Carlos
IV (1788 – 1808).
Hijo
de Carlos III y Mª Amalia de Sajonia, intentará seguir la política
reformista de su padre, pero carece del carácter de su antecesor y
ha de convivir con el estallido de la Revolución Francesa (1789),
con lo que la situación internacional se complica
extraordinariamente, entrando en
crisis los Pactos de Familia. Para evitar que sus
influencias contaminen a España, se crea un “cordón sanitario
pirenaico” dirigido por la Inquisición en manos del Conde de
Floridablanca para perseguir las “ideas anticristianas”, pero
aún así, España no se ve ajena a los vaivenes revolucionarios y de
esa forma, ahora con el Conde de Aranda (desde 1792), le
declara la guerra a la
Convención en 1793 (1792-95), tras la ejecución
de Luis XVI (Guerra del Rosellón).
La
guerra es un desastre para España, ya que los franceses ocupan el
territorio al norte del Ebro y se ve obligada a firmar la
desfavorable Paz de Basilea en 1795,
ahora con Manuel Godoy
“Príncipe de la Paz” (a partir de 1792), como privado o valido
del monarca.
Posteriormente,
con el tratado de San Ildefonso de 1796,
España pasa a ser de nuevo aliado de Francia y le declara la
guerra a Inglaterra. Este hecho propiciará la 1ª invasión francesa
de la península con la Guerra de los Pirineos o “de
las naranjas” en 1801 (España recupera la plaza de
Olivenza) con la excusa de luchar contra Portugal, y el desastre
final de nuestra armada, debido a que los ingleses destruyen buena
parte de la flota española, anteriormente en la batalla del Cabo de
San Vicente en 1797 y luego definitivamente al resto en Trafalgar
en 1805, quedando cortado el comercio con América.
Falto
de apoyos, Godoy acabará enemistándose con la nobleza y el clero,
que lo ven como un advenedizo que tiene el favor de la reina, Mª
Luisa de Parma, y contra los que intenta una reforma fiscal y la
desamortización de sus bienes (1798). Del mismo modo, no reunía la
capacidad suficiente para semejante responsabilidad en una época tan
compleja (crisis agraria e industrial, epidemia de fiebre amarilla
entre 1800-1804, etc).
Tras
la subida de Napoleón al poder, España se convierte aún más en un
satélite francés, con lo que se agudiza la oposición contra el
primer ministro.
La
quiebra del Antiguo Régimen y la injerencia napoleónica dieron
lugar a la aparición nuevas fuerzas sociales y políticas en la
España de principios del siglo XIX como:
- absolutistas (fernandinos), partidarios de la continuidad del Antiguo Régimen;
- reformistas (patriotas), con Floridablanca a la cabeza, buscaban la reforma del sistema existente evitando los excesos revolucionarioslos,
- liberales o ilustrados (jovellanistas), que lucharon por un nuevo sistema político liberal regido por una constitución;
- afrancesados (bonapartistas), que juraron lealtad a José Bonaparte, eran defensores de la necesidad de una autoridad fuerte que impidiese una revolución, pero que también promoviese reformas; y finalmente
El
deseo de mantenerse en el poder hizo que Godoy intentara separar a
Carlos IV de su hijo el Príncipe de Asturias, (futuro Fernando VII)
promoviendo el denominado “Proceso del Escorial”.
Como
consecuencia, junto al Príncipe se unieron todos los que aborrecían
a Godoy, formando el “Partido
Fernandista” liderados por Escoiquiz.
Los
fernandistas o “antigodoyistas” prepararon un decreto firmado por
el Príncipe de Asturias, como rey de Castilla, con la fecha en
blanco, para el caso de que acaeciera la muerte del rey. Godoy se
enteró y mediante un anónimo comunicó a Carlos IV “la existencia
de un complot dirigido por Fernando VII para destronarle y envenenar
a la reina”. El rey arrestó a su hijo. El Consejo de Castilla,
encargado de instruir la causa (Proceso
de El Escorial),
procedió sin plegarse a los deseos de Godoy dictó sentencia
absolutoria para todos los acusados que a pesar de ello fueron
desterrados de Madrid y de los Reales Sitios. El Proceso de El
Escorial, no fue más que una acusación calumniosa contra el
Príncipe de Asturias y no existió la conspiración sino en la
malignidad del príncipe de la Paz.
Godoy
buscará un aliado para robustecer su posición, Napoleón, con el
que firmará el Tratado
de Fontainebleau en 1807.
En
él, se permitía el paso hacia Portugal de las tropas francesas y el
Príncipe de Asturias solicitaba en matrimonio a cualquier princesa
de la dinastía Bonaparte. La familia real portuguesa bajo la
protección de la flota británica, tuvo que embarcarse rápidamente
hacia el Brasil, donde llegó a principios de 1808. Napoleón
Bonaparte pretendía
tener a España como país satélite, pero fue a partir de diciembre
cuando decidió eliminar a los Borbones del trono. Para ello firmó
un pacto secreto con Godoy (zona del Algarve), quien intentaría
convencer a Carlos IV de que la única salida era trasladarse a lugar
seguro, primero a Badajoz y desde allí a Sevilla o Cádiz. Parece
que el rey estaba dispuesto al traslado (después de rechazar la idea
del Consejo
de Castilla, liderado por el Conde de Montijo),
pero no el príncipe heredero.
En
la noche del jueves 17 al viernes 18 de marzo se produjo un Motín
formándose
numerosos grupos de
cuatro a seis hombres embozados y armados de palos capitaneados por
el Conde de Montijo, rondando la casa de Godoy, mientras que el
pueblo rodeaba el palacio de Aranjuez.
El
19 por la mañana, la tropa evitó que el pueblo entrase en palacio y
linchara a Godoy. Carlos IV convocó a todos los ministros, y abdicó
sobre Fernando VII.
El
jubileo en toda España fue enorme, con la caída y encarcelamiento
de Godoy y la llegada al poder de Fernando VII “el Deseado”.
El
embajador francés no reconoció a Fernando VII mientras no recibiera
instrucciones precisas de París, al igual que las fuerzas francesas,
bajo el mando de Murat, que tenía la esperanza de que el emperador
le ceñiría la corona de España.
El
mariscal avanzó sin temor y el 23 de marzo sus tropas entraron en
Madrid por la puerta de Alcalá a tambor batiente, consiguiendo que
el viejo rey se retractara de su renuncia al trono en medio de una
sublevación popular. El emperador envió a Madrid a
Savary con la finalidad que Fernando VII acudiera a Bayona a
entrevistarse (20-30 de abril) con el propio Napoleón,
y mostrar a Murat sus planes de sustitución de los Borbones por los
Bonaparte. A Fernando VII le
convenía la entrevista en territorio español para que Bonaparte se
conociera su popularidad. Savary aseguraba que el encuentro con
Napoleón se haría en Burgos. Al no encontrar a Napoleón se
dirigieron a Vitoria bajo los engaños de Savary. Las dudas
planteadas en Burgos resurgieron de nuevo. Pero nuevamente convenció
de ir a Bayona con nuevos engaños y agasajos sin obviar ciertas
amenazas del mismo Napoleón.
El
joven rey (24 años) dejaría en Madrid una Junta
Suprema de Gobierno
presidida
por su tío, Antonio Pascual de Borbón y Sajonia.
El
2 de mayo los franceses intentaron llevarse
al menor de los hijos de Carlos IV, el infante don Francisco de
Paula, pero un pequeño grupo de personas reunidas en el Palacio Real
impidió su salida. Unos 30000 hombres se lanzaron a la
calle siguiendo a líderes como Daoiz, Velarde o el cura Merino, que
trataron de cerrar las puertas de la ciudad con el fin de evitar la
entrada de refuerzos franceses. Desalojadas
de la calle de Alcalá por la carga de la caballería, las gentes se
concentraron en la Puerta del Sol y el Parque de Monteleón, cuya
guarnición sacó los cañones a la calle. Una vez reducidos los
focos de resistencia, los franceses, al mando de Murat,
practicaron una represión incontrolada.
LA
RENUNCIA DE BAYONA
Fernando
VII fue alojado en un viejo caserón en Bayona. Indirectamente
Napoleón hizo ver a Fernando VII que había determinado el
destronamiento de los Borbones en España. La sorpresa que cundió en
el rey fue inmensa, se dieron cuenta que se encontraban prisioneros.
Durante diez días, Napoleón insistió sobre Fernando VII en la
necesidad de su renuncia. La resistencia del monarca obligó a
Napoleón cambiar de táctica: lograr el favor de los reyes padres.
En el palacio de Gobierno se encontraron con Godoy con entusiasmo,
mientras que a su hijo le saludaron con el mayor desprecio.
Napoleón se enteró del levantamiento del 2 de mayo y ordenó una
nueva conferencia entre el rey padre, Fernando VII y él mismo.
Napoleón se despidió ante éste último diciéndole: Príncipe, es
necesario optar entre la cesión y la muerte. A la mañana siguiente
Fernando VII renunció a la Corona en favor de Carlos IV. Lo que no
sabía es que el día anterior el rey padre había cedido a Napoleón
la Corona de España como única persona que puede restablecer el
orden.
EL
REINADO DE JOSÉ I “Pepe Botella” o “el Rey Republicano”.
El
emperador obligó a su hermano mayor José, rey de Nápoles, a que
aceptara la Corona española. Intentó con la cesión, no sólo un
cambio dinástico, sino un cambio de régimen. Napoleón
quiso reunir una Junta de notables, a modo de Cortes que en nombre
del pueblo español aprobase el traspaso de la Corona. Se ordenó que
se reuniesen en Bayona una representación de los tres brazos: clero,
nobleza y estado llano. Muchos de
los nombrados se negaron a asistir, se convocó a otras personas,
la finalidad era aprobar una texto jurídico que lo legitimase,
redactado por Maret su ministro de Asuntos Exteriores. El Estatuto
de Bayona daba lugar a un sistema muy autoritario, sin división
de poderes aunque se enuncian algunos derechos de los ciudadanos
acompañados de reformas como la libertad de comercio, de imprenta o
el “Habeas Corpus”. Realmente no se aplicó apenas y la mayor
parte de los españoles ni siquiera se enteraron de su existencia.
Su
reinado comenzó el 8 de julio. De
iure José
I quiso ejercer la soberanía apoyándose en los ministros
reformistas ilustrados de su Gobierno, pero de
facto José
I se vio mediatizado por la tutela que le impuso su hermano.
Los
que lo aceptaron recibieron el nombre de “josefinos,
juramentados o afrancesados”
por el juramento de fidelidad con carácter obligatorio a todos los
funcionarios de la nueva Administración. Aunque
algunos lo hicieron por escalar puestos en la Administración otros
lo hicieron conscientemente y optaron por la dinastía francesa cuyo
ideal no se diferenciaba del Despotismo Ilustrado. Además, la nueva
dinastía les aseguraba evitar movimientos revolucionarios, que les
podría impedir poner en práctica un programa de reformas. Hoy día
se reconoce que, cuando menos, en muchos de ellos hubo una dosis de
buena voluntad y un deseo de resolver los problemas de su patria.
La
masa popular asumió el “vacío de poder” y delegó su
responsabilidad en Juntas provinciales de armamento y defensa
(Sevilla, valencia, Zaragoza, Oviedo, La Coruña, etc). En
ellas se detecta cómo el pueblo confía en sus miembros de la
jerarquía tradicional cuya estructura corresponde a la mentalidad
del Antiguo Régimen. Sólo se las puede considerar revolucionarias
por su enfrentamiento con las instituciones fieles al monarca
intruso. Las Juntas se consideraron legitimadas porque al
no poder Fernando VII ejercer su autoridad esta soberanía volvía a
recaer en el pueblo.
En
septiembre en torno a la patriarcal figura del conde de Floridablanca
se agruparon en Aranjuez representantes de las Juntas para formar la
Junta Suprema Central.
LA
GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814).
Fue
una guerra civil entre patriotas (liberales y absolutistas) y
afrancesados, pero sobre todo una guerra internacional donde se
enfrentaron las dos grandes potencias del momento, Francia en tierra
y Gran Bretaña en los mares. Ésta última jugará un “doble
juego” ya que era aliada de España en el escenario continental,
pero enemiga en el ámbito americano.
Tras
la derrota de Bailén el 19 de julio de 1808 del general Dupont
frente al general Castaños -primera derrota napoleónica en campo
abierto-, Napoleón decide ponerse al frente de su Grand
Armée de
250.000 hombres (“la
maldita guerra de España..”)
y entró en España.
Comienza
en Madrid, y tras las batallas de Espinosa de los Monteros, de
Somosierra y consigue las tremendas victorias de Uclés, el segundo
de los Sitios de Zaragoza (1808-9) y Ocaña (Salamanca, 1809), que
hacen que la Junta Suprema Central abandone la Meseta para
refugiarse, primero en Sevilla, y luego en Cádiz, que resistirá un
largo y brutal asedio. Desde ahí, la Junta Central asiste indefensa
a la capitulación de Andalucía.
En
1810 sólo Cádiz quedaba al margen de la autoridad del emperador.
Las guerras de guerrillas aumentaron de número y durante los
siguientes dos años tuvo lugar una lucha brutal
y desesperada.
Hubo
que esperar al verano de 1812 para que los aliados
anglo-hispano-portugueses dirigidos por el Duque de Wellington,
pudieran lanzar una gran ofensiva y derrotar a los franceses en las
batallas de Ciudad Rodrogo y de los Arapiles (1812), obligando a José
Bonaparte a huir temporalmente de Madrid. Los franceses evacuaron
definitivamente Andalucía.
Mientras
tanto, la campaña de Rusia en el invierno de 1812, desplazó de
nuevo a Napoleón absorbiendo el grueso de los recursos franceses, lo
que hizo que durante 1813 el ejército francés fuese retirándose y
perdiendo territorio.
Tras
las batallas de Vitoria (junio) y San Marcial (agosto -Irún), fueron
expulsados de España en octubre de 1813. Los aliados cruzaron los
Pirineos y la guerra prosiguió en Francia, donde finalmente,
Napoleón pidió la paz.
Napoleón
decidió devolver el trono a Fernando VII mediante el Tratado
de Valençay,
intentando conseguir su neutralidad en diciembre 1813.
Las
consecuencias humanas (unos 300.000 muertos) y materiales
(destrucciones y saqueos) de la guerra fueron enormes, lo que agudizó
la crisis arrastrada desde tiempos de Carlos IV.
Será
importante la aportación de la iglesia para movilizar al
campesinado, ante la falta de burocracia ante el invasor y de
bandoleros como Juan Martín Díez o “el Empecinado” o Curro
Jiménez, “el barquero de Cantillana”).
Se
llevó a cabo una depuración y persecución de los afrancesados
(Meléndez Valdés, Llorente, Aranza, etc) acusados de traición.
LAS
CORTES DE CÁDIZ.
Las
escasas victorias militares obtenidas por la Junta Suprema Central
crearon el descontento, siendo disuelta y el poder transferido a un
Consejo de Regencia, presidida por Castaños (otros 5
miembros) y en manos económicamente de la Junta de Cádiz.
El
24 de septiembre de 1810, en la isla de León (San Fernando), los
liberales que se encontraban en Cádiz llevarón a cabo el primer
Decreto convirtiendo las Cortes “generales y extraordinarias” en
una Asamblea constituyente.
Se
dio en Cádiz, ciudad abierta y cosmopólita, que además de ser
junto con Alicante la única ciudad no ocupada por los franceses, era
un gran centro comercial con individuos ilustrados e inconformistas
que servirían como “diputados suplentes”. Había mayoría
de diputados eclesiásticos pero representaban a un clero urbano e
ilustrado (Espiga, Villanueva o Martínez Marina), un minúsculo
porcentaje de nobles y cerca del 56% de los diputados pertenecía al
tercer estamento (militares, catedráticos, funcionarios, escritores
y comerciantes).
El
proceso reformador
que llevan a cabo los liberales en las Cortes de Cádiz consiste en
la sustitución
de las estructuras sociales, económicas y políticas del Antiguo
Régimen por la de una Estado liberal.
Después
de esa revolución política comenzarían a aprobarse la libertad de
imprenta, se puso fin al feudalismo declarando abolido
el voto de Santiago (impuesto de
mantenimiento de su culto), régimen señorial (conversión
de los títulos señoriales en contratos de propiedad particular), y
gremial, posibilitando la libertad de comercio, industria y
contratación, la supresión de la Inquisición en 1813, los
privilegios de la Mesta, la tortura y puesta en marcha de una tímida
desamortización en 1813, y de una reforma fiscal.
LA
CONSTITUCIÓN DE 1812.
La
Constitución fue promulgada el 19 de marzo de 1812, “La Pepa”.
Se
trata de la primera constitución española (tercera del mundo por
detrás de la americana de 1787 y de la francesa de 1791), ya que el
Estatuto de Bayona de julio de 1808 era una carta otorgada al margen
de la voluntad popular. En su elaboración participaron liberales
como Agustín
Argüelles
y Diego
Muñoz Torrero.
Constará
de 384 artículos y cuatro principios fundamentales:
Soberanía
nacional. El
titular último del poder es el pueblo, la soberanía dejaba de
descansar en el rey.
División
de poderes. El
poder legislativo recaía en manos de unas Cortes unicamerales, el
poder ejecutivo descansaba en el rey (y en su ausencia la Regencia),
y el poder judicial en los tribunales y los jueces, además el rey no
podía disolver las Cortes, y éstas debían reunirse por lo menos
durante tres meses al año.
El
derecho de representación. A
diferencia de las antiguas Cortes, los diputados representan a la
nación “de ambos hemisferios”
(inclusión del pueblo español americano) y no a los estamentos,
eran elegidos por sufragio universal indirecto de todos los hombres
mayores de 25 años.
La
declaración de derechos. Propugna
la igualdad ante la ley, el derecho y la defensa de la propiedad
privada, contemplando un catálogo amplio de derechos y libertades
individuales como la libertad de expresión.
Otros
puntos serán
la
proclamación del catolicismo
como única confesión
(artículo
12
-gesto condicionado por la guerra y la necesaria colaboración del
clero en ella) y la creación de la MILICIA NACIONAL, un nuevo
ejército que defendía a la nación y sustituía al ejército de la
monarquía.
Entre
los referentes ideológicos del
liberalismo español es
evidente la influencia de las ideas ilustradas, en concreto de la
filosofía política de la Ilustración (Montesquieu, Voltaire y
Rousseau), sin olvidar el sistema parlamentario inglés y el sistema
político de Estados Unidos que sirvieron como modelos a seguir. La
Escuela Clásica de Adam Smith influyó en el pensamiento económico,
y por supuesto la tradición teórica política española de Vitoria
y Suárez.
En
cuanto a las fuentes
sociales podemos
afirmar que el campesinado apenas sacó beneficios de la revolución,
aunque participase en la lucha armada. Los grupos sociales que
protagonizaron la revolución liberal fueron la nobleza terrateniente
y la burguesía comercial, industrial y de profesiones liberales, al
ser una base social restringida pronto sucumbió con el regreso de
Fernando VII, de hecho nadie luchó por mantener la Constitución de
1812.
El
propio Marx
se refería a dos
Españas que luchaban contra Napoleón de la siguiente manera: una
(la de Cádiz) generadora de "ideas sin acciones"; y la
otra (la del pueblo) generadora de "acciones sin ideas".
EL
REINADO DE FERNANDO VII “el Deseado” (1814-1833).
EL
SEXENIO ABSOLUTISTA (1814-1820).
Fernando
VII, hijo de Carlos IV y Mª Luisa de Parma, pudo finalmente regresar
a España el 22 de marzo de 1814.
Las
Cortes querían que el rey jurase la Constitución, fijaron el
itinerario que debía seguir el rey desde su entrada en España, algo
que incumplió el monarca acudiendo a Zaragoza para
enfervorizar a las masas y conocer cuál era el grado de apoyo de que
contaba entre el pueblo. Además, las Cortes aprobaron un decreto por
el que se condenaba a pena de muerte a cualquiera que jurase lealtad
de Fernando VII si este antes no hubiera jurado la Constitución.
Cuando
desembarcase en abril en Valencia, el Presidente del Consejo el
Cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga (sexto
hijo de Carlos III e Isabel de Farnesio) como uno de los
regentes durante la guerra de la independencia y que tenía
instrucciones precisas de que Fernando jurase la Constitución, pero
fue él quien tuvo que ceder ante el monarca y antes le juró lealtad
(fue obligado a renunciar el arzobispado de
Sevilla).
Allí
recibió el Manifiesto de los Persas firmado por un tercio de
los diputados de las Cortes solicitando el regreso al absolutismo y
el apoyo del general Elío.
Las
vacilaciones de Fernando VII concluyeron cuando llega a Madrid y da
el golpe de Estado por medio del Real Decreto del 4 de mayo de
1814 en el que, a cambio de vagas promesas, declaraba nulos y sin
ningún valor ni efecto la Constitución y decretos de las Cortes
“como si no hubiesen pasado tales actos....”
El
sexenio absolutista se caracterizó por:
a)
La represión contra liberales y afrancesados (1º exilio de la
España contemporánea hacia Francia y Reino Unido -ej. José María
Blanco White) y la vuelta al pasado: restauración de
la inquisición, del régimen señorial, de la mesta, de los gremios,
la devolución de los bienes desamortizados, etc.
b)
La grave situación económica, debido a las destrucciones de la
guerra, la pérdida de las colonias americanas con líderes como
Simón Bolívar o José de San Martín (deuda por los gastos
militares de 1500 millones de reales) y a la imposibilidad de una
necesaria reforma fiscal propuesta por Martín de Garay
(oposición de los nobles, el clero y las órdenes militares que no
querían pagar).
c)
La oposición liberal (militares y masones) mediante fallidos
pronunciamientos.
Dentro
del ejército los que se sublevaron fueron los guerrilleros que
estaban descontentos del licenciamiento forzoso
y de la falta de recompensas por sus sacrificios durante el
conflicto, recompensas que recaían sobre los regulares que en
ocasiones eran lo que menos esfuerzo habían demostrado, de ahí que
los ex-guerrilleros se hicieran liberales y masones, el primer
pronunciamiento fue el de Espoz y Mina en Pamplona 1814, le sigue el
de Díaz Porlier en La Coruña 1815, Richart en Madrid 1816, Luis
Lacy en Cataluña 1817, Joaquín Vidal en Valencia, Enrique en Cádiz
y Plan Beita (en Francia) en 1819.
d)
Política marcada por la “camarilla” en la que destacaba la
mediocridad de sus consejero que provocó una gran inestabilidad
política (hubo 28 ministros) y que hizo que todos considerasen el
sexenio absolutista como un fracaso.
EL
TRIENIO LIBERAL (1820-1823)
El
1 de enero de 1820, aconteció otro pronunciamiento, la
insurrección ahora de
Rafael Riego en Cabezas de San Juan
con “el
ejército de la isla”,un
episodio político intranscendente en sí mismo, sirvió para poner
en relieve la debilidad del régimen.
Los
sucesivos levantamientos urbanos que siguieron al de Riego vinieron a
agravar la situación, el rey no supo qué hacer y finalmente el
7 de marzo aceptó la vuelta al régimen constitucional.
El
Trienio Liberal comenzó con la AMNISTÍA y el regreso del exilio de
destacados liberales como José
Canga Argüelles que
reconstruyeron la
“obra de Cádiz”: se repuso
la Constitución de 1812, por lo que se suprimió de nuevo el régimen
señorial y gremial, la Inquisición, la Compañía de Jesús, se
continuó la labor desamortizadora, se recuperó la Milicia Nacional,
aparecieron los ayuntamientos y diputaciones provinciales y se
elaboró un primer Código Penal, además de un conjunto de leyes
para el fomento del comercio, industria y agricultura.
Sin
embargo, se encontró con una doble dificultad, por un lado el recelo
del absolutismo (tanto en el exterior con la Santa Alianza, como en
el interior con “la
Regencia de Urgell”) y
la resistencia de la nobleza, del clero y del rey y por el otro, la
falta de apoyo inicial y creciente hostilidad del campesinado que no
consiguió sus tradicionales aspiraciones al reparto de tierras y la
rebaja de los impuestos.
Esta
transformación del régimen “desde arriba” (los moderados
tuvieron el gobierno los dos primeros años del Trienio y disolvieron
“el ejército de la isla”, la supresión de las sociedades
patrióticas, sufrieron la
insurrección realista de 1821 -después
llegarán otras como la de “El Royo” en Teruel o “El Locho”
en La Mancha, ambas en 1824 o la de Bessiéres en Madrid al año
siguiente, 1825-,
golpe de estado del rey en 1822, etc) no satisfizo ni a unos ni a
otros y estaba condenada a morir.
El
último año de gobierno exaltado aumentó la presión internacional
lo que provocaría la caída del Trienio, propiciada por la
intervención
de la Santa Alianza
(obra del Congreso de Viena ideado por Metternich) presionada por
Francia, que deseaba acabar con el régimen liberal español para que
no hubiese influencias sobre su país. En noviembre de 1822 durante
el Congreso
de Verona,
Austria,
Francia, Prusia y Rusia consintieron la entrada
en España en
abril de 1823 de “Los Cien Mil Hijos de San Luis” al mando del
duque de Angulema.
Sin embargo, la realidad demostrada por Rosario
de la Torres del Rio en 2011, es que no hubo acuerdo en tal sentido.
En
cualquier caso, la realidad es que no hubo resistencia, sólo Cádiz
resistió con las armas, tras un bombardeo se rindió el 1 de octubre
de 1823.
Como
característica del período, se ha de valorar la
división de los liberales en dos tendencias:
MODERADOS
(Plan de Cámaras)
“Doceañistas”
|
PROGRESISTAS
“Veinteañistas”
|
Soberanía
Nacional
Derecho
de veto del monarca
Relación
con la Iglesia
Sufragio
Censitario
Derechos
limitados
Pervivencia
de privilegios (linaje)
Autoridad
Tradición
Ejército
(Guardia Civil)
Centralismo
Proteccionismo
Constituciones:
Estatuto Real de 1834, 1845 y 1876).
Base
social: nobleza terrateniente, la alta burguesía, los altos jefes
militares y la mayor parte del campesinado.
-
Martínez de la Rosa
|
Soberanía
compartida (Rey-Cortes
División
de poderes
Laicismo
Sufragio
Universal masculino
Amplitud
de derechos
Igualdad
ante la ley (riqueza)
Tolerancia
Progreso
Milicia
Nacional
Subsidiariedad
(poder municipal)
Librecambismo
Constituciones:
1837, 1854 (nonnata), 1869 y 1874 (I República).
Base
social: baja burguesía, profesiones liberales, militares de
pequeña graduación y una parte de la clase obrera.
-
Romero Alpuente
|
LA
DÉCADA OMINOSA (1823-1833).
A
partir de octubre, Fernando VII gobernará de nuevo como rey absoluto
(..son
nulos los actos del gobierno constitucional...contra mi voluntad..) y
lo primero que hará será ejecutar a Rafael Priego
en la Plaza de la Cebada de Madrid (como
mártir o héroe nacional por los liberales. le crearán un himno en
su honor, que posteriormente será el de la 2ª República).
Posteriormente,
hará su entrada triunfal en Madrid el 13 de noviembre de 1823.
La
clave de este cambio residirá en la inviabilidad del absolutismo
como sistema político, siendo una década de objetivos limitados por
temor a una acción subversiva liberal, por lo que se exiliarán
entre 15 y 20000 personas (Argüelles, Mendizábal, Martínez de la
Rosa, Conde de Toreno, Duque de Ribas, etc),
sobre todo a Inglaterra.
El
aparato represivo absolutista se articuló entorno a cuatro
instrumentos básicos:
- la Superintendencia General de Policía y de las Comisiones Militares (depuración de 80000 funcionarios), de igual modo, las tropas francesas se quedarán durante cinco años para mantener el “control social”..
- el Cuerpo de Voluntarios Realistas (opuesta a la Milicia Nacional),
- los Tribunales de Justicia (ej. ejecución de Mariana Pineda. Su “delito”: bordar en la bandera española:Libertad, Igualdad y Ley..o el fusilamiento de Torrijos, ambos en 1831) y,
- las Juntas de Fe, herederas de la Inquisición (las universidades fueron cerradas en 1830) y con la presencia del Ministro de Gracia y Justicia, Calomarde.
Gobiernos:
El
primero fue el de Ofalia;
le sigue Cea
Bermúdez
que hace frente a la revuelta de Jorge Bessiéres de carácter
absolutista (en la defensa de que Fernando VII no era lo
suficientemente absolutista); el
Duque del infantado
hizo frente a la revuelta de los moderados de Espoz y Mina que
mediante vía legislativa a punto estuvo de acabar con el
absolutismo; González
Salmón
apoya la causa absolutista durante la Guerra Civil Portuguesa entre
1829-33 hasta que Francia e Inglaterra presionan para que adoptemos
la neutralidad, el rey apaciguó la
revuelta
de los
realistas
agraviados
o “malcontents”
catalanes
en
1827,
partidarios
de su hermano Carlos María Isidro
y convertirá a Barcelona en un puerto franco que permitirá su
industrialización.
Hubo
dos preocupaciones
fundamentales:
1)
Restablecimiento de las instituciones absolutistas, anteriores a
1820 (Decreto del 1 de Octubre de 1823 en el Puerto de Santa María).
- Creación del Consejo de Ministros en 1823 y desaparición del antiguo Consejo de Estado.
2)
Contraer el gasto público con:
- la reforma fiscal de López Ballesteros de 1824 (primeros Presupuestos Generales del Estado de la Hª de España) donde se decide no pagar la deuda exterior lo que provoca una caída en la inversión de capitales, con la creación de organismos como:
- la Real Caja de Amortización y el Tribunal de Cuentas,
- el Código de Comercio y el Banco de San Fernando (antecedente del Banco de España) en 1829 , o
- la fundación de la Bolsa de Comercio en 1831 o el Ministerio de Fomento en 1832.
Hacia
el final de su reinado tuvo un acercamiento a los liberales que eran
los únicos que aceptaban a su hija, con
el
problema sucesorio.
En
1829 moría su esposa María Josefa Amalia sin darle hijos.
Rápidamente se le buscó una nueva mujer y fue María Cristina de
Nápoles de tan solo 23 años. Fue su cuarta esposa y fruto del
matrimonio nace su hija Isabel en 1830, y posteriormente su hermana
Luisa Fernanda (casará con el Duque de Montpensieur).
La
Ley Sálica (dictada por Felipe V en 1713), que impedía
reinar a las mujeres, es derogada por Fernando mediante una
Pragmática Sanción en 1830 lo que dejaba a su hermano Carlos
María de Isidro sin trono.
En
1832 el rey Fernando VII
estaba en peligro de muerte debido a una enfermedad, los
embajadores de las naciones absolutistas como Austria y Cerdeña y el
Jefe de la Guardia Real presionaron a la reina en que debía elegir
ante el posible fallecimiento del monarca entre una sucesión
pacífica para Carlos o una Guerra Civil para que gobernara su hija,
pudo en esta ocasión el lado patriótico y optó por dejar a su hija
sin corona, en septiembre de 1832 en la Granja (LOS
SUCESOS DE LA GRANJA) el rey rubricaba un documento redactado
por el Ministro de Gracia y Justicia Francisco Tadeo Calomarde
en presencia de su esposa la derogación de la Pragmática
Sanción, este documento debía mantenerse en secreto hasta la
muerte del Rey.
Sin
embargo, pronto se supo entre los círculos liberales y estos
llegaron a la corte a ofrecer sus servicios a la reina contra el
absolutismo, ella cambia de opinión cuando regresa su hermana
pidiéndola también que echara marcha atrás. Entonces se organiza
un auténtico golpe de estado contra Carlos, todos los miembros del
ejército y la policía de carácter absolutista son
sustituidos, se declara una amnistía para los liberales y se busca
un cabeza de turco que es Calomarde que fue desterrado, finalmente el
rey hace pública su retracción del documento por el que derogaba la
Pragmática Sanción.
PERIODO
DE REGENCIAS (1833-43 ).
La
regencia de María Cristina de Nápoles y Borbón (1833-40).
LA
PRIMERA GUERRA CARLISTA
En
mayo de 1833
las Cortes aceptan a Isabel como heredera de Fernando VII, tras la
muerte del rey en septiembre, Carlos Mª Isidro se
autoproclama Carlos V
y marcha al exilio a Portugal, prepara la guerra, por
el
Manifiesto de Abrantes
y llama a los españoles a la insurrección, iniciándose una guerra
civil, la 1ª guerra carlista (1833-39).
Ante
la minoría de edad de Isabel, María Cristina inició su regencia
(29/9/1833) concediendo una amplia amnistía para buscar el apoyo
liberal, ya que aunque ella no fuese afín a sus ideas, les
necesitaba frente a los carlistas, y formó gobierno con los
moderados.
Gobierno
inicial moderado (1833-35)
El
primer presidente del gobierno sería Cea
Bermúdez,
todavía partidario de la monarquía absoluta, pero con un antiguo
afrancesado como Ministro de Fomento, Javier
de Burgos,
que propondría una división provincial muy cercana a la actual.
El
carlismo triunfó
en Navarra, País Vasco, norte del Ebro (Cataluña) y Maestrazgo
(Aragón), aunque las ciudades como San Sebastián, Bilbao, Vitoria y
Pamplona, tras unos primeros instantes bajo el carlismo, se pasaron
al bando liberal. Por ello, podemos decir que fue un movimiento rural
y conservador, liderado por la aristocracia u oligarquía
terrateniente y sostenido por un fiel y abnegado campesinado.
La
ideología
carlista
se resumía en el lema:
Dios,
Patria, Fueros y Rey:
a)
Tradicionalismo católico a ultranza;
b)
Oposición al liberalismo (Cristinos
o Isabelinos)
y al capitalismo de la clase burguesa (masonería);
c)
Defensa del foralismo vasco-navarro, amenazadas por las reformas
centralistas de los liberales y del Antiguo Régimen mediante la
unión indisoluble del Trono y el Altar.
Fases:
-
1833-35
el coronel Zumalacárregui, antiguo militar de la Guerra de
Independencia, consigue imponerse en el norte mediante la guerra de
guerrillas tomando la fábrica de armas de Orbaiceta y derrotando a
Valdés en las sierras de Urbasa y Andía, hasta su fracaso y muerte
en el sitio de Bilbao (1835). Zumalacárregui
no era partidario de poner sitio a Bilbao pero Carlos V insistía en
la necesidad de una gran victoria, fue un fracaso, los carlistas son
nuevamente derrotados en
la Batalla de Mendigorría;
-
1835-7
columnas (entradas o
partidas realistas)
carlistas penetran en territorio isabelino hasta Cádiz y Madrid para
extender el carlismo, sin éxito, estas llegaron hasta Cádiz.
La
más importante fue “la
expedición Real en 1837”
de Carlos V que puso sitio a Madrid, pero su abandono dejó al
carlismo sin fuerzas;
-
1837-40
los carlistas están divididos (se suceden los fusilamientos entre
los mandos) y son derrotados por las campañas del general Espartero
ocupando los fuertes Ramales y Guardamiro en Cantabria, (financiadas
por la desamortización), hasta que llega el
Convenio o “Abrazo”
de Vergara entre Maroto y Espartero
puso fin al conflicto en
1839.
Maroto
deseaba el matrimonio entre el hijo de Carlos VI, el Duque de
Montemolín, con Isabel pero no hubo acuerdo en este asunto. Sí
consiguió la incorporación de los oficiales carlistas en las filas
del ejército isabelino y vagas promesas por conservar los fueros.
Aún
así, la resistencia continuo, quedando los últimos reductos
dirigidos por el General
Cabrera en Cataluña y Maestrazgo hasta 1840
con la llegada a la regencia de Espartero.
El
Ejército
se
había convertido, a consecuencia de las guerras carlistas, en la
fuerza
más importante del Estado.
Por ello, la intervención militar bajo la forma de pronunciamientos
(golpes de Estado) se convirtió en algo crónico en el siglo XIX. El
Ejército era liberal moderado o progresista, hasta el punto de que
cada partido contaba con un dirigente militar llamado espadón.
Otra
de las bases del nuevo estado liberal español estaba en los
partidos políticos,
en opinión de Tuñón de Lara, “agrupaciones
de notables”
sin organización, dependientes de estas grandes personalidades del
ejército como Espartero (progresista), Narváez (moderado) u
O,Donell, éste último como líder de un nuevo grupo centrista, la
Unión Liberal.
Fuera
de la legitimidad estaban los absolutistas (llamados serviles y más
tarde persas) que pasaron a las filas del carlismo, como hemos visto
anteriormente.
En
1834 Martínez
de la Rosa
(en
el exilio desde 1823) promulgó el
Estatuto Real,
que supuso la transición de la monarquía absoluta a la
constitucional.
Era
una carta otorgada, propia del liberalismo doctinario, que trataba
exclusivamente temas políticos, creaba unas Cortes
bicamerales
con poderes muy reducidos formadas por:
- una Cámara Alta "de Próceres", compuesta por los Grandes de España y otros miembros elegidos por el rey con carácter vitalicio, y
- una Cámara Baja "de Procuradores" que se elegía por sufragio censitario masculino (según sus “capacidades”, un censo de 16.000 de un total de 12 millones de hab).
Lo
más importante del nuevo sistema era que el monarca
renunciaba
al poder absoluto, y compartía su poder con las cortes (SOBERANÍA
COMPARTIDA) aunque se reservaba importantes atribuciones, como el
derecho de veto o la potestad de su suspensión o disolución en
momentos de “crisis”.
El
Estatuto Real satisfizo a los moderados, pero no a los exaltados, más
fieles a la Constitución gaditana.
Los
moderados tuvieron el poder durante casi todo el reinado de Isabel
II.
Como liberales conservadores, su base ideológica era el liberalismo
doctrinario, un pretexto de la defensa del "orden" de la
clase dominante, (adaptación realizada por Andrés
Borrego
del liberalismo de Luis Felipe de Orleáns al caso español) aunque
dentro de ese moderantismo se podría distinguir:
- una facción antiliberal: Donoso Cortés (sólo en la inteligencia reside el poder) o Bravo Murillo;
- un centro: Alejandro Mon, el general Narváez y Martínez de la Rosa;
- una vanguardia: Ríos Rosas y el general Serrano.
Gobiernos
progresistas (1835-37)
Otros
elementos dinamizadores del régimen eran las
Juntas y la Milicia Nacional que
se desarrollan principalmente en la ciudad donde los progresistas
consiguieron, mediante levantamientos con la fuerza de los ciudadanos
armados, cambiar el rumbo de la vida política.
En
1835 el
Conde de Toreno
sustituyó a Martínez de la Rosa durante cuatro meses teniendo a
Juan Álvarez de Mendizábal
(también
en el exilio desde 1823) como ministro de Hacienda. Después, con la
“revolución de 1835”
(formación de juntas locales y asaltos a conventos y disolución de
la Compañía de Jesús, incendio de la fábrica Bonaplata en
Barcelona, etc) por presión del embajador británico ante la
regente, fue presidente del gobierno.
Mendizábal
promovió la
desamortización eclesiástica realizada
por un decreto de marzo de 1836 y
reafirmada en la ley de julio de 1837, por la cual los bienes del
clero regular fueron nacionalizados y puestos a la venta.
Perseguía
un triple propósito:
- costear la guerra carlista;
- acabar con el clero que apoyaba al carlismo;
- crear una copiosa familia de propietarios adictos al régimen liberal.
Sus
resultados fueron decepcionantes ya que no se logró reducir la deuda
pública, y el liberalismo se granjeó enemigos entre los católicos
(rechazo del papa Gregorio XVI). A su vez, un amplio sector del
campesinado se hizo antiliberal y al vender las “tierras en manos
muertas” en subastas abiertas, no siempre pasó a miembros adictos
a su causa.
El
nuevo gabinete propuso “grandes reformas” como la necesidad de
una Declaración de derechos del ciudadano, someter el gobierno al
Parlamento, la integración de las Juntas y milicias urbanas en las
Diputaciones Provinciales o la reorganización de la Milicia Nacional
en una “Guardia Nacional” que ayudase a ganar la guerra contra
los carlistas.
Pero
en definitiva, al no acabar con la guerra ni sanear la deuda pública,
“obligaría” a María Cristina a eligir un
nuevo gobierno moderado, ahora con Istúriz,
ayudado por otro moderados como
Alcalá Galiano y Ángel de Saavedra.
Su
llegada supuso un paso atrás en la izquierdización del régimen por
lo que sobrevino el “Motín
de los sargentos de la Granja” de San Ildefonso en 1836,
apoyados por las Juntas y la Milicia Nacional.
La
regente se vio obligada a entregar el gobierno otra vez a los
progresistas, ahora a Calatrava,
con quien vio a la luz la
Constitución de 1837.
Texto
jurídico de tan solo 77 artículos era de clara inspiración
progresista: Soberanía nacional, División de poderes, el
legislativo recaía en las Cortes bicamerales, Congreso de Diputados
y Senado (elegidos estos últimos por el rey), pero que incluyó
concesiones a los moderados como el reconocimiento de importantes
atribuciones al monarca (poder ejecutivo e iniciativa legislativa o
el derecho de representación).
La
Ley Electoral de 1837
estableció un sufragio censitario masculino, aunque más numeroso
que el del Estatuto Real, ampliando derechos y libertades
individuales como la libertad de expresión.
Otros
aspecto a tener en cuneta es que no prohibía otras religiones
(libertad de credo), pero el Estado se comprometía a mantener el
culto católico para compensar la desamortización anterior.
El
trienio moderado (1837-1840)
Tras
la caída del gobierno de Calatrava en 1837 tuvo lugar un intento de
volver al moderantismo por la Regente con Azara,
seguido de Narciso
de Heredia y Fernández de Velasco.
Será Evaristo
Pérez de Castro
el que proponga la Ley de Ayuntamientos, la cual establecía el
nombramiento gubernamental de los alcaldes
(contrario al artículo 70) en pos de un fuerte centralismo y que
contó con el beneplácito de María Cristina, lo que puso en marcha
una campaña de desprestigio de la prensa progresista contra su
persona en la que se mezclaron sus escándalos con el Guardia de
Corps Fernando Muñoz, y que iba acompañada de otra campaña para
encumbrar a Espartero como el pacificador de España en
Vergara. Todo esto
provocó la sustitución de Castro por Modesto
Cortázar, y el
estallido de revueltas progresistas en la denominada “revolución
de 1840” con la formación
de “Juntas Revolucionarias” que desafiaron la autoridad de la
regente, que terminó con su caída y exilio.
La
regencia de Espartero 1840-43.
Espartero
pertenecía a una humilde familia de La Mancha (Ciudad Real), con 15
años había tomado las armas contra los franceses y en 1815
desembarcó con Morillo en la guerra de emancipación americana, era
un liberal convencido. Su vida cambia cuando casa con Jacinta
Martínez Sicilia, que le hace subir de status como Conde de Luchana
(después de la Paz de Vergara tendrá otro título, Duque de la
Victoria).
Tras
su intento de volver al moderantismo, María Cristina fue obligada a
renunciar al trono por la Ley de Ayuntamientos (1840) y por el
escándalo de su matrimonio morganático con Agustín
Fernando Muñoz y Sánchez
(el testamento de Fernando VII dejaba claro que perdería la regencia
si contrajese matrimonio con otro hombre).
En
Barcelona se iniciará un nuevo proceso revolucionario mediante la
formación de Juntas y con participación de la Milicia Nacional, por
lo que ante el temor de un “poder bicéfalo” junto al general
Espartero, la regente es obligada a salir de España y exiliarse en
Francia. Según
la Constitución de 1837 se necesitaba un regente hasta que Isabel
cumpliera la mayoría de edad, la Junta de Madrid progresista se
divide en dos grupos los “unitarios” (una sola persona) y los
centralistas o trinitarios (tres regentes), ganan los primeros y
Espartero asumió la regencia a propuesta de las Cortes.
Espartero
continuó con la desamortización mediante la
Ley de 1841,
nacionalizando los bienes de la iglesia y el impuesto del diezmo lo
que favorecerá la ruptura total con la sata sede de Gregorio XVI.
También
llevará a cabo la “Ley
de centralización administrativa”
que supondrá el recorte de los fueros vasco-navarros, que propiciará
el mantenimiento de la oposición carlista, a la que se unen los
moderados como muestra el pronunciamiento
del general Diego León,
ejecutado por el regente.
En
1842 firma un acuerdo
librecambista con Gran Bretaña,
que perjudicaría a la industria textil catalana y provocaría un
motín en Barcelona. El bombardeo de la ciudad el 3 de diciembre
liquidó el prestigio del general.
Su
política autoritaria o dictadura militar le había llevado a tener
la oposición, no solo de los moderados (ejecución de militares como
Montes de Oca o Borso de Carminati), sino también del ejército,
ante su relación con su camarilla (los “ayacuchos”) y de su
propio partido progresista, ya que frente al grupo “esparterista”
o unitario del Senado (se lo permitía la constitución como jefe del
estado), liderado por Antonio González, aparecerán en el Congreso
los trinitarios divididos a su vez entre “radicales” de Joaquín
María López, Fermín Caballero o Pascual Madoz, y “templados”
de Salustiano de Olózaga y Manuel Cortina.
Tras
el gobierno en mayo de 1843 de tan solo de 10 días de Joaquín María
López, un golpe de Estado dio el poder a los moderados dirigidos por
el capitán general de Madrid, Ramón María Narváez, (que había
preparado el golpe desde Francia, donde se refugiaba María Cristina
con el apoyo de Luis Felipe de Orleáns) y el general O,Donnell,
presidente de la Orden Militar Española, creada por Mª Cristina.
Éstos
desembarcaron en Valencia, y más tarde derrotaron al general
esparterista Antonio Seoane en Torrejón de Ardoz el 22 de julio, por
lo que Espartero tuvo que embarcar en el crucero
Meteor
para Inglaterra.
Ante
un momento convulso, tras el accidentado gobierno de Olózaga, llega
al gobierno el moderado González Bravo que convoca elecciones para
enero de 1844.
EL
REINADO DE ISABEL II
LA
DÉCADA MODERADA (1844-1854).
Con
la mayoría de edad de la reina Isabel II (trece años) se producirá
la consolidación del estado liberal, pero no la estabilidad política
(55 gobiernos) ya que se inclinará claramente por los moderados
(gobernaron 23 de los 25 años), al igual que su madre.
Aún
así, los moderados
estaban
divididos en tres grupos:
- la facción Viluma de Pezuela marqués de Viluma que proponía la concordia con los carlistas por medio del matrimonio entre Isabel y el hijo de Carlos V, el Conde de Montemolín, con un sistema sin partidos políticos;
- los puritanos de Pacheco y Ríos Rosas que pretendían reformar la Constitución de 1837;
- la facción Narváez, apoyada en intelectuales como Alejandro Pidal y Mon y su hijo Pedro José Pidal (“el Marqués de Pidal” Director de la Real Academia de la Historia) que creían que el poder no se otorgaba, se conquistaba, proponiendo una nueva Constitución, la de 1845, sin respeto por la concordia.
El
monopolio moderado fue fruto de la elección de la reina y las
elecciones amañadas, lo que llevó a los progresistas al
retraimiento de la política y al pronunciamiento militar como única
forma de alcanzar el poder.
En
1844 gobernaron los moderados comandados por su Espadón de Loja,
el general Narváez,
y tras el breve gobierno del Marqués de Miraflores volvería otra
vez al gobierno con
actuaciones como:
a)
El reforzamiento del poder real.
b)
Creación de la Guardia Civil en 1844, frente a la Milicia Nacional
progresista.
c)
Se crea el ejército permanente con el sistema de “quintas”.
d)
La centralización administrativa con la aprobación de una nueva Ley
Municipal (de Ayuntamientos) en 1845 que situaba a gobernadores
civiles en las provincias, afines al gobierno, y estos imponían a su
vez, el nombramiento gubernativo de los alcaldes por el el
senado...la corona.
e)
La Reforma fiscal, promovida por Alejandro Pidal y Mon (Ministro de
Hacienda de Narváez) y cuyos detalles corren a cargo de Ramón
Santillán en 1845, creando un sistema fiscal moderno, que supuso la
liquidación de la fiscalidad del Antiguo Régimen (millones o sisa,
alcabala, diezmo...), con una Contribución Directa, es decir, una
cantidad asignada a cada provincia y repartida entre los municipios.
También se creará la única contribución de Consumos que incluía
todos los impuestos indirectos en uno solo.
Todo
ello permitió aumentar las rentas del Estado y que este se lanzara a
nuevas empresas.
e)
La Constitución
de 1845 defendía
una soberanía compartida (Corona-Cortes), con unas cortes
bicamerales que compartían la potestad legislativa con el rey, cuya
figura quedaba muy robustecida con derecho de representación, veto o
disolución, por tanto, la no división de poderes, un recorte de
derechos y libertades individuales como la libertad de expresión y
una nueva Ley Electoral en 1846 que reduciría el número de
electores por el sufragio censitario masculino.
Otros
aspectos fundamentales serían el religioso, con la vuelta a la
confesionalidad católica del estado, y la supresión de la Milicia
Nacional.
f)
La Ley de imprenta.
g)
Se crea en 1844, a partir del Banco de San Fernando (desde 1829 y del
que fuera Banco de San Carlos) y tras la reforma fiscal de 1845,
el Banco del Gobierno. Después nacerá el Banco de Isabel II y ambos
se fusionan en 1847 convirtiéndose en Banco de España en 1856,
que ejercerá el monopolio en la emisión de billetes y monedas en
1874 cuando el gobierno de la república autoritaria de Serrano le
concedió este privilegio a cambio de 100 millones de pesetas. En los
años 50 el negocio
bancario es beneficiado por las leyes del Bienio Progresista por lo
que se expande este negocio. En los 80 la banca catalana entra en
crisis, se mantienen Banesto, Vizcaya e Hispano Americano. A
principios del siglo XX el Crédito Mobiliario se convierte en Banco
Español de Crédito, se mantienen los demás bancos y aparecen otros
que empiezan a invertir en la industria una vez se nacionaliza la
deuda pública tras la Primera Guerra Mundial.
Sistema
monetario. En estos años también se sientan las
bases del sistema monetario español mediante
la peseta como moneda nacional que nace oficialmente en 1868 con
Laureano Figuerola.
Otros
gobiernos
moderados
fueron, el de Istúriz, que en la Conferencia
de Êu
en 1845 resuelve el matrimonio de Isabel con su primo D. Francisco de
Asís y Borbón (hijo
de Francisco de Paula, hermano de Fernando VII) en 1846 (ella tenía
16 años y él tendencias homosexuales, fue un fracaso de
matrimonio)que
no gusta a Narváez por lo que se retira del gobierno.
Al
año siguiente surgirá la Segunda
Guerra Carlista (1846-9).
La
Segunda Guerra Carlista, también llamada “guerra dels
matiners”, tuvo lugar fundamentalmente en Cataluña debido, al
menos teóricamente, al fracaso de los intentos de casar a Isabel II
con el pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón, Duque de
Montemolín, que había sido pretendido por distintos sectores
moderados de Isabel, singularmente por Juan Donoso Cortés, y
del carlismo.
Sin
embargo, Isabel II terminó casándose con su primo Francisco de Asís
de Borbón. Ramón Cabrera intentó organizar lo que denominó el
Ejército Real de Cataluña sin mucho éxito, y tampoco pudo entrar
en el Maestrazgo.
A
finales de 1848 el nuevo capitán general de Cataluña, Manuel
Gutiérrez de la Concha, consiguió debilitar la resistencia de las
partidas carlistas. Esto, unido a los fracasos de sublevaciones
carlistas en Guipúzcoa, Navarra, Burgos, Maestrazgo y Aragón,
dificultó continuar con el conflicto. En 1849 se detuvo al
pretendiente Carlos Luis cuando pretendía entrar por la frontera
francesa en España, poco después Cabrera tuvo que cruzar la
frontera francesa ante la persecución del ejército gubernamental.
Tras
los gobiernos del Duque
de Sotomayor y Pacheco,
que se mostró poco puritano, llegarían García
Goyena y Narváez
por tercera vez. Éste instaurará un nuevo
Código Penal
y acabará el conato revolucionario de 1848 en España con gran
rapidez, con la interrupción del “Gabinete
Relámpago”
durante 19 horas del Conde
de Cleonard
en una rápida dimisión y aceptación de nuevo del cargo por sus
diferencias con Isabel II.
En
el 1849, dentro del grupo progresista surgió el partido demócrata,
que defendía el sufragio universal, la soberanía popular, la
asistencia social con libertad de asociación y el Republicano,
preocupado por la “cuestión social” y decantado por un nuevo
orden político al que acompañaba el desprestigio de los Borbones.
En
1851 llega
Bravo
Murillo,
un tecnócrata que sería el artífice de la consolidación de la
deuda, solucionó el problema de los “cesantes”, un caldo de
cultivo de sublevaciones porque con cada partido venían también sus
funcionarios, ahora los funcionarios se cubrían por oposición.
También firmará el
Concordato con la Santa Sede en 1851.
Causas:
La ruptura de las relaciones con la Iglesia debido a las
desamortizaciones y a la supresión de órdenes religiosas.
Desarrollo:
A cambio de la suspensión inmediata de las ventas de la Iglesia, de
una dotación económica para la Iglesia, de la libertad de prédica
y de apoyo institucional a los prelados, la Santa Sede legalizaba las
ventas efectuadas, reconocía a Isabel II y se conservaba el derecho
de presentar a los obispos por parte del gobierno.
Consecuencias:
Fueron muchas las concesiones efectuadas a la Iglesia en este
Concordato, y corta su duración, en 1855 la desamortización Madoz
volvió a provocar una nueva ruptura de relaciones, aunque en teoría
se mantuviera hasta el Concordato de 1953.
Posteriormente le sucederán en el gobierno Federico
Roncali, Lersundi y Sartorius,
éste último acusado de inmoralidad.
EL
BIENIO PROGRESISTA (1854-1856)
Ante
las crisis del gobierno, el 28 de junio de 1854, el general Dulce se
pronunció, y O’Donnell acudió a unirse. El Gobierno envió para
someter a los sublevados al general Blaser, y las dos fuerzas se
enfrentaron el día 30 el cuartel de Vicálvaro con resultado
indeciso. La
“Vicalvarada” no
produjo ni vencedores ni vencidos. O’Donnell comprendió que sin
los progresistas sería imposible el triunfo, de ahí el
Manifiesto
de Manzanares
redactado
por Cánovas del Castilllo, con postulados de credo progresista, como
los seis famosos “queremos” del general Serrano.
Como
el alza de precios y el descontento popular organizado a través de
la formación de Juntas no se acallaba, el general San Miguel pactó
con la reina Isabel II la formación de un nuevo Gobierno presidido
por Espartero.
Aquellas jornadas de julio eran consecuencia del
deseo de la Corona de mantener al partido moderado en el poder
mediante la manipulación de unas elecciones que eran una farsa. Eso
no daba opción a los progresistas, que veían bloqueado su acceso al
poder. La única forma de conseguir el Gobierno era el golpe.
A
lo largo de estos dos años el general tuvo que hacer frente:
- a las agitaciones sociales, sobre todo al movimiento obrero en Cataluña,
- a terminar la labor desamortizadora mediante Ley Madoz o "desamortización civil" (baldíos de ayuntamientos) de 1855,
- a aprobar la Ley de Ferrocarriles de 1855, iniciando la industrialización, la Ley General del Trabajo, debido a la 1ª huelga en 1855
- la Ley de Instrucción Pública (9/12) en educación y
- a elaborar una constitución, la de 1856 pero que fue “nonnata”, es decir, no llegó a ser aprobada, además de una Ley Bancaria.
La
preponderancia de Espartero, llevó a los progresistas a la división.
A pesar de todas las medidas, no satisfacía ni a los sectores más
moderados, preocupados por el riesgo revolucionario, ni a demócratas
y republicanos que las veían insuficientes y de poco calado.
CRISIS
DEL LIBERALISMO MODERADO (1856-1868)
El
“Gobierno corto” de O’Donnell (1856-57)
El
15 de julio de 1856 O’Donnell
dio un golpe de estado y disolvió las Cortes, con lo que moría la
Constitución aún no nacida, restableciendo la Constitución de
1845, pero añadiéndole un “Acta
Adicional” mediante
la que introducía algunas medidas liberalizadoras.
El
general de ascendencia irlandesa,
principal
protagonista de la Revolución de 1854, acabaría ahora con ella.
Isabel II dio una fiesta en palacio, en la que desairó al jefe del
Gabinete, prestando toda su atención a Narváez, suficiente para que
O’Donnell presentase su dimisión al día siguiente.
Le
sucederá Narváez
(1857-58),
por cuarta vez que restablecerá, con ayuda de los “neocatólicos”
las relaciones con Roma suspenderá la desamortización, quitará el
Acta Adicional de la Constitución y las disposiciones progresistas
para Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales y promulgó la Ley
Moyano de 1857,
transformando la anterior Ley de Instrucción Pública en materia
educativa.
Isabel
II desconfió de su carácter autoritario y en el colmo de la
insensatez intentó presidir el Gabinete, de lo que fue disuadida por
Bravo Murillo.
Le
sucederá Armero
e Istúriz,
lo que hacía entrever que los moderados estaban tan divididos y
desacreditados como los progresistas.
El
“Gobierno largo” de O’Donnell (1858-63)
Tras
el gobierno de Narváez que no satisfizo a nadie, le sucederá de
nuevo O'Donnell al frente de un nuevo grupo político, la Unión
Liberal (1858-63), que apareció
como partido centrista. Aunque carecía de doctrina (ideología de
Posada Herrera basada en el eclecticismo y pragmatismo, admitía
gente proveniente de otros grupos políticos) y de programa político
(era consciente de que el único medio para acabar con la agitación
social era el desarrollo económico) desarrollaría una política
exterior de prestigio pero de nulas consecuencias.
Guerra
de África (Marruecos) 1859-60.
Causas:
España no tenía política exterior desde la pérdida de las
colonias, la Unión Liberal vio en la Guerra de África la
oportunidad de asentarse políticamente al proporcionar prestigio a
su gobierno. Francia e Inglaterra intervinieron en Marruecos en 1844
firmando el Tratado de Tánger por el cual se restituían a España
los viejos límites de Ceuta y Melilla, el incumplimiento del acuerdo
por parte de Marruecos desencadenó el conflicto. Desarrollo:
Marruecos ataca Ceuta en 1859, España declara la guerra, se preparan
40.000 hombres dirigidos por O’Donnell para enfrentarse a los
40.000 de Muley-el-Abbas, O’Donnell entra el Tetuán y vencemos en
Wad-Ras.
Consecuencias:
Se firma el Tratado de Wad-Ras en 1860 por el cual Marruecos cede
mucho territorio a España, incluyendo Ifni. La Unión Liberal se
asienta políticamente en España.
Campaña
de Conchinchina 1857-63.
Causas:
Son el binomio nacionalismo-romanticismo decimonónico, así como las
ansias de la burguesía de encontrar mercados y del ejército para
ganar prestigio.
Desarrollo:
Tras la campaña dirigida por Francia, Napoleón III informó al
gobierno español que buscáramos otro sitio donde satisfacer
nuestros intereses pues lo conquistado pertenecía al Imperio
Francés.
Campaña
de México 1861-62.
Causas:
La intervención se precipita cuando Juárez suspende la deuda
exterior y algunos mejicanos de derechas solicitan la intervención
extranjera.
Desarrollo:
Francia, Inglaterra y España colaboraron en una expedición
venciendo a las fuerzas mejicanas y consiguen sus propósitos que
económicas a favor de sus respectivos gobiernos, pero Napoleón III
quiso ir más allá apoyando la candidatura de Maximiliano de Austria
al Imperio Mexicano. Prim (que era el general que se encargó de la
participación española organizada desde Cuba) al igual que
Inglaterra, abandonó la suicida misión francesa.
Anexión
de Santo Domingo.
Causas:
Perdida en la Paz de Basilea de 1795 sus habitantes no habían
aceptado todavía la dominación francesa, en 1844 es proclamada
República Independiente pero que corría el peligro de ser absorbida
por Haití.
Desarrollo:
El Presidente Santana pidió a España la anexión en calidad de
Protectorado, las dificultades de un buen gobierno en la isla
provocaron el reconocimiento de su independencia en 1874.
Guerra
del Pacífico 1864-71.
Causas:
La intervención el México y la anexión de Santo Domingo y el hecho
de que todavía España no había reconocido la independencia de Perú
provocaron unas malas relaciones entre los dos países. Desarrollo:
España decide hacer una demostración de fuerza enviando una
escuadrilla al Pacífico, varias confusiones provocaron el bombardeo
de Valparaíso y El Callao así como la incorporación de las Islas
Chibcha.
Consecuencias:
Chile y Ecuador también declararon la Guerra a España, la
intervención de los EEUU en pro de la paz en el Pacífico hizo
firmar un armisticio en 1871.
A
nivel interno se alcanzó un cierto crecimiento económico con la
ampliación del tendido ferroviario, además de un importante
desarrollo agrario, textil, minero y de la banca.
Aún
así, en 1863 la Unión Liberal se dividirá, aumentando las
deserciones, debido a un desgaste natural durante cinco años
gobernando, por lo que O’Donnell acabará dimitiendo.
EL
FINAL DEL REINADO DE ISABEL II (1863-1868)
Desde
1863 hasta 1868 seguiría un partido moderado que estaba tan dividido
como el progresista, pero de igual modo, Isabel seguiría optando por
ellos.
Se
sucederán los Gobiernos del
Marqués
de Miraflores, Arrazola, Alejandro Mon
y de nuevo Narváez
por quinta ocasión, que tendrá que hacer frente a los estudiantes
en el episodio conocido como “la
noche de San Daniel”
y a una grave
crisis económica
por malas cosechas, alza de precios y a una quiebra bancaria. Además,
el 3 de enero de 1866 se produciría “el
pronunciamiento de Villarejo”,
dirigidos por militares progresistas para derrocar la monarquía en
favor de Juan Prim.
Posteriormente,
O’Donnell,
el 22 de junio padecería, con ese mismo objetivo, la “sublevación
de sargentos del cuartel de San Gil”
disconformes con las medidas que impedían su acceso a la
oficialidad. Serrano acabó con la sublevación con más de 66
fusilamientos, lo que provocó la dimisión de O’Donnell y el
regreso de Narváez
por
sexta vez.
Ahora
gobernaría sin las cortes y su política autoritaria provocaría
deserciones incluso en las filas de la Familia Real, cuando el Duque
de Montpensier le hizo saber a su cuñada Isabel II la necesidad de
cambiar a una política más conservadora y represiva.
Viendo
la situación y la inclinación extremadamente moderada de la reina,
se reunieron el 16 de agosto progresistas y demócratas para acordar
la caída del régimen, y mediante el
Pacto de Ostende,
firmado por Prim, Sagasta, Pierrad y Ruiz Zorrilla, se acordó
destruir todo lo existente en las altas esferas del poder y la
elección de una asamblea constituyente por sufragio universal para
que determinase la forma de gobierno que habría de establecer en el
país, pero su intentona revolucionaria fracasó en 1867.
Tras
el fallecimiento de Narváez fue nombrado primer ministro González
Bravo,
que llevaría a cabo una “dictadura civil” al permanecer cerradas
las cortes, y por lo que otros generales unionistas se mostraron
dispuestos a pronunciarse. El frente revolucionario ya
estaba formado: progresistas, unionistas y demócratas se unieron
bajo el propósito común de derribar a la Monarquía de Isabel II.
EL
SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-74)
LA
REVOLUCIÓN DE 1868
Labrousse
distingue que es muy probable un estallido revolucionario cuando "la
crisis económica da a la crisis política una inmensa fuerza
social".
En
mayo de 1866 se produjo una fuerte crisis económica que provocó la
ruina de numerosas familias. A la falta de trabajo producida por el
crack bancario y bursátil hay que añadir la falta de pan originada
por las malas cosechas de 1867 y 1868, esta última considerada como
la peor del siglo.
El
gobierno, que dado lo precario de la Hacienda se encontró impotente,
sólo supo ganarse una generalizada impopularidad al
emitir un empréstito forzoso que obligaba a todos los contribuyentes
y decretar una rebaja en los sueldos de todos los funcionarios
públicos civiles, pero no militares. En el plano social existía un
amplio malestar concretado en la falta de participación política de
las clases medias y en el empeoramiento de las condiciones de vida de
las clases trabajadoras, artesanales, industriales y campesinas.
Políticamente no sólo hubo una desintegración interna del régimen
isabelino, sino también la aparición de una nueva fuerza: el
partido demócrata, que nacido del progresismo alcanzó a partir de
1860 una ideología específica gracias a la unión con intelectuales
krausistas que
dieron las ideas sobre el absoluto respeto a la dignidad humana y la
intangibilidad del individuo en cuanto soberano de sí mismo.
Para los demócratas eran puntos claves de su filosofía política la
soberanía popular, el reconocimiento expreso y solemne de los
derechos de la persona humana y, como consecuencia de ello, el
sufragio universal.
Tras
el intento fallido
del Pacto
de Ostende
el
19 de septiembre de 1868 se produciría
el
clásico pronunciamiento militar, la
sublevación
de la escuadra del
Almirante (jefe de la Armada) Topete,
en
el puerto de Cádiz,
al grito de “Viva España con honra” y que sería el detonante de
la revolución, “la Gloriosa”, y marcó el comienzo de un período
febril de la Historia de España, el Sexenio revolucionario.
En
él se sucedieron vertiginosamente numerosas y diversas formas de
gobierno que desembocaron en la restauración de la dinastía
derrocada y que para una mayor comprensión se ha dividido en cuatro
etapas.
Los
sublevados en Cádiz, a los que no
tardaron en unirse los generales Serrano y Prim, ocuparon Sevilla y
se dirigieron hacia Madrid, símbolo del poder político, mientras
las fuerzas leales a Isabel II, mandadas por el marqués
de Novaliches,
intentaron sin éxito cortar el paso a los rebeldes o revolucionarios
por lo que se desarrolló una batalla
en torno al puente de
Alcolea, cerca de
Córdoba.
La
victoria del general Serrano el 28 de septiembre supuso el triunfo
definitivo de la Revolución en España. A partir de ese momento y a
lo largo y ancho de la geografía española surgieron innumerables
“Juntas provisionales revolucionarias” cuyos componentes
excitaban al pueblo a la revuelta con consignas radicales destinadas
a conseguir la más amplia movilización posible.
En
Madrid y tras varias crisis fugaces, el general Concha se
declaró neutral en el conflicto y entregó el poder a la Junta
Revolucionaria, que ya se había formado, con lo que Isabel
II, que veraneaba en Lequeitio (Guipúzcoa), se exilió en
Francia sin renunciar a la corona.
El
ambiente en ciudades y pueblos era de plena euforia pacífica, apenas
hubo sucesos violentos, porque se había adueñado de toda una
ilimitada esperanza en la nueva situación y un optimismo utópico en
que de forma natural se realizarían grandes ilusiones como la
abolición de las quintas o la supresión del impuesto de consumos.
El apoyo popular a la gloriosa revolución fue inmenso y
marcó el inicio de la toma de conciencia de una forma clara de sus
razones y de su fuerza, de tal manera que “la cuestión social”,
hasta entonces mero objeto de curiosidad filantrópica o de caridad
religiosa, comenzó a convertirse en el problema social.
GOBIERNO
PROVISIONAL (1868-1870).
La
principal Junta
Revolucionaria,
la de Madrid, confirió a Serrano el encargo de constituir un
Gobierno
provisional
que rápidamente legalizaría la irregular situación juntista
nombrando nuevos ayuntamientos y diputaciones compuestos por los
miembros de las juntas, con lo que el gobierno tomó el control
centralizado del poder.
El
gobierno provisional tuvo que enfrentarse con la grave complicación
de la insurrección cubana, “grito
de Yara”,
que surgió como reacción contra la inadecuada política colonial de
los gobiernos isabelinos y que inició la larga “guerra
de los Diez Años”.
Primera
Guerra de Cuba 1868-78.
Causas:
Si no había aparecido antes el conflicto se debió a que era una
sociedad esclavista y el miedo a que una revolución se volviera
contra ellos la detuvo; un gran motivo de la guerra es la exclusión
de los criollos de los altos cargos públicos en Cuba además de la
incapacidad de la economía española para absorber su producción de
tabaco y azúcar. Desarrollo: En 1868 tiene lugar el grito de Yara de
Céspedes a favor de la independencia de la República de Cuba, se le
suma Máximo Gómez y Antonio Maceo. El conflicto duró 10 años,
contaron con la ayuda de los EEUU, pero terminó con la derrota
cubana ante el cansancio y las diferencias entre los líderes
cubanos.
Consecuencias:
En 1878 se firma la Paz del Zanjón entre las fuerzas rebeldes y el
general Martínez Campos, se concedía a Cuba los mismos privilegios
que tenía Puerto Rico, además de amnistía para los rebeldes y
libertad para los esclavos de las filas insurrectas. El descontento
lleva a la Guerra Chiquita de tan solo un año que sigue a esta
Guerra Larga. En 1880 es abolida la esclavitud en Cuba.
Gobierno
Provisional de 1869: Laureano Figuerola, Práxedes Mateo Sagasta,
Ruiz Zorrilla, Juan Prim, Francisco Serrano y Domínguez, Topete,
Adelardo López de Ayala, Antonio Romero Ortiz y Juan Álvarez de
Lorenzana.
Si
las Juntas revolucionarias y el gobierno provisional
constituyen
la primera fase del
Sexenio
democrático, la segunda está caracterizada por el intento de lograr
una monarquía democrática, de acuerdo con las ideas de la soberanía
nacional expresada en unas Cortes Constituyentes, elegidas por
sufragio universal masculino. Las elecciones para las constituyentes,
convenientemente dirigidas por el ministro de la Gobernación,
Sagasta, mostraron paladinamente que el paso del sufragio censitario
al sufragio universal no significaba un cambio brusco en los
resultados de los comicios porque la
contienda electoral la ganaba siempre el partido que la hubiera
organizado. Las
Cortes, compuestas por una fuerte mayoría monárquica de
progresistas, unionistas y demócratas, junto con dos débiles
minorías de republicanos y carlistas, elaboraron una nueva
Constitución
(la más democrática de las progresistas) promulgada en 1869
cuyas dos aportaciones más importantes y significativas fueron el
establecimiento de la monarquía constitucional, (basada en la
separación de poderes y en una soberanía nacional que elige la
dinastía y pudiendo revocarla), y una amplia declaración de
derechos individuales como: libertad e inviolabilidad del domicilio y
de la correspondencia, de circulación, de enseñanza, de industria,
de expresión, de reunión, de asociación, prensa, etc.
En
los debates sobre el texto constitucional, la oratoria parlamentaria,
en la que destacó palmariamente la brillantez de Castelar, rayó a
una altura que nunca jamás volvió a alcanzarse.
La
Constitución de 1869 estuvo muy lejos de satisfacer a las fuerzas
que protagonizaron la caída de Isabel II pues los republicanos se
opusieron al principio monárquico (hubo un levantamiento de 40.000
hombres en Valencia, Aragón y Andalucía que, dada su espontaneidad
y desorganización, fue rápidamente sofocado), los librepensadores
demócratas al mantenimiento del clero y, lo que fue más importante
a la larga, las fuerzas católicas se consideraron heridas al
establecerse por
primera vez la libertad de culto.
Las
Cortes, de acuerdo con la Constitución, acabaron con la interinidad
al establecer una Regencia, desempeñada por Serrano, que encargó la
formación de un gobierno al general
Prim,
el cual comenzó la ardua búsqueda de un príncipe que, sin
pertenecer a la dinastía derrocada por la revolución, fuese
católico, liberal y aceptase reinar en un país dominado por la
inestabilidad política y fuera aceptado por las cancillerías
europeas.
Era
descartada la rama carlista, y Alfonso XII, hijo de Isabel II y,
según R. de la Cierva (2007), del teniente de ingenieros Enrique
Puig Moltó, a quién Prim rechazó con sus “tres jamases”.
De
las catorce candidaturas sopesadas, triunfó la de Amadeo, duque de
Aosta e hijo de Victor Manuel II de Italia, candidato grato de las
clases medias de izquierda que veían en los Saboya a la dinastía
liberal que había unificado Italia. Además, estaba casado con María
Adelaida de Austria, bisnieta de Carlos III. Una
de las candidaturas más trascendentales detonante de la Guerra
Franco-Prusiana, fue la del príncipe alemán Leopoldo Hohenzollern
Sigmaringen, (llamado popularmente Ole, olé, si me eligen). Leopoldo
fue forzado a rechazar la oferta del trono español debido a la
demanda insistente del gobierno francés, la tergiversación de los
acontecimientos mediante el Telegrama Ems (Monpentsieur) terminó en
la Guerra Franco-Prusiana
que supuso la caída del emperador francés Napoleón III y la
llegada de la Tercera República Francesa.
EL
REINADO DE AMADEO (1871-1873)
El
27 de diciembre de 1870 el general Prim era asesinado en la calle del
Turco de Madrid por un grupo de francotiradores, lo que privaba al
nuevo rey, que desembarcaba poco después en Cartagena, del principal
y casi único sostén.
Amadeo
I, fue aceptado internacionalmente por todos, excepto por el Papa
(estaba en contra de un monarca cuyo padre había usurpado los
Estados Pontificios al Papa durante la unificación de Italia).
Comenzó
respetando la constitución de 1869 y proyectó establecer un turno
pacífico de gobierno entre las dos principales fracciones en que se
había dividido el partido progresista:
- el Partido radical, que dirigía el dogmático y comprensivo Ruiz Zorrilla, y
- el Partido constitucional, del sagaz y tolerante Sagasta, o del general Serrano.
Dentro
del partido demócrata aparecerá la figura de Cristino Martos, y en
el republicanismo democrático, hombres como Figueras, Pi y Margall,
Castelar y Salmerón.
El
intento fracasó tanto por el pésimo entendimiento entre los dos
partidos y sus dos líderes como por la incapacidad de polarizar en
torno a ellos los restantes grupos políticos.
Las
tres elecciones
a
Cortes y los seis gabinetes ministeriales que se sucedieron durante
los dos años y dos meses del reinado de Amadeo I, mostraron lo que
ya sería una constante durante todo el Sexenio:
- la imposibilidad de normalizar la vida política, es decir, la carencia, debida a una excesiva fragmentación de los partidos (De Amicis enumera la existencia de treinta y dos), de un consenso entre los políticos para la situación concreta de cada momento.
- El federalismo, corriente dentro del republicanismo extendida por zonas como Cataluña, Levante o la Andalucía Bética y que defendía la formación de “naciones” mediante pactos libres y voluntarios.
- el levantamiento de los carlistas en abril de 1872 al grito de ¡Abajo el extranjero!. La insurrección, que se circunscribió a la región vasconavarra y a algunos núcleos montañeses de Cataluña y Levante, llegó a constituir un auténtico Estado, por lo que minó la viabilidad de la monarquía democrática.
Tercera
Guerra Carlista 1872-6.
Causas:
La caída de Isabel II dio esperanzas a los carlistas y el hecho del
carácter anticlerical de la Constitución de 1869 les dio fuerzas,
el desencadenante fue que en las elecciones de 1872 el gobierno se
opuso a los candidatos carlistas con procedimientos poco ortodoxos.
La proclamación de la República en 1874, dio más motivos a los
carlistas para intentar ocupar el poder.
Desarrollo:
Era Carlos VII el que siguió el conflicto, Eustaquio Díaz de la
Rada inicia el levantamiento en el Norte, Extremadura y Andalucía,
pero la derrota en Orquieta en 1872 provoca su detenimiento. Tras el
fracaso del primer levantamiento en las Provincias Vascongadas y
Navarra, el pretendiente destituyó a la mayoría de los jefes
militares. En 1873 el movimiento se concentra en Centro (donde no
están bien organizados), en Cataluña (la organización es mayor,
actúan guerrillas) y en el Norte (hay un auténtico estado paralelo
al gobierno oficial). Tras el control del Centro y Cataluña, la
campaña del Norte se presentó más dura, en 1873 Carlos VII había
tomado Estella pero fracasó en Pamplona e Irún, la subida al trono
de Alfonso XII restó apoyo a los carlistas por el establecimiento de
una monarquía más liberal, se puso al frente de las tropas para
prestigiar su figura, la superioridad alfonsina era evidente, de
cuatro a uno, tras la toma de Estella por Alfonso, Carlos VII
atraviesa la frontera en 1876 hacia Francia.
Consecuencias:
Abolición de los fueros vasco-navarros
- el mantenimiento de la guerra de Cuba, que obligaría a recurrir al sistema de quintas de nuevo, lo que supondría el incremento delas sublevaciones populares.
- la oposición del partido “alfonsino” en el exilio, conducido por A. Cánovas del Castillo, y del moderantismo más religioso.
- Los inicios del movimiento obrero, sobre todo en Cataluña.
- El detonante fue la disolución del cuerpo de artillería y la elección como capitán general a Baltasar Hidalgo de Quintana, de las Vascongadas.
- La sociedad española lo veía como un rey extranjero ( el padre Luis Coloma en su famosa novela Pequeñeces hizo referencia a una “grotesca sátira” titulada “El Príncipe Lila” que se celebró en los jardines del Retiro de Madrid, en la que designaban al monarca reinante con el nombre de “Macarroni I” mientras un gentío inmenso de todos los colores y matices aplaudía). A todo ello se suma el intento de atentado contra la persona del rey en Madrid en el mes de julio de 1872.
Al
valorar este contexto, y al no disponer de apoyos, el 11 de febrero
de 1873, don Amadeo, descorazonado al no lograr para España "todo
el bien que mi leal corazón para ella apetecía", abdicó
la corona al convencerse de la imposibilidad de hacer funcionar el
mecanismo político constitucional sobre la base de los equipos
políticos disponibles.
Ese
mismo día el Senado y el Congreso, reunidos en
“Asamblea Nacional”,
a
pesar de que tal reunión era anticonstitucional,
declararon como forma de gobierno de la nación la República,
dejando a las Cortes
constituyentes la organización de esta forma de gobierno, con lo que
comenzó la tercera etapa del Sexenio.
LA
I REPÚBLICA (1874)
Salmerón
comentó en el congreso la necesidad de la llegada de un nuevo
período político, ahora sí republicano, tras haber fallado la
monarquía “tradicional” de Fernando VII, la “parlamentaria”
de Isabel II, y la “democrática” de Amadeo I...
La
república, con su corta duración (11 de Febrero de 1873--3 de Enero
de 1874), once meses, intentó la culminación del proceso
democrático del Sexenio en cuanto que los más caracterizados
rectores del republicanismo democrático, Figueras, Pi y Margall,
Castelar y Salmerón, aparecieron como los únicos capaces de
realizar los ideales de la revolución de 1868.
El
partido republicano llegó
al poder lastrado por sus divisiones internas entre
unitarios y federales, y éstos
a su vez, entre intransigentes
(pretendían actuar “desde abajo”, de las bases diríamos ahora,
por medio de un gobierno de asambleas como Jose Mª Orense) y
moderados (preconizaban
la legalidad, federalismo desde arriba, e intentaban salvaguardar a
todo trance el orden, como Salmerón y Castelar) según fuera el
método que proponían utilizar para edificar una España federal.
La
República comenzó a vivir con una Constitución monárquica, la de
1869 (suprimiendo los artículos relativos a la monarquía), con unas
Cortes monárquicas, la mayor parte de los nuevos republicanos
procedían del partido radical y de los demócratas cimbrios,
caracterizados por su camaleonismo político que les inclinaba hacia
cualquier forma de gobierno con tal que sirviera a sus propios
intereses.
En
un primer gobierno de composición
mixta,
el 24 de febrero (permanecieron cuatro de los siete últimos
ministros monárquicos de don Amadeo), Estanislao Figueras,
sufrió la discusión sobre el carácter unitario o federal de la
república originándose el intento de golpes de estado, en febrero
por parte de federalistas como
Juan
Contreras
y
Blas
Pierrad,
y el
del
23 de abril, por parte de radicales como el general Serrano y
demócratas o “cimbrios” como Cristino Martos, dirigidos a
eliminar a los republicanos federales. Éstos últimos fracasarán y
se exiliarán a Francia.
Tras
las elecciones del 10 de mayo, en las que la abstención fue muy
elevada tanto por la guerra carlista como por el retraimiento de los
monárquicos, se formó una Asamblea Constituyente que casi
inmediatamente proclamó la República Federal con sólo dos votos en
contra.
Figueras,
presidente del poder ejecutivo (la República no tuvo presidente), se
negó a seguir en el poder y huyó a Francia alejándose de un país
donde estaban los ánimos agitados, las pasiones exaltadas (supresión
de las quintas), los partidos disueltos (separación entre radicales
y republicanos), la administración desordenada (abolición de la
esclavitud en Puerto Rico), el ejército perturbado (guerra de los
diez años de Cuba), la guerra civil (3ª guerra carlista) en gran
pujanza y el crédito en gran mengua.
República
Federal
Su
sucesor, Francesc Pi
y Margall,
que únicamente contaba con el apoyo de los republicanos federales,
había presentado a las cortes un proyecto
de constitución para la República federal, la constitución de
1873,
texto redactado
principalmente por Emilio Castelar.
permaneció
en el ejercicio de su cargo desde el 11 de junio hasta la huelga
general de Alcoy,
que derivó en insurrección generalizada y tuvo que ser reprimida a
tiro limpio, pero sobre todo, el
levantamiento cantonal de
Cartagena el 12 de julio (del 18 al 22 se extendió por zonas como
Sevilla, Cádiz, Málaga, Valencia, etc....el
último en sofocarse fue Cartagena en enero de 1874),
que produjo en la Cámara tan vivas críticas, que decidió presentar
su dimisión dos días después.
En
el Levante y Sur de la Península se produjo una cadena de
insurrecciones locales, el levantamiento cantonal, dirigidas
fundamentalmente por republicanos federales de carácter
intransigente cuya finalidad era constituir rápidamente, de abajo a
arriba, un Estado federal tal como había sido propuesto en el
proyecto de Constitución, y así evitar la “derechización” de
la república. Se basaba en la democracia directa, la autonomía de
municipios y diputaciones, la supresión de consumos y quintas, el
reparto de tierras, el anticlericalismo y la defensa de los intereses
de las clases medias y populares, pero en ningún caso cuestionaron
la unidad de España.
El
fenómeno de los cantones, además de constituir un rebrote de los
particularismos regionales o locales, tuvo también en muchas partes
un claro matiz social. En Andalucía, la falta de dinero, el paro,
sobre todo en las zonas agrícolas, y el descontento de los
trabajadores hicieron que la proclamación de los cantones
independientes significara para los obreros la conquista del paraíso
con igualdad plena y un mayor reparto de la riqueza.
El
levantamiento cantonal, permitido indirectamente por la existencia de
la guerra carlista, dividió a los republicanos en transigentes (Pi,
Suñer, Capdevila) y los partidarios de la reperesión, y puso a
prueba la estabilidad del régimen republicano suponiendo un
deslizamiento hacia la derecha manifestado en la lección del nuevo
presidente del poder ejecutivo, Salmerón.
Nicolás
Salmerón,
señaló como primer deber del gobierno “el mantenimiento del
orden”, recurriendo a los generales como único medio para
restablecer la situación (el general Pavía
se encargó de la pacificación de Andalucía, Martínez
Campos
de Levante y el general Ceballos en Cartagena) y a la aprobación de
las reformas sociales pendientes.
El
11 de agosto comienza la discusión de la Constitución
republicana de 1873,
texto poco sistemático que defendía una “nación española”
compuesta por 17 estados (ej. Andalucía Alta y Baja, Cuba, Puerto
Rico, etc), que regulaba los derechos y libertades de los españoles
y declaraba la República federal pero que no llegó a promulgarse
non
nata,
debido a los serios problemas del período.
El
6 de septiembre, ante la negativa de Salmerón, por motivos de
conciencia, de firmar dos sentencias de muerte impuestas por los
tribunales a algunos insurrectos y a dos miliatres que se pasaron al
bando carlista, motivó la dimisión de Salmerón y su sustitución
por Castelar.
República
Centralista
Emilio
Castelar,
nombrado el 8 de septiembre, firmó las penas de muerte y comenzó
defendiendo una república centralista (a pesar de haber elaborado la
constitución federal).
Gobernó
por decreto mediante la suspensión temporal de las Cortes y se
dedicó con la mayor energía posible a combatir la insurrección
cantonal, movilizando a los reservistas, que también deberían de
combatir ante carlistas y cubanos...
Postergó
de nuevo la discusión constitucional e hizo volver del exilio a
radicales como Zorrilla, y constitucionales como Serrano.
Cuando
el 2 de enero de 1874 se reabrieron las Cortes, los diputados
tacharon de dictadura la energía desplegada y el militarismo como
recurso, además de criticar su intención de separar la iglesia y el
estado o la de abolir la esclavitud en Cuba, de manera que Castelar,
a pesar de defenderse, perdió la votación de
confianza y dimitió el 2 de enero.
Estaban
en la madrugada del 3, los diputados eligiendo un nuevo presidente
del poder ejecutivo, cuando un piquete de soldados enviados por
Pavía, general incondicional de Castelar, y la guardia civil rodeó
e irrumpió en el zaguán de las Cortes, que acabaron desalojando el
hemiciclo.
El
pronunciamiento de Pavía,
republicano adicto y nada ambicioso políticamente, acabó de hecho
con la azarosa existencia de la primera República.
Los
innumerables problemas interiores planteados durante el Sexenio
revolucionario hicieron que las
relaciones exteriores
españolas pasasen a un segundo plano. En el marco de este pobre
panorama conviene destacar la descalificación de España como
potencia internacional debido sobre todo al desorden imperante en el
país y al resentimiento que la postura de neutralidad española ante
el conflicto bélico de 1870 originó tanto en Francia como en
Alemania. Alegoría de la Primera República Española. Las letras
"RF" entre hojas de laurel son las iniciales de "República
Federal". Tanto en ese aspecto como en muchos otros, la
iconografía elegida era muy similar a la de la República Francesa
(el gorro frigio, la figura femenina -en Francia denominada Marianne,
y en España la Niña Bonita-, el lema Libertad, Igualdad,
Fraternidad -en el triángulo-, incluso el gallo). Se complementa con
alegorías de las distintas actividades económicas, ciencias y artes
(algunas indicativas del progreso y la modernidad, como la telegrafía
y la fotografía). Los colores de la bandera eran los mismos que la
bandera usada por la monarquía (sólo se sustituyó en el escudo la
corona real por una corona mural). Fue la Segunda República Española
la que introdujo una bandera diferente, sustituyendo la franja
inferior roja por otra de color morado.
República
Unitaria o Dictadura del general Serrano
Pavía,
para establecer el nuevo gobierno, reunió a los tres capitanes
generales residentes en Madrid (Serrano,
Concha y Zabala)
y aun grupo de políticos entre los que se encontraban Cánovas
y Sagasta,
para imponer una república siguiendo el modelo francés.
Como
último presidente de la I República, desde el 3 de enero hasta el
29 de diciembre de 1874, el general Serrano comenzó a asumir el
poder, no como jefe del ejecutivo sino como presidente de un gobierno
provisional. Como es lógico, suspendió las garantías
constitucionales (suspendida la del 69 y non nata la del 73) y
disolvió las Cortes.
Durante
cerca de un año Serrano se esforzó por restablecer en todo la
normalidad y el orden (Manifiesto
del 8 de enero)
acabando con la insurrección cantonal en Cartagena,
yugulando los movimientos obreros y dando un nuevo impulso a la
contienda carlista que hubiera finalizado a no ser porque el lluvioso
otoño de 1874 paralizó los movimientos de las tropas.
Cánovas
definió su gobierno como “la aspiración al poder supremo de un
soldado con fortuna”, es decir, una dictadura personal
encubierta en lo que quedaba de sistema republicano, mientras otros
políticos denominaron su período como “la interinidad”.
Se
volvió a dar un papel primordial al ejército, como única
institución vertebrada en una “nación dividida”, marcando las
distancias con los republicanos federales.
Parece
ser que una vez que se restableciese la normalidad era intención del
viejo general decidir sobre la naturaleza exacta del régimen, pero
las ideas de Serrano y también las del representante de la monarquía
borbónica en Madrid, Cánovas del Castillo, que pretendía una
restauración consensuada, pacífica y civil de la dinastía
derrocada, se fueron al traste. Cuando el 3 de septiembre, Sagasta
sustituyó al general Zabala en el gobierno, preparó el
pronunciamiento el impaciente general Martínez Campos
en Sagunto, (no compartido por Cánovas, que quería la
restauración borbónica por una vía civil) el 29 de diciembre de
1874 proclamando a Alfonso XII, hijo de Isabel II, como rey de
España y cerrando con ello el ciclo revolucionario del sexenio.
La
rápida adhesión al pronunciamiento obligó a Serrano a marchar a
Francia. Por tanto, su mandato comenzó con un golpe de Estado y
acabó con otro..
LA
RESTAURACIÓN
La
Restauración en España significa la vuelta a la dinastía
borbónica en la persona del hijo de Isabel II, ALFONSO XII.
Podemos distinguir 3 fases en este período:
- reinado de ALFONSO XII (1875-1885),
- regencia de Mª CRISTINA DE HABSBURGO (1885-1902),
- reinado de ALFONSO XIII (sólo hasta la implantación de la Dictadura de Primo de Rivera, 1902-1923).
-
Desde el punto de vista político, vuelve a tomar el poder la
burguesía moderada que impondrá el liberalismo doctrinario
basado en la soberanía compartida. Se establece el Sistema
Canovista que se apoya en el bipartidismo, el turnismo
y en la Constitución de 1876.
Hasta
1902 distinguimos dos etapas:
-
el reinado de ALFONSO XII (1875-1885) y
-
la Regencia de Mª CRISTINA DE HABSBURGO (1885-1902).
Durante
estos años quedan fuera del sistema sin poder participar en
la vida política y social las fuerzas extraparlamentarias:
por la derecha, los carlistas, por la izquierda los republicanos, y
el movimiento obrero y los nacionalismos.
-
Desde el punto de vista económico, continúa la deficiente
industrialización de España que provoca un incompleto
desarrollo del capitalismo. Continúan los grandes desequilibrios
regionales: norte industrializado (País Vasco y Cataluña) frente a
la España rural y, aunque se consiguen algunos logros, se perpetúan
los aspectos negativos de la agricultura como las formas de propiedad
inadecuadas, bajos rendimientos, paro, miseria, hambre…
-
Desde el punto de vista social es el triunfo de la burguesía
agraria latifundista y la burguesía industrial catalana,
que apoyados por el liberalismo moderado, dejan fuera del sistema a
las clases bajas, lo que traerá como consecuencia graves
desequilibrios sociales y el desarrollo del movimiento obrero
con una grave conflictividad social.
-
Desde el punto de vista cultural, se desarrolla el Naturalismo y
el Realismo que dará lugar a Edad de plata de la cultura
española. Es el momento de la Generación del 98.
CAUSAS
DE LA RESTAURACIÓN
Las
dos principales causas
que
desembocaron en la restauración de la monarquía de Alfonso XII
fueron:
- la inestabilidad del gobierno de Serrano y
- la progresiva incorporación de las clases medias y los grupos burgueses a la causa alfonsina (Partido Alfonsino).
A
Antonio Cánovas
del Castillo se
le han atribuido los defectos y virtudes del régimen político
iniciado en 1875. En sus escritos se han descifrado las claves
ideológicas y políticas de la Restauración. Aunque haya habido
otros protagonistas importantes, ideólogos como Alonso Martínez,
políticos como Sagasta o Silvela, el tiempo de la Restauración que
vamos a sintetizar (1875-1931), es por excelencia la España de
Cánovas.
Su
figura fue objeto de controversia ya durante su vida. La crítica más
destacada fue la del escritor y crítico Leopoldo
Alas Clarín
en 1886. El primer centenario de su nacimiento (1928) Francisco
Bergamín
hacía una valoración muy ajustada del Cánovas político: No
consintió jamás que ni el clericalismo ni el militarismo
determinaran ninguna clase de obscuridad, de debilidad sobre esta
autonomía del poder civil. Él mató el militarismo y los
pronunciamientos militares en España. Él redujo a la Iglesia a su
verdadero cometido...
En
los años cincuenta de este siglo, el perfil biográfico de Cánovas
quedó bien planteado por Melchor
Fernández Almagro y por J.L. Comellas.
En
sus estudios predomina la valoración muy positiva de su figura y su
obra política. Posteriormente en los años sesenta y setenta, la
historiografía, retomando y reproduciendo a veces la crítica
regeneracionista a un régimen oligárquico y caciquil,
responsabiliza a Cánovas de los límites y defectos del sistema
político por él diseñado. Subraya y critica su antisocialismo, su
defensa exclusivista del derecho de propiedad y su consiguiente
oposición al sufragio universal, así como su asunción de la
corrupción electoral como práctica habitual.
Uno
de los tópicos más difundidos por las historias de la Restauración
las biografías de Cánovas ha sido la consideración del proyecto
político de
Cánovas como una proyección-plasmación de su tarea como
investigador de la historia de España, y concretamente de la España
de los Austrias, de la decadencia. Un reciente estudio de Esperanza
Yllán
ha venido a matizar sustancialmente esta visión tópica de la
relación entre el Cánovas historiador y el político. Según esta
autora, no es tanto la concepción histórica de Cánovas lo que
determina y explica su proyecto político de la Restauración, sino
que la progresiva definición de su proyecto político explica su
evolución
historiográfica.
Este
proyecto político configurado de forma definitiva durante el Sexenio
tiene sus raíces en un largo proceso que arranca de la experiencia
revolucionaria de 1854 (Manifiesto de Manzanares) y encuentra su
inmediato precedente en el Gobierno de la Unión Liberal (1858-1863).
ORÍGENES
DE LA RESTAURACIÓN
Este
pronunciamiento suponía el fin de un período de gran inestabilidad
y la restauración borbónica, aunque recurriendo a métodos que no
agradaron al auténtico artífice del proyecto restaurador, Cánovas
del Castillo, quien no dudó en calificar el acto de botaratada.
Ya
en junio de 1870 Isabel II había abdicado sus derechos al trono en
su hijo Alfonso, quien a la sazón contaba doce años de edad. Tras
algunas alternancias a la cabeza del grupo que promovía la causa
dinástica, la responsabilidad de volver a poner en el trono de
España a un Borbón recayó en manos del joven político malagueño
Antonio Cánovas
del Castillo.
Su carrera se había desarrollado en la Unión Liberal de O'Donnell y
era también conocido como historiador y hombre de letras. Su
propósito era una restauración basada no en los militares, sino en
la formación de una amplia opinión pública favorable a la vuelta
del joven príncipe y por ello se dedicó a fomentar la aparición de
una tupida red de círculos moderados y alfonsinos que sirvieran de
base a un nuevo partido apoyo del futuro
monarca.
El
programa político diseñado por Cánovas para la nueva monarquía
quedó claramente esbozado en el denominado Manifiesto
de Sandhurst,
texto redactado por él y firmado por Alfonso desde esta Academia
Militar británica el 1 de diciembre de 1874 con motivo de las
felicitaciones recibidas por su cumpleaños. En
él se afirmaba que la monarquía hereditaria y representativa era ya
el único sistema que inspiraba confianza a los españoles, tras los
avatares de los últimos años. Esta monarquía se fundamentaría en
una soberanía nacional compartida por el Rey y las Cortes y buscaría
a través de la conciliación dar cabida al mayor número de
posiciones posibles. El príncipe se presentaba a sí mismo como un
buen español, buen católico y, como hombre del siglo, liberal.
Cánovas,
tras el pronunciamiento, se puso de inmediato al frente de la
situación y se ocupó de organizar una transición
lo
más legal posible hacia el nuevo régimen.
El
31 de diciembre se organizó un Ministerio-Regencia y dos semanas
después, el 14 de enero, hacía su entrada en Madrid el joven rey
Alfonso XII, con el apoyo del
ejército, de la iglesia, de las clases altas y la indiferencia
popular.
BASES
DE LA RESTAURACIÓN
Una
nueva generación de políticos, menos románticos y más realistas,
suplantan al poder militar imperante en tiempos de Isabel II.
Fue
el político malagueño, CÁNOVAS DEL CASTILLO el creador de este
sistema político, que
dedicó sus esfuerzos a diseñar el sistema político solucionase
lo que a su juicio habían sido los principales problemas que habían
dificultado el establecimiento del régimen liberal en España: el
exclusivismo de la Corona y el protagonismo de los militares en
política a través del pronunciamiento, algo difícil de lograr en
un país con un índice de analfabetismo muy elevado y una población
escasamente movilizada.
Concibió
el nuevo régimen español a la manera británica, monarquía
parlamentaria bicameral y bipartidista cuyas reglas del juego debían
quedar expresadas en una nueva Constitución,
la de 1876.
Una
Asamblea de ex-senadores y ex-diputados monárquicos pertenecientes a
diversas tendencias políticas, encargó a una “Comisión
de Notables” la preparación de un proyecto de
Constitución. El resultado respondería plenamente a las
expectativas canovistas, y sería la clave del nuevo sistema.
La
preocupación que Cánovas venía
demostrando desde el inicio del proceso con las formas y la
apariencia de legalidad en el movimiento restaurador le llevó a
convocar las elecciones a las Cortes para enero de 1876, que habrían
de legitimar la Constitución por el sistema de sufragio universal de
acuerdo con la ley electoral del sexenio aun formalmente vigente.
Se
trataba de un texto corto (89 artículos), y bastante ecléctico,
doctrinario-liberal, fruto de la
idea de Cánovas, que veía necesario realizar una síntesis entre
“lo viejo y lo nuevo”, por tanto, la Constitución de 1876 sería
concebida de forma intermedia entre la constitución de 1845 y la de
1869.
Su
flexibilidad al dejar huecos abiertos a lo que determinase la ley,
como el sistema de sufragio, así como muchos derechos individuales,
facilitaron no sólo su aprobación, sino también su permanencia en
el tiempo (estará vigente hasta
el golpe de estado del general Primo de Rivera en 1923, lo que la
convierte en la de mayor duración de la historia de España).
Esta
“Constitución de Notables” establecía:
- una soberanía compartida entre el rey y las Cortes.Se aumentaron las prerrogativas (privilegios) del rey: mantenía el poder ejecutivo, nombraba y separaba libremente a los ministros, sancionaba y promulgaba las leyes, convocaba, disolvía y suspendía las Cortes.Se limitó el poder de las Cortes, que eran bicamerales: un Senado elitista y conservador, y un Congreso electivo,
- declaraba el catolicismo como religión oficial del Estado, aunque se reconocía la libertad individual de culto, limitado al ámbito privado,
- no definía qué tipo de sufragio (artículo 28), lo que permitía que por ley se estableciera el que más le interesara al partido en el poder (Ley de 1878: s. censitario/ Ley de 1890: s. universal).
El
texto fue aprobado el 24 de mayo, y tras ser ratificado por el rey,
se publicó el 2 de julio.
Del
mismo modo, Cánovas se dio cuenta de que la inestabilidad en que
España había vivido su agitada historia decimonónica se debía a
la intransigencia de unos grupos sobre otros. Amigo de la
flexibilidad, defendía un sistema de “juego limpio” donde la
oposición dejaba de ser un elemento revolucionario para convertirse
en constructiva.
Por
tanto, pretendía articular el sistema político en torno a dos
partidos, al igual que el bipartidismo inglés (lores y
comunes), que se turnarían en el poder sin recurrir a la violencia,
poniendo fin a los pronunciamientos o al juntismo decimonónico.
El
turno pacífico o turnismo consistía en que gobernara
uno de los dos partidos existentes, faltos de definición
ideológica, de programación coherente y de arraigo social:
- Partido Conservador: fundado por Cánovas fue el heredero de moderados, unionistas e incluso otros grupos menores de “isabelinos”. En 1884 se integrará la “Unión Católica” de Pidal y Mon, cerrando el grupo más conservador. Más a la derecha solo quedaba el carlismo..Su base social estaba integrada por la burguesía, la aristocracia y los altos funcionarios, tanto civiles como militares. Este partido contará con mayor apoyo en la mitad sur peninsular, zona en la que abundan los latifundios y los grandes propietarios. También estará de su parte el “lobby esclavista cubano”, como el Marqués de Manzanedo, ya que suponía el fin de las reformas liberalizadoras del Sexenio.- Soberanía compartida, sufragio censitario, derechos y libertades restringidas y confesionalidad del estado (“orden e iglesia”).
- Partido Liberal: liderado por Práxedes Mateo Sagasta, estaba formado por la izquierda Moderada o “puritanos”, el Partido Constitucionalista del general Serrano, pero también aglutinó a representantes del antiguo Partido Progresista y un sector de demócratas. En 1879 aparece como partido aglutinador todas estas tendencias, el partido Liberal Fusionista con Sagasta, preparado para asumir el poder un año más tarde y encabezar un período reformista.En sus filas militaban comerciantes, industriales y por esta razón tendrá más fuerza en las ciudades industrializadas y centros urbanos.- Soberanía nacional, sufragio universal, amplios derechos y libertades y libertad de culto (“Educación y laicismo”).
Aún
así, su indefinición ideológica favorecería que políticos como
Martínez Campos, Jovellar o Romero Robledo militasen en ambos
partidos.
Teóricamente,
los dos partidos se alternarían en el poder ganando las elecciones,
en un sistema falsificado donde se repartían los escaños en las
Cámaras antes de realizarse la votación.
Durante
la Restauración se invertía la lógica democrática: el partido
gobernante no surgía de las elecciones sino que organizaba éstas
para construirse una mayoría cómoda.
Cuando
el partido que estaba en el poder se “desgastaba” o se
consideraba necesario un relevo por “acuerdo tácito”, se sugería
al rey que nombrara nuevo presidente de gobierno al líder de la
oposición, y daba un decreto que disolvía las Cortes y convocaba
nuevas elecciones.
El
Ministerio de la Gobernación (Interior), desde Madrid, fabricaba los
resultados electorales favorables al partido que tenía que ganar
adjudicando los escaños: el
“encasillado”,
proceso que suponía colocar al candidato en su provincia o distrito
correspondiente (aunque el político en cuestión nada tuviera que
ver con la circunscripción asignada -diputados
cuneros-),
comunicándose con los diferentes gobernadores civiles.
Este
fraude era posible por la existencia en los diferentes pueblos, y
como último eslabón -estatal-provincial y local-, de unos alcaldes
apoyados por la
oligarquía
(minoría política dirigente, constituida por terratenientes y
burguesía de negocios de los dos partidos), pero sobre todo, por
el
cacique.
Este
suponía la
supervivencia del régimen señorial en el mundo rural, por la que
una persona, el cacique (provinciales,
de partido, de aldea),
figura destacada de un pueblo o comarca por su poder económico, por
su cargo o por su prestigio, controla a gran número de personas
“forzando” su voluntad.
La
regla de oro era del caciquismo era “para los enemigos, la ley;
para los amigos, el favor”. Existían
distintas formas de presión: bien el caciquismo podía ser
persuasivo, prometiendo ventajas, favores, cargos o posibilidad de
trabajo, o bien coactivo que conseguía sus objetivos por medio de
amenazas, coacciones, palizas…
Estos
caciques presionaban a los diferentes sectores sociales para que
dieran el voto por el partido que se había decidido. Si estas
medidas no daban el resultado previsto, se recurría al pucherazo,
es decir, para llevar a cabo la manipulación, se guardaban papeletas
de votación (por ejemplo en pucheros,
de donde viene la denominación que se popularizó), y se añadían o
se sustraían de la urna
electoral a conveniencia para el resultado deseado, o aparecían más
votos que electores ya que contaban los votos de vecinos muertos,
llamados “votos
de Lázaro”.
El
turnismo ponía así el poder en manos de la oligarquía y el
caciquismo pero esto parecía inevitable en un país que, según el
censo de 1879, registraba un 72% de analfabetismo, con una abrumadora
población rural y un tipo de propiedad polarizado tanto en el
latifundismo de la mitad sur como en el atomizado minifundismo de
amplios sectores del norte. Todo ello herencia de una revolución
burguesa deficiente que no supo crear una clase de pequeños
propietarios.
Por
si fuera poco, este sistema electoral privilegiaba la representación
del ámbito rural –el más manipulable- .. Este sistema de
influencias daba lugar a un poder arbitrario e inmoral que propiciaba
el enchufismo. La corrupción
se convirtió así en una práctica normal en todos los ámbitos de
la sociedad.
Siguiendo
las palabras de Joaquín Costa, era un régimen oligárquico,
caciquil, de patronazgo, corrupto e incapaz de aplicar las demandas
democratizadoras de su época.
Dicho
clientelismo o populismo, fueron los falsos instrumentos de la
participación política de unas masas analfabetas en política...
Sin
embrago, este turno ideado por Cánovas, funcionaría con regularidad
hasta 1898 (los conservadores ganaron seis elecciones y cuatro los
liberales). A partir de esta fecha, aunque desprestigiado,
sobreviviría hasta la crisis de 1917.
Las
fuerzas políticas extraparlamentarias.
El
régimen de la Restauración dio estabilidad al país gracias a la
alternancia de los partidos dinásticos y a la manipulación de las
elecciones, pero también fue posible porque dejaron fuera del
sistema a la verdadera oposición, las llamadas fuerzas
extraparlamentarias.
Además
del partido conservador y del partido liberal, existían en España
otras tendencias políticas que aunque contaban con la misma simpatía
de la mayor parte de los españoles, no podían acceder al juego
político por estar fuera del bipartidismo.
Por
eso se hablaba de que existía una España oficial, que
representaba a los dos partidos oficiales, y una España real,
formada por las fuerzas extraparlamentarias: carlistas,
republicanos, regionalistas y el movimiento obrero, que cada vez iba
adquiriendo mayor importancia.
- Carlistas: forman un partido antiliberal y católico, son vencidos en 1876 y excluidos del sistema político porque seguían pretendiendo que se impusiera en España la dinastía con Carlos VII, que salió hacia Francia. En la vía política aparecerá Cándido Nocedal como partido integrista, escindido en 1888 del otro grupo, el tradicionalista de...
- Republicanos: habían quedado fuera del sistema político al no aceptar la monarquía, y estaban divididos en radicales (Ruiz Zorrilla), institucionistas-centralistas (Salmerón)-unidos en 1903 en la Unión Republicana-, posibilistas (Castelar) y federales (Pi i Margall)-único partido unido desde 1880 hasta 1931-.Vinculados a la masonería y a las sociedades librepensadoras, su papel social fue mayor (casinos, prensa, escuelas, clubes, etc) que su representación parlamentaria.
- Regionalistas o nacionalistas: suponen una reacción frente al centralismo liberal y una defensa de las peculiaridades de los pueblos. Plantearon una nueva forma de ver España: frente a la España unitaria, defendían una España diversa y multinacional pues la consideraban más acorde con la realidad social e histórica.El nacionalismo se concentró especialmente en Cataluña y País Vasco, regiones éstas con mayor desarrollo económico.
En
Cataluña,
la
Renaixença
supuso
reconocimiento del catalán como lengua de cultura, así como una
gran actividad intelectual en la historia y las artes reivindicando
la particularidad catalana y las señas de identidad de la región
desde mediados del s.XIX. Por otro lado, la burguesía industrial
catalana se consideraba poco representada en los gobiernos centrales
y reclamaban un mayor proteccionismo.
Durante
la I República aparecerá la figura de Valentí
Almirall
con su obra Lo Catalanisme, creador del Diari Catalá en 1879 y del
I Congreso Catalanista en 1880.
Posteriormente
adquiere un matiz más conservador,
formulándose
en 1892 las Bases
de Manresa
donde
quedan recogidos los puntos básicos del catalanismo (regionalismo
federalista -propugnaba
un poder catalán dentro del Estado español-,
autonomía política, catalán como lengua oficial y cargos sólo
para catalanes) con Prat
de la Riba
y la creación del 1º partido, la Lliga
regionalista de Catalunya en
1901.
En
el País Vasco,
tras la derrota del carlismo en 1876, los fueristas se dividieron en
euskaros navarros, (querían la fusión) y euskalerríacos vizcaínos,
dirigidos por Sagarminaga y buscaban la autonomía.
El
nacionalismo se convierte en fuerza política a raíz de la fundación
en julio de 1895 del Partido Nacionalista Vasco (PNV)
por SABINO ARANA (de familia carlista, ya en 1894 funda una
sociedad católica muy cerrada, Euskaldun Batzokiza). Su idea
era una Euzkadi republicana, teocrática e independiente. Arana
propugna una ideología ultraderechista basada en mantener sus
antiguos fueros, se rebela contra la industrialización del País
Vasco que acarreó continuos emigrantes y amenazaba la pureza de la
raza, la lengua (euskera) y las tradiciones de la sociedad vasca,
frente a españoles o “maquetos”.
El
regionalismo gallego se mantuvo con un tono literario y cultural
hasta la creación de la Asociación regionalista Gallega en 1890,
igual que el valenciano, con la aparición de Lo Rat Penat en 1878
con Llombart y Llorente. En Andalucía, el regionalismo llegaría
con la Asamblea Federal de Antequera en 1883, que llegó a redactar
un proyecto de constitución federal, sin mayores efectos.
- Organizaciones obreras y campesinas: marxismo y anarquismo.- Si atendemos al ambiente burgués podemos decir que la Restauración fue una época feliz. Pero el problema social (“cuestión social”) seguía latente y las condiciones de vida del obrero no mejoraron. Esta falta de atención a los problemas sociales, junto con el desastre de 1898 (pérdida de las últimas colonias), acabaron poniendo fin a los años dorados de la Restauración.
El
movimiento obrero se fue organizando, así en 1879 PABLO
IGLESIAS funda el Partido Socialista Obrero Español (PSOE)
(legalizado
por Sagasta en 1881), en 1886 nace el semanario “el Socialista”
(pronto convertido en Diario), y en 1888
nace la organización sindical del partido, la Unión General
de Trabajadores (UGT). Se veía necesario también elevar la
cultura del obrero, para que pudiera situarse a la altura de su
misión conquistadora; así se creó la Casa del Pueblo, una
serie de centros culturales y recreativos para reunión de los
obreros. El PSOE conseguirá su primer diputado en 1910.
El
anarquismo se difundió con rapidez (introducción de las
ideas del italiano G. Fanelli, discípulo de Bakunin), sobre todo
entre los obreros catalanes y el campesinado andaluz, con la
organización la “Mano Negra” en la década de 1880. Sus
ideas eran llevadas de pueblo en pueblo por los “apóstoles de la
causa”, que caminaban con el hatillo al hombro o en los vagones del
ferrocarril, como entusiastas aventureros. No tenían jerarquía ni
sueldos, soñadores y utópicos, creían que su doctrina era la
salvación de la humanidad, pues hasta los ricos saldrían ganando.
Con los años su mesianismo se fue convirtiendo en odio y
sus esperanzas en acción violenta. Así fue como nació el
terrorismo: bombas arrojadas contra el
general Martínez Campos del cual salió ileso; atentados contra
Alfonso XII en 1878-79; dos bombas arrojadas al patio de butacas del
Liceo de Barcelona (hubo 16 muertos), bomba sobre la procesión del
Corpus también en Barcelona o el asesinato de Cánovas en 1897. Los
anarquistas simbolizaron en estos ataques a sus principales enemigos:
los gobernantes, el ejército, la burguesía y la iglesia. En
1910 se crea el sindicato anarquista CNT (Confederación
Nacional de Trabajadores).
EL
REINADO DE ALFONSO XII (1875-85)
La
monarquía cumplía en el sistema canovista una triple función:
- la de la continuidad histórica,
- la de garantizar del orden social, y
- la de ser piedra angular como cabeza del ejército (“rey-soldado”), y como moderador y director de la vida política del país.
Período
de monopolio conservador del poder (1876-1881).
La
presidencia fue siempre de Cánovas salvo los de septiembre a
diciembre de 1875, con Joaquín Jovellar; y el período de marzo a
diciembre de 1879, con Martínez Campos, ambos militares y sin
ideología definida.
La
“dictadura canovista” se centró en la consolidación de
Alfonso XII y de un sistema político centralizado y de orden. Para
ello, dejó la política educativa al ministro Osorio que además de
adoctrinar, despojaría de sus cátedras a doctores Krausistas como
Giner de los Ríos, quien junto a otros fundarán la Institución
Libre de Enseñanza en 1876.
Llevó
a cabo un recorte de libertades (expresión, imprenta -1879-, reunión
-1880-,etc) además de la censura en la prensa, y su ley electoral de
1878 con la vuelta al sufragio censitario marcaba el carácter
selectivo del sistema (solo 1 de cada 6 hombres mayores de 25 años
votaba...).
En
esta etapa se cerrarían dos conflictos heredados del Sexenio:
- el carlista: con la derrota de Carlos VII, y la Ley de 21 de julio de 1876 que abolía los fueros de las vascongadas, surgiría posteriormente la vía política del nacionalismo vasco a partir de los años 90...
- el cubano: con la Paz de Zanjón (1878), y más de 100000 muertos acababa el conflicto, pero seguía sin aceptar a Cuba el status de provincia...por lo que el problema volvería a estallar en 1895...
A
nivel interior, el progresivo desfase entre ambas Españas y su
creciente confrontación desencadenarán una conflictividad
sociopolítica
(formación del
PSOE -Partido Socialista Obrero Español- en 1879, fundado por Pablo
Iglesias), cada vez más activa.
En
política exterior, tuvo contactos con la alemania bismarckiana
(diciembre de 1877) pero con escasos resultados..
La
consolidación del sistema (1881-1885).
En
esta última etapa alfonsina, accedieron al gobierno los liberales,
por primera vez en la historia de España, sin necesidad de recurrir
por ello a la fuerza.
Se
inauguró de este modo el “turno pacífico” entre los dos
partidos, un turno que no respondía a una
división real de los españoles, sino a un acuerdo entre la minoría
dirigente, que mantenía la ficción de democracia por medio de ese
amañamiento de las elecciones en favor del Gobierno.
La
llegada de Sagasta (feb.1881-oct.1883) supuso la puesta en práctica
de derechos y libertades, siguiendo líneas de actuación como:
- con la Ley de reclutamiento y reemplazo de 1883, se modernizó el ejército y la marina,
- se apoyó una política librecambista, que fue atacada por proteccionistas catalanes y vascos, y mejoró el papel de la peseta, tras su depreciación,
- se reorganizaron las finanzas de diputaciones y ayuntamientos,
- una nueva Ley de imprenta en 1883, levantó la censura y favoreció la libertad de expresión,
- se recuperaron cátedras por krausistas, pero no se redujo la presencia de la iglesia en el sistema educativo,
El
gobierno de Sagasta termina con un enfrentamiento diplomático con
Francia y una sublevación militar republicana, fuertemente
reprimida.
El
rey le entregará el poder a José Posada (oct.1883-ene.1884) de la
“Izquierda Dinástica”, hasta la nueva llegada de Cánovas (hasta
nov. 1885), que sufrirá el conflicto diplomático con Alemania por
las islas Carolinas, una epidemia de cólera y una crítica situación
social.
Aún
así, con Alfonso XII concluyó la tercera guerra carlista
(1872-1876) y la paz interior que reinó en la península permitió
un avance económico considerable en el proceso de su incorporación
al ritmo europeo. La
Restauración significa ambiente alegre, zarzuela, corridas de toros
y verbenas con organillos y mantones de Manila. Significa también
tranvías, teléfonos y luz eléctrica, siendo la época dorada de la
burguesía española. Este ambiente de estabilidad o Belle Epoque,
será exclusivo de España, ya que en Europa comenzará el
imperialismo y la “paz Armada”.
LA
REGENCIA DE MARÍA CRISTINA DE HABSBURGO-LORENA (1885-1902).
El
turno pacífico superó la muerte de Alfonso XII el 25 de noviembre
de 1885, situación delicada (la continua amenaza del levantamiento
de carlistas y republicanos, por la ebullición social, los problemas
económicos, el surgimiento del nacionalismo) ahora favorecida por el
hecho de quedar en el poder una mujer, María Cristina de
Habsburgo-Lorena.
Ante
el temor de la vuelta de Isabel II, se produjo el acuerdo de Canovas
y Sagasta para mantener el sistema (el
Pacto del Pardo)
además del nacimiento de Alfonso XIII, hijo póstumo del monarca
fallecido, en mayo de 1886, que permitieron superar la situación.
El
“gobierno largo” de Sagasta (nov. 1885-jul.1890).
Este
gobierno de Sagasta fue el de mayor duración de la Restauración, y
llevó un amplio programa de reformas como:
1º)
la obtención de la Ley de Asociaciones, autorizando los sindicatos
obreros en 1887, además del intento de reforma del ejército por el
ministro Cassola, que tuvo que dimitir.
2º)
la ley del jurado de 1888, que favoreció la libertad de prensa;
3º)
la constitución de una central sindical obrera, UGT, y el Código
civil, ambos en 1889
4º)
la ley del sufragio universal masculino (1890) que permitía a los
trabajadores actuar con sentido electoral (sin embargo continuo el
fraude).
Durante
la Regencia, el Partido Conservador se amplió por la derecha con la
adhesión de los hombres de Alejandro Pidal, que por medio de la
Unión Católica, consiguió la atracción de elementos carlistas
hacia la monarquía alfonsina. Como contrapartida, el sector más
moderado del republicanismo, (los “posibilistas” que acaudillaba
Castelar) prestó su apoyo al Partido Liberal.
Cataluña
(asentada en la industria textil), País Vasco (en la siderurgia) y
Asturias (en la minería) alcanzaron un alto desarrollo industrial
con un espectro social dinámico integrado por burguesía y
proletariado.
A
lo largo del período surgieron brotes de anarquismo andaluz, como
medio de protestar contra un régimen social intolerable (motivado
por las crisis agrícolas y ante el reparto de la propiedad de la
tierra).
Con
mayor violencia y con preparación más inteligente estalló el
anarquismo catalán, en Barcelona, que hizo mella tanto en figuras
políticas (asesinato de Cánovas), como en la población civil con
la explosión de bombas.
La
crisis de fin de siglo (1890-1898)
Sagasta
tuvo que dejar el poder por las divisiones internas de su partido.
En
esta década siguió el turno: Cánovas de jul. 1890 a dic. de 1892,
Sagasta mar. 1895, Cánovas, ago. 1897 que muere en un atentado y le
sustituye el militar conservador Marcelo Azcárraga hasta octubre, y
por último Sagasta hasta marzo de 1889.
El
fracaso de la Restauración consistió en la no
admisión de
otras tendencias, como los nacionalistas o los socialistas, es decir,
de una 3ª vía,
en el juego político.
En
el partido conservador, que fue respetando las reformas liberales,
hubo también discrepancias entre Romero Robledo y Francico
Silvela. Este último introduciría las idea de “regeneración”
de la vida política española.
La
relativa estabilidad de los partidos turnantes se vio interrumpida
por las guerras de Ultramar. El arancel de 1891 y la Ley de 1882
habían protegido el mercado antillano de los productos foráneos,
pero comenzó a abrirse el debate sobre el librecambismo.
GUERRA
COLONIAL Y CRISIS DE 1898
Cuba
era
junto con Puerto
Rico, Filipinas y la isla de Guam, el
único resto del Imperio que le quedaba a España después de los
movimientos de independencia de principios de siglo en el continente
americano. De
estas pequeñas colonias la más importante era Cuba, auténtica joya
de la corona, con cuyo aprovechamiento intensivo se intentó
compensar las pérdidas suscitadas por la desaparición del Imperio.
A lo largo del siglo se fueron estrechando los lazos económicos y
sociales entre la isla y la metrópoli, alcanzando Cuba su período
de máxima prosperidad en los años de la Restauración, auge no
empañado por el estallido de los conflictos a que se ha hecho
mención en líneas anteriores.
Si
bien la Paz
de Zanjón (1878) no
había solucionado los problemas cubanos, entre su firma y el
estallido de “la guerra del 95”, la isla pasó por una de las
etapas más fecundas de su historia colonial. Se asistió a una
transformación social y económica, unida a un creciente desarrollo
de una clase intelectual y a la reactivación de la vida política.
Sin
embargo, el creciente peso de los Estados Unidos en la vida económica
cubana, unido a la incapacidad de las Cortes españolas para aceptar
necesarias reformas en las relaciones entre la isla y la metrópoli
que permitiesen afianzar la presencia española en Cuba (tras el
asesinato de Cánovas, Sagasta comienza una serie de reformas para
conseguir su autonomía, pero llegarán tarde...) terminarán
llevando a un divorcio cada vez mayor y finalmente al desastre.
El
inspirador del movimiento emancipador cubano fue José
Martí,
nacido en La Habana de padres españoles. Su partido político, el
Partido Revolucionario Cubano (PRC) proporcionó la base ideológica
al movimiento y Antonio
Maceo se
convirtió en el cabecilla militar de un movimiento que tuvo su base
principal entre el campesinado de la parte oriental de la isla. Otros
conocidos líderes independentistas serían Máximo
Gómez y Calixto García.
El
24 de febrero de 1895,
“el
grito de Baire”
marcó el inicio de la segunda y definitiva guerra de la
independencia cubana.
La
primera etapa fue de una fuerte eclosión independentista, hasta la
muerte de José Martí, el 19 de mayo de 1895.
Martínez
Campos,
el vencedor de la anterior contienda, fue enviado de nuevo a Cuba,
encontrándose con una situación mucho más complicada que la vez
anterior, con un movimiento independentista fuerte y organizado.
Fracasados
los intentos negociadores y también sus intentos de dar una solución
militar, pese a los importantes refuerzos recibidos desde la
Península, el general fue sustituido en 1896 por Valeriano
Weyler,
quien llegó acompañado de la aureola de ser el general más eficaz
del ejército español. La metrópoli no escatimó esfuerzos en la
contienda. Es famosa la frase de Cánovas: "Hasta
el último hombre y la última peseta".
Sin embargo, los casi 250.000 soldados que llegaron a Cuba no
participaron en una guerra convencional sino en una de las primeras
guerras de guerrillas coloniales. La victoria final con que se
contaba en la metrópoli se hacía esperar, la guerra se endurecía,
sus repercusiones económicas y sociales se hacían más evidentes y
la opinión empezó a impacientarse.
El
asesinato de Cánovas en 1897 provocó un cambio político que tuvo
su repercusión en el conflicto cubano. Sagasta sustituyó a Weyler
por el
general Blanco
y promulgó la vieja ley de autonomía, pero ésta era ya
insuficiente. La independencia era el objetivo final e irrenunciable
de los nacionalistas cubanos.
En
este contexto, la presencia al frente de los Estados
Unidos desde
hacía unos meses de un nuevo
Presidente,
el republicano MacKinley,
significó un importante paso hacia adelante en la política de
intervención que desde hacía tiempo los norteamericanos habían
mantenido en el conflicto cubano. La actitud de Sherman
desde la Secretaría de Estado
y la campaña de prensa
encabezada por los poderosos grupos
Pulitzer y Hearst
fueron preparando el terreno en la opinión pública norteamericana
(Junta cubana estadounidense, y la Liga cubana, por cubanos
residentes en EEUU) para el estallido de la guerra. Anteriormente,
España rechazó un intento de compra estadounidense por Woodford.
El
misterioso asunto de la
voladura del
buque de guerra o acorazado
norteamericano Maine
en el puerto de La Habana
en febrero de 1898 (266 víctimas), hizo casi inevitable la guerra.
El 20 de abril un ultimátum de los Estados Unidos exigía a España
la renuncia a su soberanía sobre Cuba en el plazo de tres días.
La
guerra
hispano-norteamericana,
a la que se opusieron republicanos, anarquistas, carlistas,
socialistas y sectores populares,
tuvo
un rápido desenlace debido a la desigualdad de las fuerzas en
conflicto.
En
Filipinas,
donde se había extendido las ideas de la “Liga Filipina” de José
Rizal (desde 1893), la escuadra del almirante Montojo fue destrozada
por la flota del comodoro Dewey y pronto cayeron Cavite y Manila,
generalizándose en el interior el movimiento independentista
dirigido por Aguinaldo.
En
Cuba, la derrota de la escuadra al mando del almirante Cervera hizo
inútil cualquier intento de resistencia en tierra y llevó a una
rápida petición de paz por parte española.
Por
la Paz de París, firmada el 10 de diciembre de 1898 España perdía
Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los últimos restos del imperio
ultramarino (la compensación norteamericana de 20 millones de
dólares, nunca llegó..).
En
febrero de 1899, España entregó al imperio alemán las islas
Carolinas, Marianas y Palaos, a cambio de 25 millones de dólares.
El
desastre
del 98 fue
la gota que hizo colmar el vaso, el jalón definitivo en lo que Jover
ha denominado el
desarme moral del sistema.
La crisis política pudo ser superada de momento, pero el conjunto de
valores que sustentaba el entramado ideológico de la Restauración
sufrió un importante golpe. En la revisión crítica que se estaba
produciendo en diversos sectores minoritarios dentro y fuera del
régimen, el desastre colonial actuó como catalizador, ampliando las
repercusiones y manifestaciones
de estas reflexiones. Estos
hechos se produjeron, por otra parte, en el marco más amplio de otra
serie de noventa y ochos que afectaron a diversos países del
suroeste de Europa. La crisis italiana en Abisinia, el Ultimátum
británico a Portugal, el Fachoda francés, son otros tantos ejemplos
de crisis coloniales acompañadas de repercusiones políticas,
sociales, morales en la Europa latina del fin de siglo.
España
inició el siglo XX conmocionada por el desastre de 1898, se confirmó
que había dejado de ser una potencia colonial, y en el interior se
comprobó el desfase entre la España “oficial” y la España
“real”, era necesario regenerar el sistema político, económico
y social, vigente desde la restauración alfonsina.
Con
este “Regeneracionismo”,
intelectuales como L. Mellada y Joaquín
Costa (“Despensa,
escuela y siete llaves a la sepultura del Cid”) o escritores de la
“Generación del 98”
(Unamuno, Valle Inclán, A.Machado, Ramiro de Maetzu, Azorín o
Baroja) buscaban la dignificación de la política, la modernización
social y la superación del atraso cultural.
El
gobierno en marzo de 1899 dirigido por F. Silvela y el general
Polavieja como ministro de la Guerra acabó fracasando en el intento
porque lo hicieron manteniendo el sistema restaurador.
Durante
los últimos años de la Regencia, siguió vigente el sistema de
turnos, ahora entre Francisco Silvela (sucesor de Cánovas) o Antonio
Maura y Canalejas (sucesor de Sagasta, que fallece en 1903) Moret,
Alba o el Conde de Romanones.
Sin
embargo, el sistema de turnos estaba agotado, al no renovarse ante la
evolución de la sociedad española.
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