos que cultivaban sus tierras y tenían capacidad para decidir su horario de trabajo, el trabajador de la fábrica perdió la independencia y tuvo que someterse a un rígido horario laboral.

A pesar del aumento espectacular de la producción y de la riqueza, la inmensa mayoría de la población vivió, al menos hasta 1850, muy cerca del límite de la pobreza y la mera subsistencia.


Las mujeres en la sociedad industrial.

La sociedad industrial consolidó una clara diferenciación social por géneros: la esfera pública (economía, cultura, arte, política...) quedaba para los hombres, mientras se reservaba la esfera doméstica a las mujeres.

De este modo, la mujer se orientaba hacia el matrimonio y su situación jurídica y legal reflejaba una clara inferioridad: el código civil disponía que la mujer casada tenía la obligación de obedecer al marido, que era el representante de todos sus bienes, y necesitaba su permiso para cualquier acto legal.

Las mujeres carecían también de derechos políticos, ya que el liberalismo, en su primera fase, sólo concedió el derecho al sufragio a los hombres.
La vida de las mujeres de clase media y alta transcurría en el hogar. Sus tareas primordiales eran el cuidado de la casa y de los hijos, y según su nivel social, contaban con servicio doméstico.

Por ello, su educación se consideraba como subsidiaria y sus estudios se orientaban a la adquisición de nociones básicas de lectura, escritura y cálculo, y también de las materias consideradas como femeninas: religión, música y hogar. De este modo, la educación femenina disminuía a medida que se descendía en la escala social a la vez que se incrementaba la actividad laboral.

Así, la situación era muy diferente para las mujeres campesinas. Desde muy antiguo, las mujeres del campo unían a las labores domésticas el trabajo agrícola, donde se les asignaban tareas específicas: la escarda, la vendimia, la recogida de aceituna..., aunque también solían ayudar en el cuidado del ganado, la siega y otras actividades del campo.

La industrialización comportó el surgimiento de la mujer obrera, puesto que el salario del hombre era insuficiente para mantener a toda la familia. Las mujeres realizaban largas jornadas, de 10 a 12 horas, a las que había que añadir el cuidado de la casa y la familia; su remuneración era inferior a la del hombre y su trabajo gozaba de una escasa valoración social. Se dedicaban preferentemente al sector textil, sobre todo al hilado, pero también había un gran número de mujeres jóvenes, de entre quince y veinticinco años, en su mayoría solteras, que ejercían en el servicio doméstico.


tema redactado para examen:

Tema 3. El origen de la industrialización.

La Revolución Industrial es un proceso tecnológico, económico y social, que se inicia en el siglo XVIII, en 1780, en Inglaterra y que se por un amplio grupo de países (Francia, Alemania, Holanda, Bélgica o Suiza. Este proceso de expansión es el que se denomina Industrialización.
La Revolución Industrial significó el paso de una economía agraria y rural a otra industrializada y urbana, caracterizada por el predominio de la producción de bienes manufacturados y por el crecimiento sostenido de la producción (excedentes, plusvalía – MERCADO).
Esta transformación convirtió a Gran Bretaña en "taller del mundo", y a su capital, Londres, en el centro industrial y financiero del mundo con la libra esterlina como moneda de cambio principal.
Rivaliza con la Revolución Francesa como hito histórico como comienzo de la contemporaneidad en este caso con importantes consecuencias:

                     económicas: la industrialización consolidó un nuevo sistema de producción y de trabajo, el capitalismo industrial, que cerraba el círculo tras el financiero y el comercial y que estaba fundamentado sobre los principios teóricos del liberalismo económico (A. Smith).

                     sociales: estos cambios económicos dieron paso a una organización de la sociedad, estructurada alrededor de dos nuevas clases sociales: la burguesía (alta) y el proletariado (baja), quedando en medio profesiones liberales (médicos, profesores, artistas, etc) fuera del sistema productivo.

CAUSAS DE LA APARICIÓN DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Los factores condicionantes de la Revolución Industrial son de dos tipos:

                    internos, también llamados endógenos o intrínsecos, son:
                     políticos, por el papel decisivo del Parlamento en Inglaterra tras la revolución liberal de 1688,
                     económicos, con un comercio interior muy consolidado a través de una amplia red de redes fluviales y el comercio exterior más potente del mundo, dirigido por la Compañía de Indias Occidentales con las trece colonias y la de las Indias Orientales con la India.
Como anticipamos antes, se producirá el paso del capitalismo comercial de John Law entre 1715 y 1720, basado en las compañías de comercio marítimo con las colonias, al capitalismo financiero, basado tanto en las compañías de seguros, como la Lloyd´s de Londres, como en la inversión bancaria como la de la familia Rothschild, y por último, el capitalismo industrial.
Otro de los factores que ayudó a que Inglaterra fuese protagonista de esta revolución fueron sus grandes reservas de carbón (sobre todo en Gales), fuente energética fundamental.
                                            culturales o ideológicas, gracias a los avances en la educación y en el conocimiento científico con personalidades como Newton con su obra más importante, los “Principios de filosofía natural” publicada en 1686, y otros autores como Leibniz, Faraday, Cavendish, etc.
                     sociales, con el impulso de una fuerte y pujante burguesía (gentry) con conciencia de clase y con ganas de invertir en diferentes sectores que permitió la acumulación de capital y su conversión en la nueva élite social.

- externos, que se relacionan con las denominadas “Revoluciones Paralelas” en:

                     la Revolución agrícola,
Una serie de transformaciones en la agricultura, que se conocen como revolución agrícola, hicieron posible un notable aumento de la producción de alimentos, que a su vez permitió la supervivencia de una población en rápido crecimiento.
Las tres innovaciones agrarias más importantes fueron:
                    los cambios en el sistema de cultivo:
la difusión de la rotación cuatrienal de cultivos (sistema Norfolk), nuevo método de siembra que combinaba la siembra de cereales con plantas forrajeras como nabos, tréboles y alfalfa ayudaron a fijar nitrógeno al suelo y a la vez que le devolvía su fertilidad aumentó la producción de forraje, con lo cual se incrementó también la cabaña ganadera cuyo estiércol, a su vez, mejoró la fertilidad de la tierra y permitió suprimir el barbecho, que exigía dejar una parte del suelo sin sembrar para poderlo oxigenar. Del mismo modo, generó la diversificación y mejora de la alimentación humana.
                    la introducción de nuevas máquinas:
aparecieron nuevas herramientas (arado Rotherham, incorporación de la tecnología con  trilladoras como la de A. Meickle, sembradoras como la de Jethro Tull o cosechadoras mecánicas como la de C. Mc Cormick), que unido a nuevos cultivos (patatas -alimento fundamental de la dieta popular-, maíz, etc) y a nuevos fertilizantes como el guano, permitieron aumentar y diversificar la producción de alimentos.
                     y la nueva estructura de la propiedad:
este cambio en la forma de cultivar fue unido a otra transformación, el cercamiento de tierras comunales (openfields) conllevó a su privatización mediante las leyes de cercamiento (Enclosure Acts). La subida del precio de los cereales estimuló a los grandes propietarios (ahora en su mayoría burgueses que hicieron grandes inversiones de capital) a adueñarse de las tierras de uso colectivo para poder producir más e incrementar sus beneficios.
A su vez, apareció una nueva concepción de la tierra con el desarrollo de la Fisiocracia, con estudios como los de Quesnay o de los georgófilos.
Esta privatización comportó la individualización de la producción e incentivó la mejora de las técnicas de cultivo y el aumento de la producción destinada al mercado (monocultivos de exportación).
El cercamiento de tierras provocó una concentración de la propiedad, que perjudicó a los pequeños propietarios y a los campesinos pobres, quienes perdieron su derecho a usar las tierras comunales. Al no disponer de recursos para cercar tierras tuvieron que vender sus propiedades y convertirse en jornaleros a cambio de un salario. Como el número de campesinos que buscaban trabajo era muy elevado, los salarios resultaban bajos y muchos se vieron obligados a emigrar a las ciudades (Éxodo rural).

                     la Revolución demográfica,
Gran Bretaña vivió una gran expansión demográfica a partir de 1750 y entre 1800 y 1900 el número de habitantes se triplicó, pasando de 10,9 a 37 millones (En Europa pasó de 140 millones en 1750 a casi 400 en 1900).
Este fuerte crecimiento de la población durante el s. XVIII se produjo por la reducción de aquellas “tres parcas” medievales (guerras, epidemias y hambrunas).

Así, la revolución demográfica trajo consigo la caída de la mortalidad infantil, una mejor alimentación y sustanciales progresos en los hábitos higiénicos gracias al uso del jabón, avances en la medicina con la quinina o la vacuna contra la viruela, y en otros aspectos como en el alcantarillado urbano o los cementerios extramuros hizo más “resistente” a la población.
Asimismo, la esperanza de vida creció notablemente, y a finales del siglo XIX se situaba, tanto en Gran Bretaña como en la mayoría de países industrializados, alrededor de los cincuenta años (cuando antes estaba en 38).
Todo ello supondría el ÉXODO RURAL, y por tanto, un aumento tanto de la mano de obra para trabajar en la industria de las nuevas fábricas de las ciudades como de la demanda de bienes de consumo.

Del mismo modo, la industrialización conllevó un aumento y desarrollo de la urbanización con la aparición de estaciones de ferrocarril, tranvías, empedrado de calles, alcantarillado, hospitales, teatros, etc.
En las nuevas ciudades industriales (Londres, París, etc) se produciría una fuerte segregación urbana diferenciándose claramente los barrios obreros, en la periferia como suburbios, hacinados en edificios de varias plantas y apenas sin infraestructuras (alcantarillado, retirada de basuras, luz, etc), de los ensanches burgueses, en el centro de la ciudad, con edificaciones lujosas con zonas ajardinadas en grandes avenidas y con todo tipo de comodidades y servicios.
Las zonas donde se situaron las industrias se convirtieron en los denominados “paisajes negros” debido al humo derivado de la combustión del carbón.

                     la Revolución tecnológica,
El desarrollo de la industria trajo consigo el cambio en los sistemas de producción, que se caracterizó por la sustitución de las fuentes de energía tradicionales, tanto animadas (trabajo humano o de animales) como inanimadas, (molinos hidráulicos y eólicos) por el uso de la máquina de vapor por James Watt, a partir de 1769.
El cambio del sistema artesanal por otro tecnológico fue el resultado de una oleada de progresos técnicos y de grandes cambios en la organización del trabajo.
Este proceso comportó la ruina de muchos artesanos, cuya producción seguía en manos de los gremios y la progresiva sustitución por el sistema fabril ( aparición de la FÁBRICA y la producción en serie) ya que se buscaba el incremento de la productividad para satisfacer al mercado.
La primera fase se centró en las innovaciones en el sector textil y siderúrgico.

Las principales transformaciones en el sector textil se iniciaron con los cambios que tuvieron lugar en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XVIII, en concreto en el sector algodonero, que al contrario que el lanero, no estaba sujeto al proteccionismo estatal y además suponía mayores beneficios.
El gobierno británico prohíbe la importación de las “indianas” o “calicoes”, (algodones estampados en vivos colores procedentes de la India), producto de la moda femenina que genera una enorme demanda que la industria interior tiene que satisfacer, por lo que se emplean nuevas técnicas que se aplican tanto al hilado, como en el tejido.
Para ello se utilizarán las continuas innovaciones tecnológicas, teniendo como consecuencia la mejora del proceso productivo en cuanto a:

                     hiladoras mecánicas como en los casos de inventos de J. Kay, que en 1733 inventa la lanzadera volante; Hargreaves que en 1765 construye la Spinning Jenny; Arkwright, quien en 1769 fabrica la Waterframe o Crompton, autor en 1779 de la máquina denominada Mule Jenny;
                     y los telares mecánicos como los de Cartwright (1785) o Jacquard (1790).
Gracias, entre otros, a estos inventores y a sus inventos, se consigue aumentar espectacularmente la producción.

En el sector siderúrgico, el proceso es relativamente parecido al caso anterior, pero sus consecuencias son muchísimo más importantes.

Los precedentes se encuentran con la primera utilización del vapor de agua en la industria por Newcomen en 1705, y el empleo de la fuente de energía fundamental, el carbón de hulla o vegetal, que sustituye a la madera como combustible.
El carbón se convirtió en el gran combustible del siglo XIX alimentando a la máquina de vapor y desempeñando un papel imprescindible en el proceso siderúrgico.
La demanda de hierro para fabricar locomotoras, raíles, barcos, municiones, maquinaria y herramientas de todo tipo estimuló la búsqueda de mejoras por lo que aparecerán los altos hornos de carbón de coque, gracias a Darby, a partir de 1709 y que supondrá un fuerte incremento de su poder calorífico.
Otras innovaciones tecnológica importante será la de Cort, que en 1783 inventa la técnica del pudelado, lo que abaratará considerablemente la producción de hierro, haciéndolo más puro y maleable.

                     la Revolución de los transportes,
el punto de partida es el perfeccionamiento de la máquina de vapor por James Watt, a partir de 1769 y que permitió unos medios de transporte más rápidos y más baratos como fueron el barco a vapor de Fulton (1807), la locomotora de Stephenson (1814), o nuevos tipos de pavimentos, como el firme Macadam.
Para poder trasladar materias primas y mercancías, en Gran Bretaña (potencia marítima desde 1604), a mediados del siglo XVIII, se mejoraron los caminos y se construyeron multitud de canales para posibilitar la navegación fluvial.
A principios del siglo XIX, un ingeniero estadounidense, Robert Fulton, aplicó la máquina de vapor a la navegación y, en 1807, el primer barco de vapor navegó por el río Hudson.
Poco a poco, los barcos de vela fueron sustituidos por los de vapor, que permitieron acortar de manera considerable los viajes transoceánicos.
Pero fue el ferrocarril el que provocó una verdadera revolución en el transporte, gracias a su rapidez, enorme capacidad de carga, menor coste por unidad transportada y mayor seguridad para pasajeros y mercancías.
Sobre la base del sistema tradicional de arrastrar vagonetas sobre carriles mediante el tiro de animales, George Stephenson inventó, en 1825, la locomotora, una máquina de vapor capaz de trasladarse sobre raíles. La primera locomotora movida por la fuerza del vapor unió Darlington y Stockton y la primera línea  sería la de Liverpool a Manchester en 1830, dos ciudades vinculadas a la industria algodonera.
La construcción de la red ferroviaria en la segunda mitad del siglo XIX modificó, tanto en Gran Bretaña como en el resto de Europa, las costumbres sociales, al hacer mucho más rápidos y seguros los viajes de larga distancia.

                     la Revolución comercial estuvo incentivada gracias a que el sistema anterior de “Comercio Triangular” o intercontinental entre Europa – África – América (tráfico de esclavos y materias primas frente a productos manufacturados, tanto y armas) se fortaleció ahora con productos industriales lo que hizo generar enormes beneficios que se invertían de nuevo en sectores como la agricultura o la incipiente industria; y financiera debido a las grandes expectativas de desarrollo económico que condujo, en la década de 1840, a un gran boom bursátil de las compañías constructoras relacionadas con el ferrocarril, que alcanzó su apogeo en 1846. De igual modo se multiplicarán las entidades bancarias captadoras tanto de ahorro como de inversión y las Sociedades Anónimas (S.A) dirigidas por Consejos de Administración y en las que el capital se dividía en participaciones de diferentes accionistas para participar en Bolsa para recibir dividendos o beneficios.

CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Las consecuencias económicas se derivaron de los postulados de la Escuela de Manchester, que enuncia las nuevas teorías económicas, como las de  Adam Smith que publica en 1776 su obra titulada “Ensayo sobre la riqueza de las naciones”, y al que se considera como el fundador del liberalismo económico o CAPITALISMO.

Sus ideas principales consisten en:
                     el Estado no debe intervenir en economía,
                     el mercado debe regirse por la ley de la oferta y la demanda, propugnando la libertad para crear empresas, contratar trabajadores y fijar el precio de los productos,
                     la ley de competencia, con el fin de aumentar la plusvalía,
                     la defensa de la propiedad privada y más tarde,
                     la creación de nuevas necesidades con la ayuda de la publicidad.

David Ricardo en 1817 escribirá  “Principios de economía política y hacienda”, obra que consolidará las bases de la doctrina del “laissez faire” (en francés) o liberalismo económico.

La contradicción británica, aunque de manera interesada, era que favorecía el librecambismo en el exterior pero que mantenía una política proteccionista en el interior que defendía la imposición de aranceles o impuestos a los productos extranjeros para encarecerlos y que no compitan con los nacionales.

Las consecuencias sociales  tienen una estrecha relación con el capitalismo que instaura la división entre capital, en manos de la burguesía, y el trabajo, que recayó fundamentalmente sobre la clase obrera o proletariado.
Aparecerá la denominada SOCIEDAD DE CLASES con el enfrentamiento entre la denominada clase alta, la burguesía, como capitalistas y empresarios industriales contra ese proletariado urbano o clase baja. Como clase media estarían toda clase de profesiones liberales, fuera del sistema industrial. En el campo, fuera de este sistema laboral quedará una nobleza y un clero, ahora con escaso peso o status social , pero abusando de igual forma de una menor masa de jornaleros.
Como diferencia de la estamental anterior ahora sí habrá movilidad social por lo que aparecen diferentes grupos abiertos

Pronto, a principios del s.XVIII, aparecieron las primeras reacciones como los Luditas o movimientos anti-maquinistas que estaban motivados por la aparición, puesta en valor y protección de la máquina frente al ser humano. Ésta, era considerada la culpable de la situación infrahumana del proletariado.
Como consecuencia del crecimiento de la producción, la renta por habitante aumentó de manera considerable pero sin embargo, el proletariado no mejoró su nivel de vida hasta mediados del siglo XIX, como consecuencia de esas duras condiciones laborales que el sistema capitalista les impuso. Ésta, estaba caracterizada por miseria, promiscuidad, prostitución, hambre y enfermedades. Ello provocaría la llegada del movimiento obrero  con los Trade Union o sindicatos (unión de trabajadores del mismo oficio que reivindicaban la reducción de la jornada laboral, mejoras salariales, derecho a descansos, huelgas o bajas por enfermedad, además de la regulación o prohibición del trabajo infantil) en 1834  o el Asociacionismo de Lovett, ebanista británico que elaboró la “Carta del Pueblo” o Cartismo, que surgió en 1838.
En esta nueva sociedad aparecerán pensadores que denunciaron las injusticias creadas por el capitalismo con  diferentes posturas como el:
                     socialismo utópico: primero surgirán los denominados socialistas utópicos como Saint-Simon, Owen  o Fourier que propondrán nuevas formas de propiedad colectiva frente a la propiedad privada como los “Falansterios” de éste último.
                     socialismo científico o marxismo: Marx y Engels con su obra “el Capital” en 1867 denuncian la explotación de los trabajadores y defienden la revolución para destruir el capitalismo y llegar a la Dictadura del Proletariado. Abogan por la creación de partidos políticos para conseguirlo.
                     socialismo libertario o anarquismo: Proudhon, Bakunin o Kropotkin exaltan la libertad individual y una sociedad igualitaria rechazando toda autoridad.
Marxistas y anarquistas propusieron la Asociación Internacional de Trabajadores, es decir, la unión de todos los obreros del mundo en la denominada I Internacional en 1864 pero el hecho de que los segundos se opusiesen con una acción violenta (anarcosindicalismo) a la participación política y la organización en partidos políticos con unas elecciones les hizo romperla en 1876. Posteriormente, los marxistas crearían la II Internacional en 1889 con símbolos que han llegado a nuestros días como el himno de la I Internacional o la fiesta del 1 de Mayo como día de los trabajadores.

Las consecuencias demográficas fueron un gran crecimiento de la población, que con el tiempo acabó convirtiéndose en una verdadera explosión demográfica, por ese motivo apareció la teoría antipopulacionistas o malthusiana en 1798  según la cual el ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica mientras los recursos lo hace con otra aritmética. Por esta razón, si no se interviene con un control aumentaría la pauperización de la especie humana e incluso podría provoca su extinción – lo que se ha denominado “catástrofe malthusiana”-.

Esta explosión demográfica también trajo como consecuencia la concentración de la población en la ciudad, así como las migraciones que iban desde Europa hacia ultramar.



Las consecuencias políticas fueron también muy importantes, ya que el poder pasa de la nobleza y de la Iglesia, a la burguesía industrial y financiera, por lo que a partir de este momento, los enfrentamientos bélicos adquieren un carácter económico y, de este modo, comienzan a formarse los grandes imperios coloniales.


Power point 1ª Revolución Industrial (SANTILLANA)

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