miércoles, 7 de septiembre de 2016

UD.4. La España del s.XIX: la construcción del régimen liberal.



Carlos IV (1788 – 1808).

Hijo de Carlos III y Mª Amalia de Sajonia, intentará seguir la política reformista de su padre, pero carece del carácter de su antecesor y ha de convivir con el estallido de la Revolución Francesa (1789), con lo que la situación internacional se complica extraordinariamente, entrando en crisis los Pactos de Familia. Para evitar que sus influencias contaminen a España, se crea un “cordón sanitario pirenaico” dirigido por la Inquisición en manos del Conde de Floridablanca para perseguir las “ideas anticristianas”, pero aún así, España no se ve ajena a los vaivenes revolucionarios y de esa forma, ahora con el Conde de Aranda (desde 1792), le declara la guerra a la Convención en 1793 (1792-95), tras la ejecución de Luis XVI (Guerra del Rosellón).

La guerra es un desastre para España, ya que los franceses ocupan el territorio al norte del Ebro y se ve obligada a firmar la desfavorable Paz de Basilea en 1795, ahora con Manuel Godoy “Príncipe de la Paz” (a partir de 1792), como privado o valido del monarca.

Posteriormente, con el tratado de San Ildefonso de 1796, España pasa a ser de nuevo aliado de Francia y le declara la guerra a Inglaterra. Este hecho propiciará la 1ª invasión francesa de la península con la Guerra de los Pirineos o “de las naranjas” en 1801 (España recupera la plaza de Olivenza) con la excusa de luchar contra Portugal, y el desastre final de nuestra armada, debido a que los ingleses destruyen buena parte de la flota española, anteriormente en la batalla del Cabo de San Vicente en 1797 y luego definitivamente al resto en Trafalgar en 1805, quedando cortado el comercio con América.

Falto de apoyos, Godoy acabará enemistándose con la nobleza y el clero, que lo ven como un advenedizo que tiene el favor de la reina, Mª Luisa de Parma, y contra los que intenta una reforma fiscal y la desamortización de sus bienes (1798). Del mismo modo, no reunía la capacidad suficiente para semejante responsabilidad en una época tan compleja (crisis agraria e industrial, epidemia de fiebre amarilla entre 1800-1804, etc).

Tras la subida de Napoleón al poder, España se convierte aún más en un satélite francés, con lo que se agudiza la oposición contra el primer ministro.

La quiebra del Antiguo Régimen y la injerencia napoleónica dieron lugar a la aparición nuevas fuerzas sociales y políticas en la España de principios del siglo XIX como:

  • absolutistas (fernandinos), partidarios de la continuidad del Antiguo Régimen;
  • reformistas (patriotas), con Floridablanca a la cabeza, buscaban la reforma del sistema existente evitando los excesos revolucionarioslos,
  • liberales o ilustrados (jovellanistas), que lucharon por un nuevo sistema político liberal regido por una constitución;
  • afrancesados (bonapartistas), que juraron lealtad a José Bonaparte, eran defensores de la necesidad de una autoridad fuerte que impidiese una revolución, pero que también promoviese reformas; y finalmente

El deseo de mantenerse en el poder hizo que Godoy intentara separar a Carlos IV de su hijo el Príncipe de Asturias, (futuro Fernando VII) promoviendo el denominado “Proceso del Escorial”. Como consecuencia, junto al Príncipe se unieron todos los que aborrecían a Godoy, formando el “Partido Fernandista” liderados por Escoiquiz.

Los fernandistas o “antigodoyistas” prepararon un decreto firmado por el Príncipe de Asturias, como rey de Castilla, con la fecha en blanco, para el caso de que acaeciera la muerte del rey. Godoy se enteró y mediante un anónimo comunicó a Carlos IV “la existencia de un complot dirigido por Fernando VII para destronarle y envenenar a la reina”. El rey arrestó a su hijo. El Consejo de Castilla, encargado de instruir la causa (Proceso de El Escorial), procedió sin plegarse a los deseos de Godoy dictó sentencia absolutoria para todos los acusados que a pesar de ello fueron desterrados de Madrid y de los Reales Sitios. El Proceso de El Escorial, no fue más que una acusación calumniosa contra el Príncipe de Asturias y no existió la conspiración sino en la malignidad del príncipe de la Paz.

Godoy buscará un aliado para robustecer su posición, Napoleón, con el que firmará el Tratado de Fontainebleau en 1807. En él, se permitía el paso hacia Portugal de las tropas francesas y el Príncipe de Asturias solicitaba en matrimonio a cualquier princesa de la dinastía Bonaparte. La familia real portuguesa bajo la protección de la flota británica, tuvo que embarcarse rápidamente hacia el Brasil, donde llegó a principios de 1808. Napoleón Bonaparte pretendía tener a España como país satélite, pero fue a partir de diciembre cuando decidió eliminar a los Borbones del trono. Para ello firmó un pacto secreto con Godoy (zona del Algarve), quien intentaría convencer a Carlos IV de que la única salida era trasladarse a lugar seguro, primero a Badajoz y desde allí a Sevilla o Cádiz. Parece que el rey estaba dispuesto al traslado (después de rechazar la idea del Consejo de Castilla, liderado por el Conde de Montijo), pero no el príncipe heredero.

En la noche del jueves 17 al viernes 18 de marzo se produjo un Motín formándose numerosos grupos de cuatro a seis hombres embozados y armados de palos capitaneados por el Conde de Montijo, rondando la casa de Godoy, mientras que el pueblo rodeaba el palacio de Aranjuez.

El 19 por la mañana, la tropa evitó que el pueblo entrase en palacio y linchara a Godoy. Carlos IV convocó a todos los ministros, y abdicó sobre Fernando VII.

El jubileo en toda España fue enorme, con la caída y encarcelamiento de Godoy y la llegada al poder de Fernando VII “el Deseado”.

El embajador francés no reconoció a Fernando VII mientras no recibiera instrucciones precisas de París, al igual que las fuerzas francesas, bajo el mando de Murat, que tenía la esperanza de que el emperador le ceñiría la corona de España.

El mariscal avanzó sin temor y el 23 de marzo sus tropas entraron en Madrid por la puerta de Alcalá a tambor batiente, consiguiendo que el viejo rey se retractara de su renuncia al trono en medio de una sublevación popular. El emperador envió a Madrid a Savary con la finalidad que Fernando VII acudiera a Bayona a entrevistarse (20-30 de abril) con el propio Napoleón, y mostrar a Murat sus planes de sustitución de los Borbones por los Bonaparte. A Fernando VII le convenía la entrevista en territorio español para que Bonaparte se conociera su popularidad. Savary aseguraba que el encuentro con Napoleón se haría en Burgos. Al no encontrar a Napoleón se dirigieron a Vitoria bajo los engaños de Savary. Las dudas planteadas en Burgos resurgieron de nuevo. Pero nuevamente convenció de ir a Bayona con nuevos engaños y agasajos sin obviar ciertas amenazas del mismo Napoleón.

El joven rey (24 años) dejaría en Madrid una Junta Suprema de Gobierno presidida por su tío, Antonio Pascual de Borbón y Sajonia.

El 2 de mayo los franceses intentaron llevarse al menor de los hijos de Carlos IV, el infante don Francisco de Paula, pero un pequeño grupo de personas reunidas en el Palacio Real impidió su salida. Unos 30000 hombres se lanzaron a la calle siguiendo a líderes como Daoiz, Velarde o el cura Merino, que trataron de cerrar las puertas de la ciudad con el fin de evitar la entrada de refuerzos franceses. Desalojadas de la calle de Alcalá por la carga de la caballería, las gentes se concentraron en la Puerta del Sol y el Parque de Monteleón, cuya guarnición sacó los cañones a la calle. Una vez reducidos los focos de resistencia, los franceses, al mando de Murat, practicaron una represión incontrolada.

LA RENUNCIA DE BAYONA

Fernando VII fue alojado en un viejo caserón en Bayona. Indirectamente Napoleón hizo ver a Fernando VII que había determinado el destronamiento de los Borbones en España. La sorpresa que cundió en el rey fue inmensa, se dieron cuenta que se encontraban prisioneros. Durante diez días, Napoleón insistió sobre Fernando VII en la necesidad de su renuncia. La resistencia del monarca obligó a Napoleón cambiar de táctica: lograr el favor de los reyes padres. En el palacio de Gobierno se encontraron con Godoy con entusiasmo, mientras que a su hijo le saludaron con el mayor desprecio. Napoleón se enteró del levantamiento del 2 de mayo y ordenó una nueva conferencia entre el rey padre, Fernando VII y él mismo. Napoleón se despidió ante éste último diciéndole: Príncipe, es necesario optar entre la cesión y la muerte. A la mañana siguiente Fernando VII renunció a la Corona en favor de Carlos IV. Lo que no sabía es que el día anterior el rey padre había cedido a Napoleón la Corona de España como única persona que puede restablecer el orden.

EL REINADO DE JOSÉ I “Pepe Botella” o “el Rey Republicano”.

El emperador obligó a su hermano mayor José, rey de Nápoles, a que aceptara la Corona española. Intentó con la cesión, no sólo un cambio dinástico, sino un cambio de régimen. Napoleón quiso reunir una Junta de notables, a modo de Cortes que en nombre del pueblo español aprobase el traspaso de la Corona. Se ordenó que se reuniesen en Bayona una representación de los tres brazos: clero, nobleza y estado llano. Muchos de los nombrados se negaron a asistir, se convocó a otras personas, la finalidad era aprobar una texto jurídico que lo legitimase, redactado por Maret su ministro de Asuntos Exteriores. El Estatuto de Bayona daba lugar a un sistema muy autoritario, sin división de poderes aunque se enuncian algunos derechos de los ciudadanos acompañados de reformas como la libertad de comercio, de imprenta o el “Habeas Corpus”. Realmente no se aplicó apenas y la mayor parte de los españoles ni siquiera se enteraron de su existencia.

Su reinado comenzó el 8 de julio. De iure José I quiso ejercer la soberanía apoyándose en los ministros reformistas ilustrados de su Gobierno, pero de facto José I se vio mediatizado por la tutela que le impuso su hermano.

Los que lo aceptaron recibieron el nombre de “josefinos, juramentados o afrancesados” por el juramento de fidelidad con carácter obligatorio a todos los funcionarios de la nueva Administración. Aunque algunos lo hicieron por escalar puestos en la Administración otros lo hicieron conscientemente y optaron por la dinastía francesa cuyo ideal no se diferenciaba del Despotismo Ilustrado. Además, la nueva dinastía les aseguraba evitar movimientos revolucionarios, que les podría impedir poner en práctica un programa de reformas. Hoy día se reconoce que, cuando menos, en muchos de ellos hubo una dosis de buena voluntad y un deseo de resolver los problemas de su patria.

La masa popular asumió el “vacío de poder” y delegó su responsabilidad en Juntas provinciales de armamento y defensa (Sevilla, valencia, Zaragoza, Oviedo, La Coruña, etc). En ellas se detecta cómo el pueblo confía en sus miembros de la jerarquía tradicional cuya estructura corresponde a la mentalidad del Antiguo Régimen. Sólo se las puede considerar revolucionarias por su enfrentamiento con las instituciones fieles al monarca intruso. Las Juntas se consideraron legitimadas porque al no poder Fernando VII ejercer su autoridad esta soberanía volvía a recaer en el pueblo.

En septiembre en torno a la patriarcal figura del conde de Floridablanca se agruparon en Aranjuez representantes de las Juntas para formar la Junta Suprema Central.



LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA (1808-1814).

Fue una guerra civil entre patriotas (liberales y absolutistas) y afrancesados, pero sobre todo una guerra internacional donde se enfrentaron las dos grandes potencias del momento, Francia en tierra y Gran Bretaña en los mares. Ésta última jugará un “doble juego” ya que era aliada de España en el escenario continental, pero enemiga en el ámbito americano.

Tras la derrota de Bailén el 19 de julio de 1808 del general Dupont frente al general Castaños -primera derrota napoleónica en campo abierto-, Napoleón decide ponerse al frente de su Grand Armée de 250.000 hombres (“la maldita guerra de España..”) y entró en España.

Comienza en Madrid, y tras las batallas de Espinosa de los Monteros, de Somosierra y consigue las tremendas victorias de Uclés, el segundo de los Sitios de Zaragoza (1808-9) y Ocaña (Salamanca, 1809), que hacen que la Junta Suprema Central abandone la Meseta para refugiarse, primero en Sevilla, y luego en Cádiz, que resistirá un largo y brutal asedio. Desde ahí, la Junta Central asiste indefensa a la capitulación de Andalucía.

En 1810 sólo Cádiz quedaba al margen de la autoridad del emperador. Las guerras de guerrillas aumentaron de número y durante los siguientes dos años tuvo lugar una lucha brutal y desesperada.

Hubo que esperar al verano de 1812 para que los aliados anglo-hispano-portugueses dirigidos por el Duque de Wellington, pudieran lanzar una gran ofensiva y derrotar a los franceses en las batallas de Ciudad Rodrogo y de los Arapiles (1812), obligando a José Bonaparte a huir temporalmente de Madrid. Los franceses evacuaron definitivamente Andalucía.

Mientras tanto, la campaña de Rusia en el invierno de 1812, desplazó de nuevo a Napoleón absorbiendo el grueso de los recursos franceses, lo que hizo que durante 1813 el ejército francés fuese retirándose y perdiendo territorio.

Tras las batallas de Vitoria (junio) y San Marcial (agosto -Irún), fueron expulsados de España en octubre de 1813. Los aliados cruzaron los Pirineos y la guerra prosiguió en Francia, donde finalmente, Napoleón pidió la paz.

Napoleón decidió devolver el trono a Fernando VII mediante el Tratado de Valençay, intentando conseguir su neutralidad en diciembre 1813.

Las consecuencias humanas (unos 300.000 muertos) y materiales (destrucciones y saqueos) de la guerra fueron enormes, lo que agudizó la crisis arrastrada desde tiempos de Carlos IV.

Será importante la aportación de la iglesia para movilizar al campesinado, ante la falta de burocracia ante el invasor y de bandoleros como Juan Martín Díez o “el Empecinado” o Curro Jiménez, “el barquero de Cantillana”).

Se llevó a cabo una depuración y persecución de los afrancesados (Meléndez Valdés, Llorente, Aranza, etc) acusados de traición.

LAS CORTES DE CÁDIZ.

Las escasas victorias militares obtenidas por la Junta Suprema Central crearon el descontento, siendo disuelta y el poder transferido a un Consejo de Regencia, presidida por Castaños (otros 5 miembros) y en manos económicamente de la Junta de Cádiz.

El 24 de septiembre de 1810, en la isla de León (San Fernando), los liberales que se encontraban en Cádiz llevarón a cabo el primer Decreto convirtiendo las Cortes “generales y extraordinarias” en una Asamblea constituyente.

Se dio en Cádiz, ciudad abierta y cosmopólita, que además de ser junto con Alicante la única ciudad no ocupada por los franceses, era un gran centro comercial con individuos ilustrados e inconformistas que servirían como “diputados suplentes”. Había mayoría de diputados eclesiásticos pero representaban a un clero urbano e ilustrado (Espiga, Villanueva o Martínez Marina), un minúsculo porcentaje de nobles y cerca del 56% de los diputados pertenecía al tercer estamento (militares, catedráticos, funcionarios, escritores y comerciantes).

El proceso reformador que llevan a cabo los liberales en las Cortes de Cádiz consiste en la sustitución de las estructuras sociales, económicas y políticas del Antiguo Régimen por la de una Estado liberal.

Después de esa revolución política comenzarían a aprobarse la libertad de imprenta, se puso fin al feudalismo declarando abolido el voto de Santiago (impuesto de mantenimiento de su culto), régimen señorial (conversión de los títulos señoriales en contratos de propiedad particular), y gremial, posibilitando la libertad de comercio, industria y contratación, la supresión de la Inquisición en 1813, los privilegios de la Mesta, la tortura y puesta en marcha de una tímida desamortización en 1813, y de una reforma fiscal.

LA CONSTITUCIÓN DE 1812.

La Constitución fue promulgada el 19 de marzo de 1812, “La Pepa”.

Se trata de la primera constitución española (tercera del mundo por detrás de la americana de 1787 y de la francesa de 1791), ya que el Estatuto de Bayona de julio de 1808 era una carta otorgada al margen de la voluntad popular. En su elaboración participaron liberales como Agustín Argüelles y Diego Muñoz Torrero.

Constará de 384 artículos y cuatro principios fundamentales:

Soberanía nacional. El titular último del poder es el pueblo, la soberanía dejaba de descansar en el rey.

División de poderes. El poder legislativo recaía en manos de unas Cortes unicamerales, el poder ejecutivo descansaba en el rey (y en su ausencia la Regencia), y el poder judicial en los tribunales y los jueces, además el rey no podía disolver las Cortes, y éstas debían reunirse por lo menos durante tres meses al año.

El derecho de representación. A diferencia de las antiguas Cortes, los diputados representan a la nación “de ambos hemisferios” (inclusión del pueblo español americano) y no a los estamentos, eran elegidos por sufragio universal indirecto de todos los hombres mayores de 25 años.

La declaración de derechos. Propugna la igualdad ante la ley, el derecho y la defensa de la propiedad privada, contemplando un catálogo amplio de derechos y libertades individuales como la libertad de expresión.

Otros puntos serán la proclamación del catolicismo como única confesión (artículo 12 -gesto condicionado por la guerra y la necesaria colaboración del clero en ella) y la creación de la MILICIA NACIONAL, un nuevo ejército que defendía a la nación y sustituía al ejército de la monarquía.

Entre los referentes ideológicos del liberalismo español es evidente la influencia de las ideas ilustradas, en concreto de la filosofía política de la Ilustración (Montesquieu, Voltaire y Rousseau), sin olvidar el sistema parlamentario inglés y el sistema político de Estados Unidos que sirvieron como modelos a seguir. La Escuela Clásica de Adam Smith influyó en el pensamiento económico, y por supuesto la tradición teórica política española de Vitoria y Suárez.

En cuanto a las fuentes sociales podemos afirmar que el campesinado apenas sacó beneficios de la revolución, aunque participase en la lucha armada. Los grupos sociales que protagonizaron la revolución liberal fueron la nobleza terrateniente y la burguesía comercial, industrial y de profesiones liberales, al ser una base social restringida pronto sucumbió con el regreso de Fernando VII, de hecho nadie luchó por mantener la Constitución de 1812.



El propio Marx se refería a dos Españas que luchaban contra Napoleón de la siguiente manera: una (la de Cádiz) generadora de "ideas sin acciones"; y la otra (la del pueblo) generadora de "acciones sin ideas".



EL REINADO DE FERNANDO VII “el Deseado” (1814-1833).



EL SEXENIO ABSOLUTISTA (1814-1820).

Fernando VII, hijo de Carlos IV y Mª Luisa de Parma, pudo finalmente regresar a España el 22 de marzo de 1814.

Las Cortes querían que el rey jurase la Constitución, fijaron el itinerario que debía seguir el rey desde su entrada en España, algo que incumplió el monarca acudiendo a Zaragoza para enfervorizar a las masas y conocer cuál era el grado de apoyo de que contaba entre el pueblo. Además, las Cortes aprobaron un decreto por el que se condenaba a pena de muerte a cualquiera que jurase lealtad de Fernando VII si este antes no hubiera jurado la Constitución.

Cuando desembarcase en abril en Valencia, el Presidente del Consejo el Cardenal Luis María de Borbón y Vallabriga (sexto hijo de Carlos III e Isabel de Farnesio) como uno de los regentes durante la guerra de la independencia y que tenía instrucciones precisas de que Fernando jurase la Constitución, pero fue él quien tuvo que ceder ante el monarca y antes le juró lealtad (fue obligado a renunciar el arzobispado de Sevilla).

Allí recibió el Manifiesto de los Persas firmado por un tercio de los diputados de las Cortes solicitando el regreso al absolutismo y el apoyo del general Elío.

Las vacilaciones de Fernando VII concluyeron cuando llega a Madrid y da el golpe de Estado por medio del Real Decreto del 4 de mayo de 1814 en el que, a cambio de vagas promesas, declaraba nulos y sin ningún valor ni efecto la Constitución y decretos de las Cortes “como si no hubiesen pasado tales actos....”

El sexenio absolutista se caracterizó por:

a) La represión contra liberales y afrancesados (1º exilio de la España contemporánea hacia Francia y Reino Unido -ej. José María Blanco White) y la vuelta al pasado: restauración de la inquisición, del régimen señorial, de la mesta, de los gremios, la devolución de los bienes desamortizados, etc.

b) La grave situación económica, debido a las destrucciones de la guerra, la pérdida de las colonias americanas con líderes como Simón Bolívar o José de San Martín (deuda por los gastos militares de 1500 millones de reales) y a la imposibilidad de una necesaria reforma fiscal propuesta por Martín de Garay (oposición de los nobles, el clero y las órdenes militares que no querían pagar).

c) La oposición liberal (militares y masones) mediante fallidos pronunciamientos.

Dentro del ejército los que se sublevaron fueron los guerrilleros que estaban descontentos del licenciamiento forzoso y de la falta de recompensas por sus sacrificios durante el conflicto, recompensas que recaían sobre los regulares que en ocasiones eran lo que menos esfuerzo habían demostrado, de ahí que los ex-guerrilleros se hicieran liberales y masones, el primer pronunciamiento fue el de Espoz y Mina en Pamplona 1814, le sigue el de Díaz Porlier en La Coruña 1815, Richart en Madrid 1816, Luis Lacy en Cataluña 1817, Joaquín Vidal en Valencia, Enrique en Cádiz y Plan Beita (en Francia) en 1819.

d) Política marcada por la “camarilla” en la que destacaba la mediocridad de sus consejero que provocó una gran inestabilidad política (hubo 28 ministros) y que hizo que todos considerasen el sexenio absolutista como un fracaso.



EL TRIENIO LIBERAL (1820-1823)

El 1 de enero de 1820, aconteció otro pronunciamiento, la insurrección ahora de Rafael Riego en Cabezas de San Juan con “el ejército de la isla”,un episodio político intranscendente en sí mismo, sirvió para poner en relieve la debilidad del régimen.

Los sucesivos levantamientos urbanos que siguieron al de Riego vinieron a agravar la situación, el rey no supo qué hacer y finalmente el 7 de marzo aceptó la vuelta al régimen constitucional.

El Trienio Liberal comenzó con la AMNISTÍA y el regreso del exilio de destacados liberales como José Canga Argüelles que reconstruyeron la “obra de Cádiz”: se repuso la Constitución de 1812, por lo que se suprimió de nuevo el régimen señorial y gremial, la Inquisición, la Compañía de Jesús, se continuó la labor desamortizadora, se recuperó la Milicia Nacional, aparecieron los ayuntamientos y diputaciones provinciales y se elaboró un primer Código Penal, además de un conjunto de leyes para el fomento del comercio, industria y agricultura.

Sin embargo, se encontró con una doble dificultad, por un lado el recelo del absolutismo (tanto en el exterior con la Santa Alianza, como en el interior con “la Regencia de Urgell”) y la resistencia de la nobleza, del clero y del rey y por el otro, la falta de apoyo inicial y creciente hostilidad del campesinado que no consiguió sus tradicionales aspiraciones al reparto de tierras y la rebaja de los impuestos.

Esta transformación del régimen “desde arriba” (los moderados tuvieron el gobierno los dos primeros años del Trienio y disolvieron “el ejército de la isla”, la supresión de las sociedades patrióticas, sufrieron la insurrección realista de 1821 -después llegarán otras como la de “El Royo” en Teruel o “El Locho” en La Mancha, ambas en 1824 o la de Bessiéres en Madrid al año siguiente, 1825-, golpe de estado del rey en 1822, etc) no satisfizo ni a unos ni a otros y estaba condenada a morir.

El último año de gobierno exaltado aumentó la presión internacional lo que provocaría la caída del Trienio, propiciada por la intervención de la Santa Alianza (obra del Congreso de Viena ideado por Metternich) presionada por Francia, que deseaba acabar con el régimen liberal español para que no hubiese influencias sobre su país. En noviembre de 1822 durante el Congreso de Verona, Austria, Francia, Prusia y Rusia consintieron la entrada en España en abril de 1823 de “Los Cien Mil Hijos de San Luis” al mando del duque de Angulema. Sin embargo, la realidad demostrada por Rosario de la Torres del Rio en 2011, es que no hubo acuerdo en tal sentido.

En cualquier caso, la realidad es que no hubo resistencia, sólo Cádiz resistió con las armas, tras un bombardeo se rindió el 1 de octubre de 1823.

Como característica del período, se ha de valorar la división de los liberales en dos tendencias:


MODERADOS (Plan de Cámaras)
Doceañistas”
PROGRESISTAS
Veinteañistas”
Soberanía Nacional
Derecho de veto del monarca
Relación con la Iglesia
Sufragio Censitario
Derechos limitados
Pervivencia de privilegios (linaje)
Autoridad
Tradición
Ejército (Guardia Civil)
Centralismo
Proteccionismo
Constituciones: Estatuto Real de 1834, 1845 y 1876).
Base social: nobleza terrateniente, la alta burguesía, los altos jefes militares y la mayor parte del campesinado.
- Martínez de la Rosa
Soberanía compartida (Rey-Cortes
División de poderes
Laicismo
Sufragio Universal masculino
Amplitud de derechos
Igualdad ante la ley (riqueza)
Tolerancia
Progreso
Milicia Nacional
Subsidiariedad (poder municipal)
Librecambismo
Constituciones: 1837, 1854 (nonnata), 1869 y 1874 (I República).
Base social: baja burguesía, profesiones liberales, militares de pequeña graduación y una parte de la clase obrera.
- Romero Alpuente



LA DÉCADA OMINOSA (1823-1833).

A partir de octubre, Fernando VII gobernará de nuevo como rey absoluto (..son nulos los actos del gobierno constitucional...contra mi voluntad..) y lo primero que hará será ejecutar a Rafael Priego en la Plaza de la Cebada de Madrid (como mártir o héroe nacional por los liberales. le crearán un himno en su honor, que posteriormente será el de la 2ª República).

Posteriormente, hará su entrada triunfal en Madrid el 13 de noviembre de 1823.

La clave de este cambio residirá en la inviabilidad del absolutismo como sistema político, siendo una década de objetivos limitados por temor a una acción subversiva liberal, por lo que se exiliarán entre 15 y 20000 personas (Argüelles, Mendizábal, Martínez de la Rosa, Conde de Toreno, Duque de Ribas, etc), sobre todo a Inglaterra.

El aparato represivo absolutista se articuló entorno a cuatro instrumentos básicos:

  • la Superintendencia General de Policía y de las Comisiones Militares (depuración de 80000 funcionarios), de igual modo, las tropas francesas se quedarán durante cinco años para mantener el “control social”..
  • el Cuerpo de Voluntarios Realistas (opuesta a la Milicia Nacional),
  • los Tribunales de Justicia (ej. ejecución de Mariana Pineda. Su “delito”: bordar en la bandera española:Libertad, Igualdad y Ley..o el fusilamiento de Torrijos, ambos en 1831) y,
  • las Juntas de Fe, herederas de la Inquisición (las universidades fueron cerradas en 1830) y con la presencia del Ministro de Gracia y Justicia, Calomarde.

Gobiernos:

El primero fue el de Ofalia; le sigue Cea Bermúdez que hace frente a la revuelta de Jorge Bessiéres de carácter absolutista (en la defensa de que Fernando VII no era lo suficientemente absolutista); el Duque del infantado hizo frente a la revuelta de los moderados de Espoz y Mina que mediante vía legislativa a punto estuvo de acabar con el absolutismo; González Salmón apoya la causa absolutista durante la Guerra Civil Portuguesa entre 1829-33 hasta que Francia e Inglaterra presionan para que adoptemos la neutralidad, el rey apaciguó la revuelta de los realistas agraviados o “malcontents” catalanes en 1827, partidarios de su hermano Carlos María Isidro y convertirá a Barcelona en un puerto franco que permitirá su industrialización.

Hubo dos preocupaciones fundamentales:

1) Restablecimiento de las instituciones absolutistas, anteriores a 1820 (Decreto del 1 de Octubre de 1823 en el Puerto de Santa María).

  • Creación del Consejo de Ministros en 1823 y desaparición del antiguo Consejo de Estado.

2) Contraer el gasto público con:

  • la reforma fiscal de López Ballesteros de 1824 (primeros Presupuestos Generales del Estado de la Hª de España) donde se decide no pagar la deuda exterior lo que provoca una caída en la inversión de capitales, con la creación de organismos como:
  • la Real Caja de Amortización y el Tribunal de Cuentas,
  • el Código de Comercio y el Banco de San Fernando (antecedente del Banco de España) en 1829 , o
  • la fundación de la Bolsa de Comercio en 1831 o el Ministerio de Fomento en 1832.

Hacia el final de su reinado tuvo un acercamiento a los liberales que eran los únicos que aceptaban a su hija, con el problema sucesorio.

En 1829 moría su esposa María Josefa Amalia sin darle hijos. Rápidamente se le buscó una nueva mujer y fue María Cristina de Nápoles de tan solo 23 años. Fue su cuarta esposa y fruto del matrimonio nace su hija Isabel en 1830, y posteriormente su hermana Luisa Fernanda (casará con el Duque de Montpensieur).

La Ley Sálica (dictada por Felipe V en 1713), que impedía reinar a las mujeres, es derogada por Fernando mediante una Pragmática Sanción en 1830 lo que dejaba a su hermano Carlos María de Isidro sin trono.

En 1832 el rey Fernando VII estaba en peligro de muerte debido a una enfermedad, los embajadores de las naciones absolutistas como Austria y Cerdeña y el Jefe de la Guardia Real presionaron a la reina en que debía elegir ante el posible fallecimiento del monarca entre una sucesión pacífica para Carlos o una Guerra Civil para que gobernara su hija, pudo en esta ocasión el lado patriótico y optó por dejar a su hija sin corona, en septiembre de 1832 en la Granja (LOS SUCESOS DE LA GRANJA) el rey rubricaba un documento redactado por el Ministro de Gracia y Justicia Francisco Tadeo Calomarde en presencia de su esposa la derogación de la Pragmática Sanción, este documento debía mantenerse en secreto hasta la muerte del Rey.

Sin embargo, pronto se supo entre los círculos liberales y estos llegaron a la corte a ofrecer sus servicios a la reina contra el absolutismo, ella cambia de opinión cuando regresa su hermana pidiéndola también que echara marcha atrás. Entonces se organiza un auténtico golpe de estado contra Carlos, todos los miembros del ejército y la policía de carácter absolutista son sustituidos, se declara una amnistía para los liberales y se busca un cabeza de turco que es Calomarde que fue desterrado, finalmente el rey hace pública su retracción del documento por el que derogaba la Pragmática Sanción.



PERIODO DE REGENCIAS (1833-43 ).

La regencia de María Cristina de Nápoles y Borbón (1833-40).

LA PRIMERA GUERRA CARLISTA

En mayo de 1833 las Cortes aceptan a Isabel como heredera de Fernando VII, tras la muerte del rey en septiembre, Carlos Mª Isidro se autoproclama Carlos V y marcha al exilio a Portugal, prepara la guerra, por el Manifiesto de Abrantes y llama a los españoles a la insurrección, iniciándose una guerra civil, la 1ª guerra carlista (1833-39).

Ante la minoría de edad de Isabel, María Cristina inició su regencia (29/9/1833) concediendo una amplia amnistía para buscar el apoyo liberal, ya que aunque ella no fuese afín a sus ideas, les necesitaba frente a los carlistas, y formó gobierno con los moderados.

Gobierno inicial moderado (1833-35)

El primer presidente del gobierno sería Cea Bermúdez, todavía partidario de la monarquía absoluta, pero con un antiguo afrancesado como Ministro de Fomento, Javier de Burgos, que propondría una división provincial muy cercana a la actual.

El carlismo triunfó en Navarra, País Vasco, norte del Ebro (Cataluña) y Maestrazgo (Aragón), aunque las ciudades como San Sebastián, Bilbao, Vitoria y Pamplona, tras unos primeros instantes bajo el carlismo, se pasaron al bando liberal. Por ello, podemos decir que fue un movimiento rural y conservador, liderado por la aristocracia u oligarquía terrateniente y sostenido por un fiel y abnegado campesinado.

La ideología carlista se resumía en el lema: Dios, Patria, Fueros y Rey:

a) Tradicionalismo católico a ultranza;

b) Oposición al liberalismo (Cristinos o Isabelinos) y al capitalismo de la clase burguesa (masonería);

c) Defensa del foralismo vasco-navarro, amenazadas por las reformas centralistas de los liberales y del Antiguo Régimen mediante la unión indisoluble del Trono y el Altar.

Fases:

- 1833-35 el coronel Zumalacárregui, antiguo militar de la Guerra de Independencia, consigue imponerse en el norte mediante la guerra de guerrillas tomando la fábrica de armas de Orbaiceta y derrotando a Valdés en las sierras de Urbasa y Andía, hasta su fracaso y muerte en el sitio de Bilbao (1835). Zumalacárregui no era partidario de poner sitio a Bilbao pero Carlos V insistía en la necesidad de una gran victoria, fue un fracaso, los carlistas son nuevamente derrotados en la Batalla de Mendigorría;

- 1835-7 columnas (entradas o partidas realistas) carlistas penetran en territorio isabelino hasta Cádiz y Madrid para extender el carlismo, sin éxito, estas llegaron hasta Cádiz.

La más importante fue “la expedición Real en 1837” de Carlos V que puso sitio a Madrid, pero su abandono dejó al carlismo sin fuerzas;

- 1837-40 los carlistas están divididos (se suceden los fusilamientos entre los mandos) y son derrotados por las campañas del general Espartero ocupando los fuertes Ramales y Guardamiro en Cantabria, (financiadas por la desamortización), hasta que llega el Convenio o “Abrazo” de Vergara entre Maroto y Espartero puso fin al conflicto en 1839.

Maroto deseaba el matrimonio entre el hijo de Carlos VI, el Duque de Montemolín, con Isabel pero no hubo acuerdo en este asunto. Sí consiguió la incorporación de los oficiales carlistas en las filas del ejército isabelino y vagas promesas por conservar los fueros.

Aún así, la resistencia continuo, quedando los últimos reductos dirigidos por el General Cabrera en Cataluña y Maestrazgo hasta 1840 con la llegada a la regencia de Espartero.

El Ejército se había convertido, a consecuencia de las guerras carlistas, en la fuerza más importante del Estado. Por ello, la intervención militar bajo la forma de pronunciamientos (golpes de Estado) se convirtió en algo crónico en el siglo XIX. El Ejército era liberal moderado o progresista, hasta el punto de que cada partido contaba con un dirigente militar llamado espadón.

Otra de las bases del nuevo estado liberal español estaba en los partidos políticos, en opinión de Tuñón de Lara, “agrupaciones de notables sin organización, dependientes de estas grandes personalidades del ejército como Espartero (progresista), Narváez (moderado) u O,Donell, éste último como líder de un nuevo grupo centrista, la Unión Liberal.

Fuera de la legitimidad estaban los absolutistas (llamados serviles y más tarde persas) que pasaron a las filas del carlismo, como hemos visto anteriormente.

En 1834 Martínez de la Rosa (en el exilio desde 1823) promulgó el Estatuto Real, que supuso la transición de la monarquía absoluta a la constitucional.

Era una carta otorgada, propia del liberalismo doctinario, que trataba exclusivamente temas políticos, creaba unas Cortes bicamerales con poderes muy reducidos formadas por:

  • una Cámara Alta "de Próceres", compuesta por los Grandes de España y otros miembros elegidos por el rey con carácter vitalicio, y
  • una Cámara Baja "de Procuradores" que se elegía por sufragio censitario masculino (según sus “capacidades”, un censo de 16.000 de un total de 12 millones de hab).

Lo más importante del nuevo sistema era que el monarca renunciaba al poder absoluto, y compartía su poder con las cortes (SOBERANÍA COMPARTIDA) aunque se reservaba importantes atribuciones, como el derecho de veto o la potestad de su suspensión o disolución en momentos de “crisis”.

El Estatuto Real satisfizo a los moderados, pero no a los exaltados, más fieles a la Constitución gaditana.

Los moderados tuvieron el poder durante casi todo el reinado de Isabel II. Como liberales conservadores, su base ideológica era el liberalismo doctrinario, un pretexto de la defensa del "orden" de la clase dominante, (adaptación realizada por Andrés Borrego del liberalismo de Luis Felipe de Orleáns al caso español) aunque dentro de ese moderantismo se podría distinguir:

  • una facción antiliberal: Donoso Cortés (sólo en la inteligencia reside el poder) o Bravo Murillo;
  • un centro: Alejandro Mon, el general Narváez y Martínez de la Rosa;
  • una vanguardia: Ríos Rosas y el general Serrano.

Gobiernos progresistas (1835-37)

Otros elementos dinamizadores del régimen eran las Juntas y la Milicia Nacional que se desarrollan principalmente en la ciudad donde los progresistas consiguieron, mediante levantamientos con la fuerza de los ciudadanos armados, cambiar el rumbo de la vida política.

En 1835 el Conde de Toreno sustituyó a Martínez de la Rosa durante cuatro meses teniendo a Juan Álvarez de Mendizábal (también en el exilio desde 1823) como ministro de Hacienda. Después, con la “revolución de 1835” (formación de juntas locales y asaltos a conventos y disolución de la Compañía de Jesús, incendio de la fábrica Bonaplata en Barcelona, etc) por presión del embajador británico ante la regente, fue presidente del gobierno.

Mendizábal promovió la desamortización eclesiástica realizada por un decreto de marzo de 1836 y reafirmada en la ley de julio de 1837, por la cual los bienes del clero regular fueron nacionalizados y puestos a la venta.

Perseguía un triple propósito:

  • costear la guerra carlista;
  • acabar con el clero que apoyaba al carlismo;
  • crear una copiosa familia de propietarios adictos al régimen liberal.

Sus resultados fueron decepcionantes ya que no se logró reducir la deuda pública, y el liberalismo se granjeó enemigos entre los católicos (rechazo del papa Gregorio XVI). A su vez, un amplio sector del campesinado se hizo antiliberal y al vender las “tierras en manos muertas” en subastas abiertas, no siempre pasó a miembros adictos a su causa.

El nuevo gabinete propuso “grandes reformas” como la necesidad de una Declaración de derechos del ciudadano, someter el gobierno al Parlamento, la integración de las Juntas y milicias urbanas en las Diputaciones Provinciales o la reorganización de la Milicia Nacional en una “Guardia Nacional” que ayudase a ganar la guerra contra los carlistas.

Pero en definitiva, al no acabar con la guerra ni sanear la deuda pública, “obligaría” a María Cristina a eligir un nuevo gobierno moderado, ahora con Istúriz, ayudado por otro moderados como Alcalá Galiano y Ángel de Saavedra.

Su llegada supuso un paso atrás en la izquierdización del régimen por lo que sobrevino el “Motín de los sargentos de la Granja” de San Ildefonso en 1836, apoyados por las Juntas y la Milicia Nacional.

La regente se vio obligada a entregar el gobierno otra vez a los progresistas, ahora a Calatrava, con quien vio a la luz la Constitución de 1837.

Texto jurídico de tan solo 77 artículos era de clara inspiración progresista: Soberanía nacional, División de poderes, el legislativo recaía en las Cortes bicamerales, Congreso de Diputados y Senado (elegidos estos últimos por el rey), pero que incluyó concesiones a los moderados como el reconocimiento de importantes atribuciones al monarca (poder ejecutivo e iniciativa legislativa o el derecho de representación).

La Ley Electoral de 1837 estableció un sufragio censitario masculino, aunque más numeroso que el del Estatuto Real, ampliando derechos y libertades individuales como la libertad de expresión.

Otros aspecto a tener en cuneta es que no prohibía otras religiones (libertad de credo), pero el Estado se comprometía a mantener el culto católico para compensar la desamortización anterior.

El trienio moderado (1837-1840)

Tras la caída del gobierno de Calatrava en 1837 tuvo lugar un intento de volver al moderantismo por la Regente con Azara, seguido de Narciso de Heredia y Fernández de Velasco. Será Evaristo Pérez de Castro el que proponga la Ley de Ayuntamientos, la cual establecía el nombramiento gubernamental de los alcaldes (contrario al artículo 70) en pos de un fuerte centralismo y que contó con el beneplácito de María Cristina, lo que puso en marcha una campaña de desprestigio de la prensa progresista contra su persona en la que se mezclaron sus escándalos con el Guardia de Corps Fernando Muñoz, y que iba acompañada de otra campaña para encumbrar a Espartero como el pacificador de España en Vergara. Todo esto provocó la sustitución de Castro por Modesto Cortázar, y el estallido de revueltas progresistas en la denominada “revolución de 1840” con la formación de “Juntas Revolucionarias” que desafiaron la autoridad de la regente, que terminó con su caída y exilio.



La regencia de Espartero 1840-43.

Espartero pertenecía a una humilde familia de La Mancha (Ciudad Real), con 15 años había tomado las armas contra los franceses y en 1815 desembarcó con Morillo en la guerra de emancipación americana, era un liberal convencido. Su vida cambia cuando casa con Jacinta Martínez Sicilia, que le hace subir de status como Conde de Luchana (después de la Paz de Vergara tendrá otro título, Duque de la Victoria).

Tras su intento de volver al moderantismo, María Cristina fue obligada a renunciar al trono por la Ley de Ayuntamientos (1840) y por el escándalo de su matrimonio morganático con Agustín Fernando Muñoz y Sánchez (el testamento de Fernando VII dejaba claro que perdería la regencia si contrajese matrimonio con otro hombre).

En Barcelona se iniciará un nuevo proceso revolucionario mediante la formación de Juntas y con participación de la Milicia Nacional, por lo que ante el temor de un “poder bicéfalo” junto al general Espartero, la regente es obligada a salir de España y exiliarse en Francia. Según la Constitución de 1837 se necesitaba un regente hasta que Isabel cumpliera la mayoría de edad, la Junta de Madrid progresista se divide en dos grupos los “unitarios” (una sola persona) y los centralistas o trinitarios (tres regentes), ganan los primeros y Espartero asumió la regencia a propuesta de las Cortes.

Espartero continuó con la desamortización mediante la Ley de 1841, nacionalizando los bienes de la iglesia y el impuesto del diezmo lo que favorecerá la ruptura total con la sata sede de Gregorio XVI.

También llevará a cabo la “Ley de centralización administrativa” que supondrá el recorte de los fueros vasco-navarros, que propiciará el mantenimiento de la oposición carlista, a la que se unen los moderados como muestra el pronunciamiento del general Diego León, ejecutado por el regente.

En 1842 firma un acuerdo librecambista con Gran Bretaña, que perjudicaría a la industria textil catalana y provocaría un motín en Barcelona. El bombardeo de la ciudad el 3 de diciembre liquidó el prestigio del general.

Su política autoritaria o dictadura militar le había llevado a tener la oposición, no solo de los moderados (ejecución de militares como Montes de Oca o Borso de Carminati), sino también del ejército, ante su relación con su camarilla (los “ayacuchos”) y de su propio partido progresista, ya que frente al grupo “esparterista” o unitario del Senado (se lo permitía la constitución como jefe del estado), liderado por Antonio González, aparecerán en el Congreso los trinitarios divididos a su vez entre “radicales” de Joaquín María López, Fermín Caballero o Pascual Madoz, y “templados” de Salustiano de Olózaga y Manuel Cortina.

Tras el gobierno en mayo de 1843 de tan solo de 10 días de Joaquín María López, un golpe de Estado dio el poder a los moderados dirigidos por el capitán general de Madrid, Ramón María Narváez, (que había preparado el golpe desde Francia, donde se refugiaba María Cristina con el apoyo de Luis Felipe de Orleáns) y el general O,Donnell, presidente de la Orden Militar Española, creada por Mª Cristina.

Éstos desembarcaron en Valencia, y más tarde derrotaron al general esparterista Antonio Seoane en Torrejón de Ardoz el 22 de julio, por lo que Espartero tuvo que embarcar en el crucero Meteor para Inglaterra.

Ante un momento convulso, tras el accidentado gobierno de Olózaga, llega al gobierno el moderado González Bravo que convoca elecciones para enero de 1844.



EL REINADO DE ISABEL II



LA DÉCADA MODERADA (1844-1854).

Con la mayoría de edad de la reina Isabel II (trece años) se producirá la consolidación del estado liberal, pero no la estabilidad política (55 gobiernos) ya que se inclinará claramente por los moderados (gobernaron 23 de los 25 años), al igual que su madre.

Aún así, los moderados estaban divididos en tres grupos:

  • la facción Viluma de Pezuela marqués de Viluma que proponía la concordia con los carlistas por medio del matrimonio entre Isabel y el hijo de Carlos V, el Conde de Montemolín, con un sistema sin partidos políticos;
  • los puritanos de Pacheco y Ríos Rosas que pretendían reformar la Constitución de 1837;
  • la facción Narváez, apoyada en intelectuales como Alejandro Pidal y Mon y su hijo Pedro José Pidal (“el Marqués de Pidal” Director de la Real Academia de la Historia) que creían que el poder no se otorgaba, se conquistaba, proponiendo una nueva Constitución, la de 1845, sin respeto por la concordia.

El monopolio moderado fue fruto de la elección de la reina y las elecciones amañadas, lo que llevó a los progresistas al retraimiento de la política y al pronunciamiento militar como única forma de alcanzar el poder.

En 1844 gobernaron los moderados comandados por su Espadón de Loja, el general Narváez, y tras el breve gobierno del Marqués de Miraflores volvería otra vez al gobierno con actuaciones como:

a) El reforzamiento del poder real.

b) Creación de la Guardia Civil en 1844, frente a la Milicia Nacional progresista.

c) Se crea el ejército permanente con el sistema de “quintas”.

d) La centralización administrativa con la aprobación de una nueva Ley Municipal (de Ayuntamientos) en 1845 que situaba a gobernadores civiles en las provincias, afines al gobierno, y estos imponían a su vez, el nombramiento gubernativo de los alcaldes por el el senado...la corona.

e) La Reforma fiscal, promovida por Alejandro Pidal y Mon (Ministro de Hacienda de Narváez) y cuyos detalles corren a cargo de Ramón Santillán en 1845, creando un sistema fiscal moderno, que supuso la liquidación de la fiscalidad del Antiguo Régimen (millones o sisa, alcabala, diezmo...), con una Contribución Directa, es decir, una cantidad asignada a cada provincia y repartida entre los municipios. También se creará la única contribución de Consumos que incluía todos los impuestos indirectos en uno solo.

Todo ello permitió aumentar las rentas del Estado y que este se lanzara a nuevas empresas.

e) La Constitución de 1845 defendía una soberanía compartida (Corona-Cortes), con unas cortes bicamerales que compartían la potestad legislativa con el rey, cuya figura quedaba muy robustecida con derecho de representación, veto o disolución, por tanto, la no división de poderes, un recorte de derechos y libertades individuales como la libertad de expresión y una nueva Ley Electoral en 1846 que reduciría el número de electores por el sufragio censitario masculino.

Otros aspectos fundamentales serían el religioso, con la vuelta a la confesionalidad católica del estado, y la supresión de la Milicia Nacional.

f) La Ley de imprenta.

g) Se crea en 1844, a partir del Banco de San Fernando (desde 1829 y del que fuera Banco de San Carlos) y tras la reforma fiscal de 1845, el Banco del Gobierno. Después nacerá el Banco de Isabel II y ambos se fusionan en 1847 convirtiéndose en Banco de España en 1856, que ejercerá el monopolio en la emisión de billetes y monedas en 1874 cuando el gobierno de la república autoritaria de Serrano le concedió este privilegio a cambio de 100 millones de pesetas. En los años 50 el negocio bancario es beneficiado por las leyes del Bienio Progresista por lo que se expande este negocio. En los 80 la banca catalana entra en crisis, se mantienen Banesto, Vizcaya e Hispano Americano. A principios del siglo XX el Crédito Mobiliario se convierte en Banco Español de Crédito, se mantienen los demás bancos y aparecen otros que empiezan a invertir en la industria una vez se nacionaliza la deuda pública tras la Primera Guerra Mundial.

Sistema monetario. En estos años también se sientan las bases del sistema monetario español mediante la peseta como moneda nacional que nace oficialmente en 1868 con Laureano Figuerola.

Otros gobiernos moderados fueron, el de Istúriz, que en la Conferencia de Êu en 1845 resuelve el matrimonio de Isabel con su primo D. Francisco de Asís y Borbón (hijo de Francisco de Paula, hermano de Fernando VII) en 1846 (ella tenía 16 años y él tendencias homosexuales, fue un fracaso de matrimonio)que no gusta a Narváez por lo que se retira del gobierno.

Al año siguiente surgirá la Segunda Guerra Carlista (1846-9).

La Segunda Guerra Carlista, también llamada “guerra dels matiners”, tuvo lugar fundamentalmente en Cataluña debido, al menos teóricamente, al fracaso de los intentos de casar a Isabel II con el pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón, Duque de Montemolín, que había sido pretendido por distintos sectores moderados de Isabel, singularmente por Juan Donoso Cortés, y del carlismo.

Sin embargo, Isabel II terminó casándose con su primo Francisco de Asís de Borbón. Ramón Cabrera intentó organizar lo que denominó el Ejército Real de Cataluña sin mucho éxito, y tampoco pudo entrar en el Maestrazgo.

A finales de 1848 el nuevo capitán general de Cataluña, Manuel Gutiérrez de la Concha, consiguió debilitar la resistencia de las partidas carlistas. Esto, unido a los fracasos de sublevaciones carlistas en Guipúzcoa, Navarra, Burgos, Maestrazgo y Aragón, dificultó continuar con el conflicto. En 1849 se detuvo al pretendiente Carlos Luis cuando pretendía entrar por la frontera francesa en España, poco después Cabrera tuvo que cruzar la frontera francesa ante la persecución del ejército gubernamental.

Tras los gobiernos del Duque de Sotomayor y Pacheco, que se mostró poco puritano, llegarían García Goyena y Narváez por tercera vez. Éste instaurará un nuevo Código Penal y acabará el conato revolucionario de 1848 en España con gran rapidez, con la interrupción del “Gabinete Relámpago” durante 19 horas del Conde de Cleonard en una rápida dimisión y aceptación de nuevo del cargo por sus diferencias con Isabel II.

En el 1849, dentro del grupo progresista surgió el partido demócrata, que defendía el sufragio universal, la soberanía popular, la asistencia social con libertad de asociación y el Republicano, preocupado por la “cuestión social” y decantado por un nuevo orden político al que acompañaba el desprestigio de los Borbones.

En 1851 llega Bravo Murillo, un tecnócrata que sería el artífice de la consolidación de la deuda, solucionó el problema de los “cesantes”, un caldo de cultivo de sublevaciones porque con cada partido venían también sus funcionarios, ahora los funcionarios se cubrían por oposición. También firmará el Concordato con la Santa Sede en 1851.

Causas: La ruptura de las relaciones con la Iglesia debido a las desamortizaciones y a la supresión de órdenes religiosas.

Desarrollo: A cambio de la suspensión inmediata de las ventas de la Iglesia, de una dotación económica para la Iglesia, de la libertad de prédica y de apoyo institucional a los prelados, la Santa Sede legalizaba las ventas efectuadas, reconocía a Isabel II y se conservaba el derecho de presentar a los obispos por parte del gobierno.

Consecuencias: Fueron muchas las concesiones efectuadas a la Iglesia en este Concordato, y corta su duración, en 1855 la desamortización Madoz volvió a provocar una nueva ruptura de relaciones, aunque en teoría se mantuviera hasta el Concordato de 1953. Posteriormente le sucederán en el gobierno Federico Roncali, Lersundi y Sartorius, éste último acusado de inmoralidad.



EL BIENIO PROGRESISTA (1854-1856)

Ante las crisis del gobierno, el 28 de junio de 1854, el general Dulce se pronunció, y O’Donnell acudió a unirse. El Gobierno envió para someter a los sublevados al general Blaser, y las dos fuerzas se enfrentaron el día 30 el cuartel de Vicálvaro con resultado indeciso. La “Vicalvarada” no produjo ni vencedores ni vencidos. O’Donnell comprendió que sin los progresistas sería imposible el triunfo, de ahí el Manifiesto de Manzanares redactado por Cánovas del Castilllo, con postulados de credo progresista, como los seis famosos “queremos” del general Serrano.

Como el alza de precios y el descontento popular organizado a través de la formación de Juntas no se acallaba, el general San Miguel pactó con la reina Isabel II la formación de un nuevo Gobierno presidido por Espartero. Aquellas jornadas de julio eran consecuencia del deseo de la Corona de mantener al partido moderado en el poder mediante la manipulación de unas elecciones que eran una farsa. Eso no daba opción a los progresistas, que veían bloqueado su acceso al poder. La única forma de conseguir el Gobierno era el golpe.

A lo largo de estos dos años el general tuvo que hacer frente:

  • a las agitaciones sociales, sobre todo al movimiento obrero en Cataluña,
  • a terminar la labor desamortizadora mediante Ley Madoz o "desamortización civil" (baldíos de ayuntamientos) de 1855,
  • a aprobar la Ley de Ferrocarriles de 1855, iniciando la industrialización, la Ley General del Trabajo, debido a la 1ª huelga en 1855
  • la Ley de Instrucción Pública (9/12) en educación y
  • a elaborar una constitución, la de 1856 pero que fue “nonnata”, es decir, no llegó a ser aprobada, además de una Ley Bancaria.

La preponderancia de Espartero, llevó a los progresistas a la división. A pesar de todas las medidas, no satisfacía ni a los sectores más moderados, preocupados por el riesgo revolucionario, ni a demócratas y republicanos que las veían insuficientes y de poco calado.



CRISIS DEL LIBERALISMO MODERADO (1856-1868)

El “Gobierno corto” de O’Donnell (1856-57)

El 15 de julio de 1856 O’Donnell dio un golpe de estado y disolvió las Cortes, con lo que moría la Constitución aún no nacida, restableciendo la Constitución de 1845, pero añadiéndole un “Acta Adicional” mediante la que introducía algunas medidas liberalizadoras.

El general de ascendencia irlandesa, principal protagonista de la Revolución de 1854, acabaría ahora con ella. Isabel II dio una fiesta en palacio, en la que desairó al jefe del Gabinete, prestando toda su atención a Narváez, suficiente para que O’Donnell presentase su dimisión al día siguiente.



Le sucederá Narváez (1857-58), por cuarta vez que restablecerá, con ayuda de los “neocatólicos” las relaciones con Roma suspenderá la desamortización, quitará el Acta Adicional de la Constitución y las disposiciones progresistas para Ayuntamientos y Diputaciones Provinciales y promulgó la Ley Moyano de 1857, transformando la anterior Ley de Instrucción Pública en materia educativa.

Isabel II desconfió de su carácter autoritario y en el colmo de la insensatez intentó presidir el Gabinete, de lo que fue disuadida por Bravo Murillo.

Le sucederá Armero e Istúriz, lo que hacía entrever que los moderados estaban tan divididos y desacreditados como los progresistas.



El “Gobierno largo” de O’Donnell (1858-63)

Tras el gobierno de Narváez que no satisfizo a nadie, le sucederá de nuevo O'Donnell al frente de un nuevo grupo político, la Unión Liberal (1858-63), que apareció como partido centrista. Aunque carecía de doctrina (ideología de Posada Herrera basada en el eclecticismo y pragmatismo, admitía gente proveniente de otros grupos políticos) y de programa político (era consciente de que el único medio para acabar con la agitación social era el desarrollo económico) desarrollaría una política exterior de prestigio pero de nulas consecuencias.

Guerra de África (Marruecos) 1859-60.

Causas: España no tenía política exterior desde la pérdida de las colonias, la Unión Liberal vio en la Guerra de África la oportunidad de asentarse políticamente al proporcionar prestigio a su gobierno. Francia e Inglaterra intervinieron en Marruecos en 1844 firmando el Tratado de Tánger por el cual se restituían a España los viejos límites de Ceuta y Melilla, el incumplimiento del acuerdo por parte de Marruecos desencadenó el conflicto. Desarrollo: Marruecos ataca Ceuta en 1859, España declara la guerra, se preparan 40.000 hombres dirigidos por O’Donnell para enfrentarse a los 40.000 de Muley-el-Abbas, O’Donnell entra el Tetuán y vencemos en Wad-Ras.

Consecuencias: Se firma el Tratado de Wad-Ras en 1860 por el cual Marruecos cede mucho territorio a España, incluyendo Ifni. La Unión Liberal se asienta políticamente en España.

Campaña de Conchinchina 1857-63.

Causas: Son el binomio nacionalismo-romanticismo decimonónico, así como las ansias de la burguesía de encontrar mercados y del ejército para ganar prestigio.

Desarrollo: Tras la campaña dirigida por Francia, Napoleón III informó al gobierno español que buscáramos otro sitio donde satisfacer nuestros intereses pues lo conquistado pertenecía al Imperio Francés.

Campaña de México 1861-62.

Causas: La intervención se precipita cuando Juárez suspende la deuda exterior y algunos mejicanos de derechas solicitan la intervención extranjera.

Desarrollo: Francia, Inglaterra y España colaboraron en una expedición venciendo a las fuerzas mejicanas y consiguen sus propósitos que económicas a favor de sus respectivos gobiernos, pero Napoleón III quiso ir más allá apoyando la candidatura de Maximiliano de Austria al Imperio Mexicano. Prim (que era el general que se encargó de la participación española organizada desde Cuba) al igual que Inglaterra, abandonó la suicida misión francesa.

Anexión de Santo Domingo.

Causas: Perdida en la Paz de Basilea de 1795 sus habitantes no habían aceptado todavía la dominación francesa, en 1844 es proclamada República Independiente pero que corría el peligro de ser absorbida por Haití.

Desarrollo: El Presidente Santana pidió a España la anexión en calidad de Protectorado, las dificultades de un buen gobierno en la isla provocaron el reconocimiento de su independencia en 1874.

Guerra del Pacífico 1864-71.

Causas: La intervención el México y la anexión de Santo Domingo y el hecho de que todavía España no había reconocido la independencia de Perú provocaron unas malas relaciones entre los dos países. Desarrollo: España decide hacer una demostración de fuerza enviando una escuadrilla al Pacífico, varias confusiones provocaron el bombardeo de Valparaíso y El Callao así como la incorporación de las Islas Chibcha.

Consecuencias: Chile y Ecuador también declararon la Guerra a España, la intervención de los EEUU en pro de la paz en el Pacífico hizo firmar un armisticio en 1871.

A nivel interno se alcanzó un cierto crecimiento económico con la ampliación del tendido ferroviario, además de un importante desarrollo agrario, textil, minero y de la banca.

Aún así, en 1863 la Unión Liberal se dividirá, aumentando las deserciones, debido a un desgaste natural durante cinco años gobernando, por lo que O’Donnell acabará dimitiendo.



EL FINAL DEL REINADO DE ISABEL II (1863-1868)

Desde 1863 hasta 1868 seguiría un partido moderado que estaba tan dividido como el progresista, pero de igual modo, Isabel seguiría optando por ellos.

Se sucederán los Gobiernos del Marqués de Miraflores, Arrazola, Alejandro Mon y de nuevo Narváez por quinta ocasión, que tendrá que hacer frente a los estudiantes en el episodio conocido como “la noche de San Daniel” y a una grave crisis económica por malas cosechas, alza de precios y a una quiebra bancaria. Además, el 3 de enero de 1866 se produciría “el pronunciamiento de Villarejo”, dirigidos por militares progresistas para derrocar la monarquía en favor de Juan Prim.

Posteriormente, O’Donnell, el 22 de junio padecería, con ese mismo objetivo, la “sublevación de sargentos del cuartel de San Gil” disconformes con las medidas que impedían su acceso a la oficialidad. Serrano acabó con la sublevación con más de 66 fusilamientos, lo que provocó la dimisión de O’Donnell y el regreso de Narváez por sexta vez.

Ahora gobernaría sin las cortes y su política autoritaria provocaría deserciones incluso en las filas de la Familia Real, cuando el Duque de Montpensier le hizo saber a su cuñada Isabel II la necesidad de cambiar a una política más conservadora y represiva.

Viendo la situación y la inclinación extremadamente moderada de la reina, se reunieron el 16 de agosto progresistas y demócratas para acordar la caída del régimen, y mediante el Pacto de Ostende, firmado por Prim, Sagasta, Pierrad y Ruiz Zorrilla, se acordó destruir todo lo existente en las altas esferas del poder y la elección de una asamblea constituyente por sufragio universal para que determinase la forma de gobierno que habría de establecer en el país, pero su intentona revolucionaria fracasó en 1867.

Tras el fallecimiento de Narváez fue nombrado primer ministro González Bravo, que llevaría a cabo una “dictadura civil” al permanecer cerradas las cortes, y por lo que otros generales unionistas se mostraron dispuestos a pronunciarse. El frente revolucionario ya estaba formado: progresistas, unionistas y demócratas se unieron bajo el propósito común de derribar a la Monarquía de Isabel II.



EL SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-74)

LA REVOLUCIÓN DE 1868

Labrousse distingue que es muy probable un estallido revolucionario cuando "la crisis económica da a la crisis política una inmensa fuerza social".

En mayo de 1866 se produjo una fuerte crisis económica que provocó la ruina de numerosas familias. A la falta de trabajo producida por el crack bancario y bursátil hay que añadir la falta de pan originada por las malas cosechas de 1867 y 1868, esta última considerada como la peor del siglo.

El gobierno, que dado lo precario de la Hacienda se encontró impotente, sólo supo ganarse una generalizada impopularidad al emitir un empréstito forzoso que obligaba a todos los contribuyentes y decretar una rebaja en los sueldos de todos los funcionarios públicos civiles, pero no militares. En el plano social existía un amplio malestar concretado en la falta de participación política de las clases medias y en el empeoramiento de las condiciones de vida de las clases trabajadoras, artesanales, industriales y campesinas. Políticamente no sólo hubo una desintegración interna del régimen isabelino, sino también la aparición de una nueva fuerza: el partido demócrata, que nacido del progresismo alcanzó a partir de 1860 una ideología específica gracias a la unión con intelectuales krausistas que dieron las ideas sobre el absoluto respeto a la dignidad humana y la intangibilidad del individuo en cuanto soberano de sí mismo. Para los demócratas eran puntos claves de su filosofía política la soberanía popular, el reconocimiento expreso y solemne de los derechos de la persona humana y, como consecuencia de ello, el sufragio universal.

Tras el intento fallido del Pacto de Ostende el 19 de septiembre de 1868 se produciría el clásico pronunciamiento militar, la sublevación de la escuadra del Almirante (jefe de la Armada) Topete, en el puerto de Cádiz, al grito de “Viva España con honra” y que sería el detonante de la revolución, “la Gloriosa”, y marcó el comienzo de un período febril de la Historia de España, el Sexenio revolucionario.

En él se sucedieron vertiginosamente numerosas y diversas formas de gobierno que desembocaron en la restauración de la dinastía derrocada y que para una mayor comprensión se ha dividido en cuatro etapas.

Los sublevados en Cádiz, a los que no tardaron en unirse los generales Serrano y Prim, ocuparon Sevilla y se dirigieron hacia Madrid, símbolo del poder político, mientras las fuerzas leales a Isabel II, mandadas por el marqués de Novaliches, intentaron sin éxito cortar el paso a los rebeldes o revolucionarios por lo que se desarrolló una batalla en torno al puente de Alcolea, cerca de Córdoba.

La victoria del general Serrano el 28 de septiembre supuso el triunfo definitivo de la Revolución en España. A partir de ese momento y a lo largo y ancho de la geografía española surgieron innumerables “Juntas provisionales revolucionarias” cuyos componentes excitaban al pueblo a la revuelta con consignas radicales destinadas a conseguir la más amplia movilización posible.

En Madrid y tras varias crisis fugaces, el general Concha se declaró neutral en el conflicto y entregó el poder a la Junta Revolucionaria, que ya se había formado, con lo que Isabel II, que veraneaba en Lequeitio (Guipúzcoa), se exilió en Francia sin renunciar a la corona.

El ambiente en ciudades y pueblos era de plena euforia pacífica, apenas hubo sucesos violentos, porque se había adueñado de toda una ilimitada esperanza en la nueva situación y un optimismo utópico en que de forma natural se realizarían grandes ilusiones como la abolición de las quintas o la supresión del impuesto de consumos. El apoyo popular a la gloriosa revolución fue inmenso y marcó el inicio de la toma de conciencia de una forma clara de sus razones y de su fuerza, de tal manera que “la cuestión social”, hasta entonces mero objeto de curiosidad filantrópica o de caridad religiosa, comenzó a convertirse en el problema social.



GOBIERNO PROVISIONAL (1868-1870).

La principal Junta Revolucionaria, la de Madrid, confirió a Serrano el encargo de constituir un Gobierno provisional que rápidamente legalizaría la irregular situación juntista nombrando nuevos ayuntamientos y diputaciones compuestos por los miembros de las juntas, con lo que el gobierno tomó el control centralizado del poder.

El gobierno provisional tuvo que enfrentarse con la grave complicación de la insurrección cubana, “grito de Yara”, que surgió como reacción contra la inadecuada política colonial de los gobiernos isabelinos y que inició la larga “guerra de los Diez Años”.

Primera Guerra de Cuba 1868-78.

Causas: Si no había aparecido antes el conflicto se debió a que era una sociedad esclavista y el miedo a que una revolución se volviera contra ellos la detuvo; un gran motivo de la guerra es la exclusión de los criollos de los altos cargos públicos en Cuba además de la incapacidad de la economía española para absorber su producción de tabaco y azúcar. Desarrollo: En 1868 tiene lugar el grito de Yara de Céspedes a favor de la independencia de la República de Cuba, se le suma Máximo Gómez y Antonio Maceo. El conflicto duró 10 años, contaron con la ayuda de los EEUU, pero terminó con la derrota cubana ante el cansancio y las diferencias entre los líderes cubanos.

Consecuencias: En 1878 se firma la Paz del Zanjón entre las fuerzas rebeldes y el general Martínez Campos, se concedía a Cuba los mismos privilegios que tenía Puerto Rico, además de amnistía para los rebeldes y libertad para los esclavos de las filas insurrectas. El descontento lleva a la Guerra Chiquita de tan solo un año que sigue a esta Guerra Larga. En 1880 es abolida la esclavitud en Cuba.

Gobierno Provisional de 1869: Laureano Figuerola, Práxedes Mateo Sagasta, Ruiz Zorrilla, Juan Prim, Francisco Serrano y Domínguez, Topete, Adelardo López de Ayala, Antonio Romero Ortiz y Juan Álvarez de Lorenzana.

Si las Juntas revolucionarias y el gobierno provisional constituyen la primera fase del

Sexenio democrático, la segunda está caracterizada por el intento de lograr una monarquía democrática, de acuerdo con las ideas de la soberanía nacional expresada en unas Cortes Constituyentes, elegidas por sufragio universal masculino. Las elecciones para las constituyentes, convenientemente dirigidas por el ministro de la Gobernación, Sagasta, mostraron paladinamente que el paso del sufragio censitario al sufragio universal no significaba un cambio brusco en los resultados de los comicios porque la contienda electoral la ganaba siempre el partido que la hubiera organizado. Las Cortes, compuestas por una fuerte mayoría monárquica de progresistas, unionistas y demócratas, junto con dos débiles minorías de republicanos y carlistas, elaboraron una nueva Constitución (la más democrática de las progresistas) promulgada en 1869 cuyas dos aportaciones más importantes y significativas fueron el establecimiento de la monarquía constitucional, (basada en la separación de poderes y en una soberanía nacional que elige la dinastía y pudiendo revocarla), y una amplia declaración de derechos individuales como: libertad e inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia, de circulación, de enseñanza, de industria, de expresión, de reunión, de asociación, prensa, etc.

En los debates sobre el texto constitucional, la oratoria parlamentaria, en la que destacó palmariamente la brillantez de Castelar, rayó a una altura que nunca jamás volvió a alcanzarse.

La Constitución de 1869 estuvo muy lejos de satisfacer a las fuerzas que protagonizaron la caída de Isabel II pues los republicanos se opusieron al principio monárquico (hubo un levantamiento de 40.000 hombres en Valencia, Aragón y Andalucía que, dada su espontaneidad y desorganización, fue rápidamente sofocado), los librepensadores demócratas al mantenimiento del clero y, lo que fue más importante a la larga, las fuerzas católicas se consideraron heridas al establecerse por primera vez la libertad de culto.

Las Cortes, de acuerdo con la Constitución, acabaron con la interinidad al establecer una Regencia, desempeñada por Serrano, que encargó la formación de un gobierno al general Prim, el cual comenzó la ardua búsqueda de un príncipe que, sin pertenecer a la dinastía derrocada por la revolución, fuese católico, liberal y aceptase reinar en un país dominado por la inestabilidad política y fuera aceptado por las cancillerías europeas.

Era descartada la rama carlista, y Alfonso XII, hijo de Isabel II y, según R. de la Cierva (2007), del teniente de ingenieros Enrique Puig Moltó, a quién Prim rechazó con sus “tres jamases”.

De las catorce candidaturas sopesadas, triunfó la de Amadeo, duque de Aosta e hijo de Victor Manuel II de Italia, candidato grato de las clases medias de izquierda que veían en los Saboya a la dinastía liberal que había unificado Italia. Además, estaba casado con María Adelaida de Austria, bisnieta de Carlos III. Una de las candidaturas más trascendentales detonante de la Guerra Franco-Prusiana, fue la del príncipe alemán Leopoldo Hohenzollern Sigmaringen, (llamado popularmente Ole, olé, si me eligen). Leopoldo fue forzado a rechazar la oferta del trono español debido a la demanda insistente del gobierno francés, la tergiversación de los acontecimientos mediante el Telegrama Ems (Monpentsieur) terminó en la Guerra Franco-Prusiana que supuso la caída del emperador francés Napoleón III y la llegada de la Tercera República Francesa.



EL REINADO DE AMADEO (1871-1873)

El 27 de diciembre de 1870 el general Prim era asesinado en la calle del Turco de Madrid por un grupo de francotiradores, lo que privaba al nuevo rey, que desembarcaba poco después en Cartagena, del principal y casi único sostén.

Amadeo I, fue aceptado internacionalmente por todos, excepto por el Papa (estaba en contra de un monarca cuyo padre había usurpado los Estados Pontificios al Papa durante la unificación de Italia).

Comenzó respetando la constitución de 1869 y proyectó establecer un turno pacífico de gobierno entre las dos principales fracciones en que se había dividido el partido progresista:

  • el Partido radical, que dirigía el dogmático y comprensivo Ruiz Zorrilla, y
  • el Partido constitucional, del sagaz y tolerante Sagasta, o del general Serrano.

Dentro del partido demócrata aparecerá la figura de Cristino Martos, y en el republicanismo democrático, hombres como Figueras, Pi y Margall, Castelar y Salmerón.

El intento fracasó tanto por el pésimo entendimiento entre los dos partidos y sus dos líderes como por la incapacidad de polarizar en torno a ellos los restantes grupos políticos.

Las tres elecciones a Cortes y los seis gabinetes ministeriales que se sucedieron durante los dos años y dos meses del reinado de Amadeo I, mostraron lo que ya sería una constante durante todo el Sexenio:

  • la imposibilidad de normalizar la vida política, es decir, la carencia, debida a una excesiva fragmentación de los partidos (De Amicis enumera la existencia de treinta y dos), de un consenso entre los políticos para la situación concreta de cada momento.
  • El federalismo, corriente dentro del republicanismo extendida por zonas como Cataluña, Levante o la Andalucía Bética y que defendía la formación de “naciones” mediante pactos libres y voluntarios.
  • el levantamiento de los carlistas en abril de 1872 al grito de ¡Abajo el extranjero!. La insurrección, que se circunscribió a la región vasconavarra y a algunos núcleos montañeses de Cataluña y Levante, llegó a constituir un auténtico Estado, por lo que minó la viabilidad de la monarquía democrática.

Tercera Guerra Carlista 1872-6.

Causas: La caída de Isabel II dio esperanzas a los carlistas y el hecho del carácter anticlerical de la Constitución de 1869 les dio fuerzas, el desencadenante fue que en las elecciones de 1872 el gobierno se opuso a los candidatos carlistas con procedimientos poco ortodoxos. La proclamación de la República en 1874, dio más motivos a los carlistas para intentar ocupar el poder.

Desarrollo: Era Carlos VII el que siguió el conflicto, Eustaquio Díaz de la Rada inicia el levantamiento en el Norte, Extremadura y Andalucía, pero la derrota en Orquieta en 1872 provoca su detenimiento. Tras el fracaso del primer levantamiento en las Provincias Vascongadas y Navarra, el pretendiente destituyó a la mayoría de los jefes militares. En 1873 el movimiento se concentra en Centro (donde no están bien organizados), en Cataluña (la organización es mayor, actúan guerrillas) y en el Norte (hay un auténtico estado paralelo al gobierno oficial). Tras el control del Centro y Cataluña, la campaña del Norte se presentó más dura, en 1873 Carlos VII había tomado Estella pero fracasó en Pamplona e Irún, la subida al trono de Alfonso XII restó apoyo a los carlistas por el establecimiento de una monarquía más liberal, se puso al frente de las tropas para prestigiar su figura, la superioridad alfonsina era evidente, de cuatro a uno, tras la toma de Estella por Alfonso, Carlos VII atraviesa la frontera en 1876 hacia Francia.

Consecuencias: Abolición de los fueros vasco-navarros

  • el mantenimiento de la guerra de Cuba, que obligaría a recurrir al sistema de quintas de nuevo, lo que supondría el incremento delas sublevaciones populares.
  • la oposición del partido “alfonsino” en el exilio, conducido por A. Cánovas del Castillo, y del moderantismo más religioso.
  • Los inicios del movimiento obrero, sobre todo en Cataluña.
  • El detonante fue la disolución del cuerpo de artillería y la elección como capitán general a Baltasar Hidalgo de Quintana, de las Vascongadas.
  • La sociedad española lo veía como un rey extranjero ( el padre Luis Coloma en su famosa novela Pequeñeces hizo referencia a una “grotesca sátira” titulada “El Príncipe Lila” que se celebró en los jardines del Retiro de Madrid, en la que designaban al monarca reinante con el nombre de “Macarroni I” mientras un gentío inmenso de todos los colores y matices aplaudía). A todo ello se suma el intento de atentado contra la persona del rey en Madrid en el mes de julio de 1872.

Al valorar este contexto, y al no disponer de apoyos, el 11 de febrero de 1873, don Amadeo, descorazonado al no lograr para España "todo el bien que mi leal corazón para ella apetecía", abdicó la corona al convencerse de la imposibilidad de hacer funcionar el mecanismo político constitucional sobre la base de los equipos políticos disponibles.

Ese mismo día el Senado y el Congreso, reunidos en “Asamblea Nacional”, a pesar de que tal reunión era anticonstitucional, declararon como forma de gobierno de la nación la República, dejando a las Cortes constituyentes la organización de esta forma de gobierno, con lo que comenzó la tercera etapa del Sexenio.



LA I REPÚBLICA (1874)

Salmerón comentó en el congreso la necesidad de la llegada de un nuevo período político, ahora sí republicano, tras haber fallado la monarquía “tradicional” de Fernando VII, la “parlamentaria” de Isabel II, y la “democrática” de Amadeo I...

La república, con su corta duración (11 de Febrero de 1873--3 de Enero de 1874), once meses, intentó la culminación del proceso democrático del Sexenio en cuanto que los más caracterizados rectores del republicanismo democrático, Figueras, Pi y Margall, Castelar y Salmerón, aparecieron como los únicos capaces de realizar los ideales de la revolución de 1868.

El partido republicano llegó al poder lastrado por sus divisiones internas entre unitarios y federales, y éstos a su vez, entre intransigentes (pretendían actuar “desde abajo”, de las bases diríamos ahora, por medio de un gobierno de asambleas como Jose Mª Orense) y moderados (preconizaban la legalidad, federalismo desde arriba, e intentaban salvaguardar a todo trance el orden, como Salmerón y Castelar) según fuera el método que proponían utilizar para edificar una España federal.

La República comenzó a vivir con una Constitución monárquica, la de 1869 (suprimiendo los artículos relativos a la monarquía), con unas Cortes monárquicas, la mayor parte de los nuevos republicanos procedían del partido radical y de los demócratas cimbrios, caracterizados por su camaleonismo político que les inclinaba hacia cualquier forma de gobierno con tal que sirviera a sus propios intereses.

En un primer gobierno de composición mixta, el 24 de febrero (permanecieron cuatro de los siete últimos ministros monárquicos de don Amadeo), Estanislao Figueras, sufrió la discusión sobre el carácter unitario o federal de la república originándose el intento de golpes de estado, en febrero por parte de federalistas como Juan Contreras y Blas Pierrad, y el del 23 de abril, por parte de radicales como el general Serrano y demócratas o “cimbrios” como Cristino Martos, dirigidos a eliminar a los republicanos federales. Éstos últimos fracasarán y se exiliarán a Francia.

Tras las elecciones del 10 de mayo, en las que la abstención fue muy elevada tanto por la guerra carlista como por el retraimiento de los monárquicos, se formó una Asamblea Constituyente que casi inmediatamente proclamó la República Federal con sólo dos votos en contra.

Figueras, presidente del poder ejecutivo (la República no tuvo presidente), se negó a seguir en el poder y huyó a Francia alejándose de un país donde estaban los ánimos agitados, las pasiones exaltadas (supresión de las quintas), los partidos disueltos (separación entre radicales y republicanos), la administración desordenada (abolición de la esclavitud en Puerto Rico), el ejército perturbado (guerra de los diez años de Cuba), la guerra civil (3ª guerra carlista) en gran pujanza y el crédito en gran mengua.



República Federal

Su sucesor, Francesc Pi y Margall, que únicamente contaba con el apoyo de los republicanos federales, había presentado a las cortes un proyecto de constitución para la República federal, la constitución de 1873, texto redactado principalmente por Emilio Castelar.

permaneció en el ejercicio de su cargo desde el 11 de junio hasta la huelga general de Alcoy, que derivó en insurrección generalizada y tuvo que ser reprimida a tiro limpio, pero sobre todo, el levantamiento cantonal de Cartagena el 12 de julio (del 18 al 22 se extendió por zonas como Sevilla, Cádiz, Málaga, Valencia, etc....el último en sofocarse fue Cartagena en enero de 1874), que produjo en la Cámara tan vivas críticas, que decidió presentar su dimisión dos días después.

En el Levante y Sur de la Península se produjo una cadena de insurrecciones locales, el levantamiento cantonal, dirigidas fundamentalmente por republicanos federales de carácter intransigente cuya finalidad era constituir rápidamente, de abajo a arriba, un Estado federal tal como había sido propuesto en el proyecto de Constitución, y así evitar la “derechización” de la república. Se basaba en la democracia directa, la autonomía de municipios y diputaciones, la supresión de consumos y quintas, el reparto de tierras, el anticlericalismo y la defensa de los intereses de las clases medias y populares, pero en ningún caso cuestionaron la unidad de España.

El fenómeno de los cantones, además de constituir un rebrote de los particularismos regionales o locales, tuvo también en muchas partes un claro matiz social. En Andalucía, la falta de dinero, el paro, sobre todo en las zonas agrícolas, y el descontento de los trabajadores hicieron que la proclamación de los cantones independientes significara para los obreros la conquista del paraíso con igualdad plena y un mayor reparto de la riqueza.

El levantamiento cantonal, permitido indirectamente por la existencia de la guerra carlista, dividió a los republicanos en transigentes (Pi, Suñer, Capdevila) y los partidarios de la reperesión, y puso a prueba la estabilidad del régimen republicano suponiendo un deslizamiento hacia la derecha manifestado en la lección del nuevo presidente del poder ejecutivo, Salmerón.



Nicolás Salmerón, señaló como primer deber del gobierno “el mantenimiento del orden”, recurriendo a los generales como único medio para restablecer la situación (el general Pavía se encargó de la pacificación de Andalucía, Martínez Campos de Levante y el general Ceballos en Cartagena) y a la aprobación de las reformas sociales pendientes.

El 11 de agosto comienza la discusión de la Constitución republicana de 1873, texto poco sistemático que defendía una “nación española” compuesta por 17 estados (ej. Andalucía Alta y Baja, Cuba, Puerto Rico, etc), que regulaba los derechos y libertades de los españoles y declaraba la República federal pero que no llegó a promulgarse non nata, debido a los serios problemas del período.

El 6 de septiembre, ante la negativa de Salmerón, por motivos de conciencia, de firmar dos sentencias de muerte impuestas por los tribunales a algunos insurrectos y a dos miliatres que se pasaron al bando carlista, motivó la dimisión de Salmerón y su sustitución por Castelar.



República Centralista

Emilio Castelar, nombrado el 8 de septiembre, firmó las penas de muerte y comenzó defendiendo una república centralista (a pesar de haber elaborado la constitución federal).

Gobernó por decreto mediante la suspensión temporal de las Cortes y se dedicó con la mayor energía posible a combatir la insurrección cantonal, movilizando a los reservistas, que también deberían de combatir ante carlistas y cubanos...

Postergó de nuevo la discusión constitucional e hizo volver del exilio a radicales como Zorrilla, y constitucionales como Serrano.

Cuando el 2 de enero de 1874 se reabrieron las Cortes, los diputados tacharon de dictadura la energía desplegada y el militarismo como recurso, además de criticar su intención de separar la iglesia y el estado o la de abolir la esclavitud en Cuba, de manera que Castelar, a pesar de defenderse, perdió la votación de confianza y dimitió el 2 de enero.

Estaban en la madrugada del 3, los diputados eligiendo un nuevo presidente del poder ejecutivo, cuando un piquete de soldados enviados por Pavía, general incondicional de Castelar, y la guardia civil rodeó e irrumpió en el zaguán de las Cortes, que acabaron desalojando el hemiciclo.

El pronunciamiento de Pavía, republicano adicto y nada ambicioso políticamente, acabó de hecho con la azarosa existencia de la primera República.

Los innumerables problemas interiores planteados durante el Sexenio revolucionario hicieron que las relaciones exteriores españolas pasasen a un segundo plano. En el marco de este pobre panorama conviene destacar la descalificación de España como potencia internacional debido sobre todo al desorden imperante en el país y al resentimiento que la postura de neutralidad española ante el conflicto bélico de 1870 originó tanto en Francia como en Alemania. Alegoría de la Primera República Española. Las letras "RF" entre hojas de laurel son las iniciales de "República Federal". Tanto en ese aspecto como en muchos otros, la iconografía elegida era muy similar a la de la República Francesa (el gorro frigio, la figura femenina -en Francia denominada Marianne, y en España la Niña Bonita-, el lema Libertad, Igualdad, Fraternidad -en el triángulo-, incluso el gallo). Se complementa con alegorías de las distintas actividades económicas, ciencias y artes (algunas indicativas del progreso y la modernidad, como la telegrafía y la fotografía). Los colores de la bandera eran los mismos que la bandera usada por la monarquía (sólo se sustituyó en el escudo la corona real por una corona mural). Fue la Segunda República Española la que introdujo una bandera diferente, sustituyendo la franja inferior roja por otra de color morado.



República Unitaria o Dictadura del general Serrano

Pavía, para establecer el nuevo gobierno, reunió a los tres capitanes generales residentes en Madrid (Serrano, Concha y Zabala) y aun grupo de políticos entre los que se encontraban Cánovas y Sagasta, para imponer una república siguiendo el modelo francés.

Como último presidente de la I República, desde el 3 de enero hasta el 29 de diciembre de 1874, el general Serrano comenzó a asumir el poder, no como jefe del ejecutivo sino como presidente de un gobierno provisional. Como es lógico, suspendió las garantías constitucionales (suspendida la del 69 y non nata la del 73) y disolvió las Cortes.

Durante cerca de un año Serrano se esforzó por restablecer en todo la normalidad y el orden (Manifiesto del 8 de enero) acabando con la insurrección cantonal en Cartagena, yugulando los movimientos obreros y dando un nuevo impulso a la contienda carlista que hubiera finalizado a no ser porque el lluvioso otoño de 1874 paralizó los movimientos de las tropas.

Cánovas definió su gobierno como “la aspiración al poder supremo de un soldado con fortuna”, es decir, una dictadura personal encubierta en lo que quedaba de sistema republicano, mientras otros políticos denominaron su período como “la interinidad”.

Se volvió a dar un papel primordial al ejército, como única institución vertebrada en una “nación dividida”, marcando las distancias con los republicanos federales.

Parece ser que una vez que se restableciese la normalidad era intención del viejo general decidir sobre la naturaleza exacta del régimen, pero las ideas de Serrano y también las del representante de la monarquía borbónica en Madrid, Cánovas del Castillo, que pretendía una restauración consensuada, pacífica y civil de la dinastía derrocada, se fueron al traste. Cuando el 3 de septiembre, Sagasta sustituyó al general Zabala en el gobierno, preparó el pronunciamiento el impaciente general Martínez Campos en Sagunto, (no compartido por Cánovas, que quería la restauración borbónica por una vía civil) el 29 de diciembre de 1874 proclamando a Alfonso XII, hijo de Isabel II, como rey de España y cerrando con ello el ciclo revolucionario del sexenio.

La rápida adhesión al pronunciamiento obligó a Serrano a marchar a Francia. Por tanto, su mandato comenzó con un golpe de Estado y acabó con otro..



LA RESTAURACIÓN

La Restauración en España significa la vuelta a la dinastía borbónica en la persona del hijo de Isabel II, ALFONSO XII. Podemos distinguir 3 fases en este período:

  • reinado de ALFONSO XII (1875-1885),
  • regencia de Mª CRISTINA DE HABSBURGO (1885-1902),
  • reinado de ALFONSO XIII (sólo hasta la implantación de la Dictadura de Primo de Rivera, 1902-1923).



- Desde el punto de vista político, vuelve a tomar el poder la burguesía moderada que impondrá el liberalismo doctrinario basado en la soberanía compartida. Se establece el Sistema Canovista que se apoya en el bipartidismo, el turnismo y en la Constitución de 1876.

Hasta 1902 distinguimos dos etapas:

- el reinado de ALFONSO XII (1875-1885) y

- la Regencia de Mª CRISTINA DE HABSBURGO (1885-1902).

Durante estos años quedan fuera del sistema sin poder participar en la vida política y social las fuerzas extraparlamentarias: por la derecha, los carlistas, por la izquierda los republicanos, y el movimiento obrero y los nacionalismos.

- Desde el punto de vista económico, continúa la deficiente industrialización de España que provoca un incompleto desarrollo del capitalismo. Continúan los grandes desequilibrios regionales: norte industrializado (País Vasco y Cataluña) frente a la España rural y, aunque se consiguen algunos logros, se perpetúan los aspectos negativos de la agricultura como las formas de propiedad inadecuadas, bajos rendimientos, paro, miseria, hambre…

- Desde el punto de vista social es el triunfo de la burguesía agraria latifundista y la burguesía industrial catalana, que apoyados por el liberalismo moderado, dejan fuera del sistema a las clases bajas, lo que traerá como consecuencia graves desequilibrios sociales y el desarrollo del movimiento obrero con una grave conflictividad social.

- Desde el punto de vista cultural, se desarrolla el Naturalismo y el Realismo que dará lugar a Edad de plata de la cultura española. Es el momento de la Generación del 98.



CAUSAS DE LA RESTAURACIÓN

Las dos principales causas que desembocaron en la restauración de la monarquía de Alfonso XII fueron:

  • la inestabilidad del gobierno de Serrano y
  • la progresiva incorporación de las clases medias y los grupos burgueses a la causa alfonsina (Partido Alfonsino).

A Antonio Cánovas del Castillo se le han atribuido los defectos y virtudes del régimen político iniciado en 1875. En sus escritos se han descifrado las claves ideológicas y políticas de la Restauración. Aunque haya habido otros protagonistas importantes, ideólogos como Alonso Martínez, políticos como Sagasta o Silvela, el tiempo de la Restauración que vamos a sintetizar (1875-1931), es por excelencia la España de Cánovas.

Su figura fue objeto de controversia ya durante su vida. La crítica más destacada fue la del escritor y crítico Leopoldo Alas Clarín en 1886. El primer centenario de su nacimiento (1928) Francisco Bergamín hacía una valoración muy ajustada del Cánovas político: No consintió jamás que ni el clericalismo ni el militarismo determinaran ninguna clase de obscuridad, de debilidad sobre esta autonomía del poder civil. Él mató el militarismo y los pronunciamientos militares en España. Él redujo a la Iglesia a su verdadero cometido...

En los años cincuenta de este siglo, el perfil biográfico de Cánovas quedó bien planteado por Melchor Fernández Almagro y por J.L. Comellas.

En sus estudios predomina la valoración muy positiva de su figura y su obra política. Posteriormente en los años sesenta y setenta, la historiografía, retomando y reproduciendo a veces la crítica regeneracionista a un régimen oligárquico y caciquil, responsabiliza a Cánovas de los límites y defectos del sistema político por él diseñado. Subraya y critica su antisocialismo, su defensa exclusivista del derecho de propiedad y su consiguiente oposición al sufragio universal, así como su asunción de la corrupción electoral como práctica habitual.

Uno de los tópicos más difundidos por las historias de la Restauración las biografías de Cánovas ha sido la consideración del proyecto político de Cánovas como una proyección-plasmación de su tarea como investigador de la historia de España, y concretamente de la España de los Austrias, de la decadencia. Un reciente estudio de Esperanza Yllán ha venido a matizar sustancialmente esta visión tópica de la relación entre el Cánovas historiador y el político. Según esta autora, no es tanto la concepción histórica de Cánovas lo que determina y explica su proyecto político de la Restauración, sino que la progresiva definición de su proyecto político explica su evolución historiográfica.

Este proyecto político configurado de forma definitiva durante el Sexenio tiene sus raíces en un largo proceso que arranca de la experiencia revolucionaria de 1854 (Manifiesto de Manzanares) y encuentra su inmediato precedente en el Gobierno de la Unión Liberal (1858-1863).


ORÍGENES DE LA RESTAURACIÓN

Este pronunciamiento suponía el fin de un período de gran inestabilidad y la restauración borbónica, aunque recurriendo a métodos que no agradaron al auténtico artífice del proyecto restaurador, Cánovas del Castillo, quien no dudó en calificar el acto de botaratada.

Ya en junio de 1870 Isabel II había abdicado sus derechos al trono en su hijo Alfonso, quien a la sazón contaba doce años de edad. Tras algunas alternancias a la cabeza del grupo que promovía la causa dinástica, la responsabilidad de volver a poner en el trono de España a un Borbón recayó en manos del joven político malagueño Antonio Cánovas del Castillo. Su carrera se había desarrollado en la Unión Liberal de O'Donnell y era también conocido como historiador y hombre de letras. Su propósito era una restauración basada no en los militares, sino en la formación de una amplia opinión pública favorable a la vuelta del joven príncipe y por ello se dedicó a fomentar la aparición de una tupida red de círculos moderados y alfonsinos que sirvieran de base a un nuevo partido apoyo del futuro monarca.

El programa político diseñado por Cánovas para la nueva monarquía quedó claramente esbozado en el denominado Manifiesto de Sandhurst, texto redactado por él y firmado por Alfonso desde esta Academia Militar británica el 1 de diciembre de 1874 con motivo de las felicitaciones recibidas por su cumpleaños. En él se afirmaba que la monarquía hereditaria y representativa era ya el único sistema que inspiraba confianza a los españoles, tras los avatares de los últimos años. Esta monarquía se fundamentaría en una soberanía nacional compartida por el Rey y las Cortes y buscaría a través de la conciliación dar cabida al mayor número de posiciones posibles. El príncipe se presentaba a sí mismo como un buen español, buen católico y, como hombre del siglo, liberal.

Cánovas, tras el pronunciamiento, se puso de inmediato al frente de la situación y se ocupó de organizar una transición lo más legal posible hacia el nuevo régimen.

El 31 de diciembre se organizó un Ministerio-Regencia y dos semanas después, el 14 de enero, hacía su entrada en Madrid el joven rey Alfonso XII, con el apoyo del ejército, de la iglesia, de las clases altas y la indiferencia popular.



BASES DE LA RESTAURACIÓN

Una nueva generación de políticos, menos románticos y más realistas, suplantan al poder militar imperante en tiempos de Isabel II.

Fue el político malagueño, CÁNOVAS DEL CASTILLO el creador de este sistema político, que dedicó sus esfuerzos a diseñar el sistema político solucionase lo que a su juicio habían sido los principales problemas que habían dificultado el establecimiento del régimen liberal en España: el exclusivismo de la Corona y el protagonismo de los militares en política a través del pronunciamiento, algo difícil de lograr en un país con un índice de analfabetismo muy elevado y una población escasamente movilizada.

Concibió el nuevo régimen español a la manera británica, monarquía parlamentaria bicameral y bipartidista cuyas reglas del juego debían quedar expresadas en una nueva Constitución, la de 1876.

Una Asamblea de ex-senadores y ex-diputados monárquicos pertenecientes a diversas tendencias políticas, encargó a una “Comisión de Notables” la preparación de un proyecto de Constitución. El resultado respondería plenamente a las expectativas canovistas, y sería la clave del nuevo sistema.

La preocupación que Cánovas venía demostrando desde el inicio del proceso con las formas y la apariencia de legalidad en el movimiento restaurador le llevó a convocar las elecciones a las Cortes para enero de 1876, que habrían de legitimar la Constitución por el sistema de sufragio universal de acuerdo con la ley electoral del sexenio aun formalmente vigente.

Se trataba de un texto corto (89 artículos), y bastante ecléctico, doctrinario-liberal, fruto de la idea de Cánovas, que veía necesario realizar una síntesis entre “lo viejo y lo nuevo”, por tanto, la Constitución de 1876 sería concebida de forma intermedia entre la constitución de 1845 y la de 1869.

Su flexibilidad al dejar huecos abiertos a lo que determinase la ley, como el sistema de sufragio, así como muchos derechos individuales, facilitaron no sólo su aprobación, sino también su permanencia en el tiempo (estará vigente hasta el golpe de estado del general Primo de Rivera en 1923, lo que la convierte en la de mayor duración de la historia de España).

Esta “Constitución de Notables” establecía:

  • una soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
    Se aumentaron las prerrogativas (privilegios) del rey: mantenía el poder ejecutivo, nombraba y separaba libremente a los ministros, sancionaba y promulgaba las leyes, convocaba, disolvía y suspendía las Cortes.
    Se limitó el poder de las Cortes, que eran bicamerales: un Senado elitista y conservador, y un Congreso electivo,
  • declaraba el catolicismo como religión oficial del Estado, aunque se reconocía la libertad individual de culto, limitado al ámbito privado,
  • no definía qué tipo de sufragio (artículo 28), lo que permitía que por ley se estableciera el que más le interesara al partido en el poder (Ley de 1878: s. censitario/ Ley de 1890: s. universal).

El texto fue aprobado el 24 de mayo, y tras ser ratificado por el rey, se publicó el 2 de julio.

Del mismo modo, Cánovas se dio cuenta de que la inestabilidad en que España había vivido su agitada historia decimonónica se debía a la intransigencia de unos grupos sobre otros. Amigo de la flexibilidad, defendía un sistema de “juego limpio” donde la oposición dejaba de ser un elemento revolucionario para convertirse en constructiva.

Por tanto, pretendía articular el sistema político en torno a dos partidos, al igual que el bipartidismo inglés (lores y comunes), que se turnarían en el poder sin recurrir a la violencia, poniendo fin a los pronunciamientos o al juntismo decimonónico.

El turno pacífico o turnismo consistía en que gobernara uno de los dos partidos existentes, faltos de definición ideológica, de programación coherente y de arraigo social:



  1. Partido Conservador: fundado por Cánovas fue el heredero de moderados, unionistas e incluso otros grupos menores de “isabelinos”. En 1884 se integrará la “Unión Católica” de Pidal y Mon, cerrando el grupo más conservador. Más a la derecha solo quedaba el carlismo..
    Su base social estaba integrada por la burguesía, la aristocracia y los altos funcionarios, tanto civiles como militares. Este partido contará con mayor apoyo en la mitad sur peninsular, zona en la que abundan los latifundios y los grandes propietarios. También estará de su parte el “lobby esclavista cubano”, como el Marqués de Manzanedo, ya que suponía el fin de las reformas liberalizadoras del Sexenio.
    - Soberanía compartida, sufragio censitario, derechos y libertades restringidas y confesionalidad del estado (“orden e iglesia”).
  2. Partido Liberal: liderado por Práxedes Mateo Sagasta, estaba formado por la izquierda Moderada o “puritanos”, el Partido Constitucionalista del general Serrano, pero también aglutinó a representantes del antiguo Partido Progresista y un sector de demócratas. En 1879 aparece como partido aglutinador todas estas tendencias, el partido Liberal Fusionista con Sagasta, preparado para asumir el poder un año más tarde y encabezar un período reformista.
    En sus filas militaban comerciantes, industriales y por esta razón tendrá más fuerza en las ciudades industrializadas y centros urbanos.
    - Soberanía nacional, sufragio universal, amplios derechos y libertades y libertad de culto (“Educación y laicismo”).

Aún así, su indefinición ideológica favorecería que políticos como Martínez Campos, Jovellar o Romero Robledo militasen en ambos partidos.

Teóricamente, los dos partidos se alternarían en el poder ganando las elecciones, en un sistema falsificado donde se repartían los escaños en las Cámaras antes de realizarse la votación.

Durante la Restauración se invertía la lógica democrática: el partido gobernante no surgía de las elecciones sino que organizaba éstas para construirse una mayoría cómoda.

Cuando el partido que estaba en el poder se “desgastaba” o se consideraba necesario un relevo por “acuerdo tácito”, se sugería al rey que nombrara nuevo presidente de gobierno al líder de la oposición, y daba un decreto que disolvía las Cortes y convocaba nuevas elecciones.

El Ministerio de la Gobernación (Interior), desde Madrid, fabricaba los resultados electorales favorables al partido que tenía que ganar adjudicando los escaños: el “encasillado”, proceso que suponía colocar al candidato en su provincia o distrito correspondiente (aunque el político en cuestión nada tuviera que ver con la circunscripción asignada -diputados cuneros-), comunicándose con los diferentes gobernadores civiles.

Este fraude era posible por la existencia en los diferentes pueblos, y como último eslabón -estatal-provincial y local-, de unos alcaldes apoyados por la oligarquía (minoría política dirigente, constituida por terratenientes y burguesía de negocios de los dos partidos), pero sobre todo, por el cacique.

Este suponía la supervivencia del régimen señorial en el mundo rural, por la que una persona, el cacique (provinciales, de partido, de aldea), figura destacada de un pueblo o comarca por su poder económico, por su cargo o por su prestigio, controla a gran número de personas “forzando” su voluntad.

La regla de oro era del caciquismo era “para los enemigos, la ley; para los amigos, el favor”. Existían distintas formas de presión: bien el caciquismo podía ser persuasivo, prometiendo ventajas, favores, cargos o posibilidad de trabajo, o bien coactivo que conseguía sus objetivos por medio de amenazas, coacciones, palizas…

Estos caciques presionaban a los diferentes sectores sociales para que dieran el voto por el partido que se había decidido. Si estas medidas no daban el resultado previsto, se recurría al pucherazo, es decir, para llevar a cabo la manipulación, se guardaban papeletas de votación (por ejemplo en pucheros, de donde viene la denominación que se popularizó), y se añadían o se sustraían de la urna electoral a conveniencia para el resultado deseado, o aparecían más votos que electores ya que contaban los votos de vecinos muertos, llamados “votos de Lázaro”.

El turnismo ponía así el poder en manos de la oligarquía y el caciquismo pero esto parecía inevitable en un país que, según el censo de 1879, registraba un 72% de analfabetismo, con una abrumadora población rural y un tipo de propiedad polarizado tanto en el latifundismo de la mitad sur como en el atomizado minifundismo de amplios sectores del norte. Todo ello herencia de una revolución burguesa deficiente que no supo crear una clase de pequeños propietarios.

Por si fuera poco, este sistema electoral privilegiaba la representación del ámbito rural –el más manipulable- .. Este sistema de influencias daba lugar a un poder arbitrario e inmoral que propiciaba el enchufismo. La corrupción se convirtió así en una práctica normal en todos los ámbitos de la sociedad.

Siguiendo las palabras de Joaquín Costa, era un régimen oligárquico, caciquil, de patronazgo, corrupto e incapaz de aplicar las demandas democratizadoras de su época.

Dicho clientelismo o populismo, fueron los falsos instrumentos de la participación política de unas masas analfabetas en política...

Sin embrago, este turno ideado por Cánovas, funcionaría con regularidad hasta 1898 (los conservadores ganaron seis elecciones y cuatro los liberales). A partir de esta fecha, aunque desprestigiado, sobreviviría hasta la crisis de 1917.



Las fuerzas políticas extraparlamentarias.

El régimen de la Restauración dio estabilidad al país gracias a la alternancia de los partidos dinásticos y a la manipulación de las elecciones, pero también fue posible porque dejaron fuera del sistema a la verdadera oposición, las llamadas fuerzas extraparlamentarias.

Además del partido conservador y del partido liberal, existían en España otras tendencias políticas que aunque contaban con la misma simpatía de la mayor parte de los españoles, no podían acceder al juego político por estar fuera del bipartidismo.

Por eso se hablaba de que existía una España oficial, que representaba a los dos partidos oficiales, y una España real, formada por las fuerzas extraparlamentarias: carlistas, republicanos, regionalistas y el movimiento obrero, que cada vez iba adquiriendo mayor importancia.

  • Carlistas: forman un partido antiliberal y católico, son vencidos en 1876 y excluidos del sistema político porque seguían pretendiendo que se impusiera en España la dinastía con Carlos VII, que salió hacia Francia. En la vía política aparecerá Cándido Nocedal como partido integrista, escindido en 1888 del otro grupo, el tradicionalista de...
  • Republicanos: habían quedado fuera del sistema político al no aceptar la monarquía, y estaban divididos en radicales (Ruiz Zorrilla), institucionistas-centralistas (Salmerón)-unidos en 1903 en la Unión Republicana-, posibilistas (Castelar) y federales (Pi i Margall)-único partido unido desde 1880 hasta 1931-.
    Vinculados a la masonería y a las sociedades librepensadoras, su papel social fue mayor (casinos, prensa, escuelas, clubes, etc) que su representación parlamentaria.
  • Regionalistas o nacionalistas: suponen una reacción frente al centralismo liberal y una defensa de las peculiaridades de los pueblos. Plantearon una nueva forma de ver España: frente a la España unitaria, defendían una España diversa y multinacional pues la consideraban más acorde con la realidad social e histórica.
    El nacionalismo se concentró especialmente en Cataluña y País Vasco, regiones éstas con mayor desarrollo económico.

En Cataluña, la Renaixença supuso reconocimiento del catalán como lengua de cultura, así como una gran actividad intelectual en la historia y las artes reivindicando la particularidad catalana y las señas de identidad de la región desde mediados del s.XIX. Por otro lado, la burguesía industrial catalana se consideraba poco representada en los gobiernos centrales y reclamaban un mayor proteccionismo.

Durante la I República aparecerá la figura de Valentí Almirall con su obra Lo Catalanisme, creador del Diari Catalá en 1879 y del I Congreso Catalanista en 1880.

Posteriormente adquiere un matiz más conservador, formulándose en 1892 las Bases de Manresa donde quedan recogidos los puntos básicos del catalanismo (regionalismo federalista -propugnaba un poder catalán dentro del Estado español-, autonomía política, catalán como lengua oficial y cargos sólo para catalanes) con Prat de la Riba y la creación del 1º partido, la Lliga regionalista de Catalunya en 1901.

En el País Vasco, tras la derrota del carlismo en 1876, los fueristas se dividieron en euskaros navarros, (querían la fusión) y euskalerríacos vizcaínos, dirigidos por Sagarminaga y buscaban la autonomía.

El nacionalismo se convierte en fuerza política a raíz de la fundación en julio de 1895 del Partido Nacionalista Vasco (PNV) por SABINO ARANA (de familia carlista, ya en 1894 funda una sociedad católica muy cerrada, Euskaldun Batzokiza). Su idea era una Euzkadi republicana, teocrática e independiente. Arana propugna una ideología ultraderechista basada en mantener sus antiguos fueros, se rebela contra la industrialización del País Vasco que acarreó continuos emigrantes y amenazaba la pureza de la raza, la lengua (euskera) y las tradiciones de la sociedad vasca, frente a españoles o “maquetos”.

El regionalismo gallego se mantuvo con un tono literario y cultural hasta la creación de la Asociación regionalista Gallega en 1890, igual que el valenciano, con la aparición de Lo Rat Penat en 1878 con Llombart y Llorente. En Andalucía, el regionalismo llegaría con la Asamblea Federal de Antequera en 1883, que llegó a redactar un proyecto de constitución federal, sin mayores efectos.

  • Organizaciones obreras y campesinas: marxismo y anarquismo.- Si atendemos al ambiente burgués podemos decir que la Restauración fue una época feliz. Pero el problema social (“cuestión social”) seguía latente y las condiciones de vida del obrero no mejoraron. Esta falta de atención a los problemas sociales, junto con el desastre de 1898 (pérdida de las últimas colonias), acabaron poniendo fin a los años dorados de la Restauración.

El movimiento obrero se fue organizando, así en 1879 PABLO IGLESIAS funda el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) (legalizado por Sagasta en 1881), en 1886 nace el semanario “el Socialista” (pronto convertido en Diario), y en 1888 nace la organización sindical del partido, la Unión General de Trabajadores (UGT). Se veía necesario también elevar la cultura del obrero, para que pudiera situarse a la altura de su misión conquistadora; así se creó la Casa del Pueblo, una serie de centros culturales y recreativos para reunión de los obreros. El PSOE conseguirá su primer diputado en 1910.

El anarquismo se difundió con rapidez (introducción de las ideas del italiano G. Fanelli, discípulo de Bakunin), sobre todo entre los obreros catalanes y el campesinado andaluz, con la organización la “Mano Negra” en la década de 1880. Sus ideas eran llevadas de pueblo en pueblo por los “apóstoles de la causa”, que caminaban con el hatillo al hombro o en los vagones del ferrocarril, como entusiastas aventureros. No tenían jerarquía ni sueldos, soñadores y utópicos, creían que su doctrina era la salvación de la humanidad, pues hasta los ricos saldrían ganando. Con los años su mesianismo se fue convirtiendo en odio y sus esperanzas en acción violenta. Así fue como nació el terrorismo: bombas arrojadas contra el general Martínez Campos del cual salió ileso; atentados contra Alfonso XII en 1878-79; dos bombas arrojadas al patio de butacas del Liceo de Barcelona (hubo 16 muertos), bomba sobre la procesión del Corpus también en Barcelona o el asesinato de Cánovas en 1897. Los anarquistas simbolizaron en estos ataques a sus principales enemigos: los gobernantes, el ejército, la burguesía y la iglesia. En 1910 se crea el sindicato anarquista CNT (Confederación Nacional de Trabajadores).



EL REINADO DE ALFONSO XII (1875-85)

La monarquía cumplía en el sistema canovista una triple función:

  • la de la continuidad histórica,
  • la de garantizar del orden social, y
  • la de ser piedra angular como cabeza del ejército (“rey-soldado”), y como moderador y director de la vida política del país.



Período de monopolio conservador del poder (1876-1881).

La presidencia fue siempre de Cánovas salvo los de septiembre a diciembre de 1875, con Joaquín Jovellar; y el período de marzo a diciembre de 1879, con Martínez Campos, ambos militares y sin ideología definida.

La “dictadura canovista” se centró en la consolidación de Alfonso XII y de un sistema político centralizado y de orden. Para ello, dejó la política educativa al ministro Osorio que además de adoctrinar, despojaría de sus cátedras a doctores Krausistas como Giner de los Ríos, quien junto a otros fundarán la Institución Libre de Enseñanza en 1876.

Llevó a cabo un recorte de libertades (expresión, imprenta -1879-, reunión -1880-,etc) además de la censura en la prensa, y su ley electoral de 1878 con la vuelta al sufragio censitario marcaba el carácter selectivo del sistema (solo 1 de cada 6 hombres mayores de 25 años votaba...).

En esta etapa se cerrarían dos conflictos heredados del Sexenio:

  • el carlista: con la derrota de Carlos VII, y la Ley de 21 de julio de 1876 que abolía los fueros de las vascongadas, surgiría posteriormente la vía política del nacionalismo vasco a partir de los años 90...
  • el cubano: con la Paz de Zanjón (1878), y más de 100000 muertos acababa el conflicto, pero seguía sin aceptar a Cuba el status de provincia...por lo que el problema volvería a estallar en 1895...

A nivel interior, el progresivo desfase entre ambas Españas y su creciente confrontación desencadenarán una conflictividad sociopolítica (formación del PSOE -Partido Socialista Obrero Español- en 1879, fundado por Pablo Iglesias), cada vez más activa.

En política exterior, tuvo contactos con la alemania bismarckiana (diciembre de 1877) pero con escasos resultados..



La consolidación del sistema (1881-1885).

En esta última etapa alfonsina, accedieron al gobierno los liberales, por primera vez en la historia de España, sin necesidad de recurrir por ello a la fuerza.

Se inauguró de este modo el “turno pacífico” entre los dos partidos, un turno que no respondía a una división real de los españoles, sino a un acuerdo entre la minoría dirigente, que mantenía la ficción de democracia por medio de ese amañamiento de las elecciones en favor del Gobierno.

La llegada de Sagasta (feb.1881-oct.1883) supuso la puesta en práctica de derechos y libertades, siguiendo líneas de actuación como:

  • con la Ley de reclutamiento y reemplazo de 1883, se modernizó el ejército y la marina,
  • se apoyó una política librecambista, que fue atacada por proteccionistas catalanes y vascos, y mejoró el papel de la peseta, tras su depreciación,
  • se reorganizaron las finanzas de diputaciones y ayuntamientos,
  • una nueva Ley de imprenta en 1883, levantó la censura y favoreció la libertad de expresión,
  • se recuperaron cátedras por krausistas, pero no se redujo la presencia de la iglesia en el sistema educativo,

El gobierno de Sagasta termina con un enfrentamiento diplomático con Francia y una sublevación militar republicana, fuertemente reprimida.



El rey le entregará el poder a José Posada (oct.1883-ene.1884) de la “Izquierda Dinástica”, hasta la nueva llegada de Cánovas (hasta nov. 1885), que sufrirá el conflicto diplomático con Alemania por las islas Carolinas, una epidemia de cólera y una crítica situación social.

Aún así, con Alfonso XII concluyó la tercera guerra carlista (1872-1876) y la paz interior que reinó en la península permitió un avance económico considerable en el proceso de su incorporación al ritmo europeo. La Restauración significa ambiente alegre, zarzuela, corridas de toros y verbenas con organillos y mantones de Manila. Significa también tranvías, teléfonos y luz eléctrica, siendo la época dorada de la burguesía española. Este ambiente de estabilidad o Belle Epoque, será exclusivo de España, ya que en Europa comenzará el imperialismo y la “paz Armada”.



LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA DE HABSBURGO-LORENA (1885-1902).

El turno pacífico superó la muerte de Alfonso XII el 25 de noviembre de 1885, situación delicada (la continua amenaza del levantamiento de carlistas y republicanos, por la ebullición social, los problemas económicos, el surgimiento del nacionalismo) ahora favorecida por el hecho de quedar en el poder una mujer, María Cristina de Habsburgo-Lorena.

Ante el temor de la vuelta de Isabel II, se produjo el acuerdo de Canovas y Sagasta para mantener el sistema (el Pacto del Pardo) además del nacimiento de Alfonso XIII, hijo póstumo del monarca fallecido, en mayo de 1886, que permitieron superar la situación.



El “gobierno largo” de Sagasta (nov. 1885-jul.1890).

Este gobierno de Sagasta fue el de mayor duración de la Restauración, y llevó un amplio programa de reformas como:

1º) la obtención de la Ley de Asociaciones, autorizando los sindicatos obreros en 1887, además del intento de reforma del ejército por el ministro Cassola, que tuvo que dimitir.

2º) la ley del jurado de 1888, que favoreció la libertad de prensa;

3º) la constitución de una central sindical obrera, UGT, y el Código civil, ambos en 1889

4º) la ley del sufragio universal masculino (1890) que permitía a los trabajadores actuar con sentido electoral (sin embargo continuo el fraude).

Durante la Regencia, el Partido Conservador se amplió por la derecha con la adhesión de los hombres de Alejandro Pidal, que por medio de la Unión Católica, consiguió la atracción de elementos carlistas hacia la monarquía alfonsina. Como contrapartida, el sector más moderado del republicanismo, (los “posibilistas” que acaudillaba Castelar) prestó su apoyo al Partido Liberal.

Cataluña (asentada en la industria textil), País Vasco (en la siderurgia) y Asturias (en la minería) alcanzaron un alto desarrollo industrial con un espectro social dinámico integrado por burguesía y proletariado.

A lo largo del período surgieron brotes de anarquismo andaluz, como medio de protestar contra un régimen social intolerable (motivado por las crisis agrícolas y ante el reparto de la propiedad de la tierra).

Con mayor violencia y con preparación más inteligente estalló el anarquismo catalán, en Barcelona, que hizo mella tanto en figuras políticas (asesinato de Cánovas), como en la población civil con la explosión de bombas.



La crisis de fin de siglo (1890-1898)

Sagasta tuvo que dejar el poder por las divisiones internas de su partido.

En esta década siguió el turno: Cánovas de jul. 1890 a dic. de 1892, Sagasta mar. 1895, Cánovas, ago. 1897 que muere en un atentado y le sustituye el militar conservador Marcelo Azcárraga hasta octubre, y por último Sagasta hasta marzo de 1889.

El fracaso de la Restauración consistió en la no admisión de otras tendencias, como los nacionalistas o los socialistas, es decir, de una 3ª vía, en el juego político.

En el partido conservador, que fue respetando las reformas liberales, hubo también discrepancias entre Romero Robledo y Francico Silvela. Este último introduciría las idea de “regeneración” de la vida política española.

La relativa estabilidad de los partidos turnantes se vio interrumpida por las guerras de Ultramar. El arancel de 1891 y la Ley de 1882 habían protegido el mercado antillano de los productos foráneos, pero comenzó a abrirse el debate sobre el librecambismo.



GUERRA COLONIAL Y CRISIS DE 1898

Cuba era junto con Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam, el único resto del Imperio que le quedaba a España después de los movimientos de independencia de principios de siglo en el continente americano. De estas pequeñas colonias la más importante era Cuba, auténtica joya de la corona, con cuyo aprovechamiento intensivo se intentó compensar las pérdidas suscitadas por la desaparición del Imperio. A lo largo del siglo se fueron estrechando los lazos económicos y sociales entre la isla y la metrópoli, alcanzando Cuba su período de máxima prosperidad en los años de la Restauración, auge no empañado por el estallido de los conflictos a que se ha hecho mención en líneas anteriores.

Si bien la Paz de Zanjón (1878) no había solucionado los problemas cubanos, entre su firma y el estallido de “la guerra del 95”, la isla pasó por una de las etapas más fecundas de su historia colonial. Se asistió a una transformación social y económica, unida a un creciente desarrollo de una clase intelectual y a la reactivación de la vida política.

Sin embargo, el creciente peso de los Estados Unidos en la vida económica cubana, unido a la incapacidad de las Cortes españolas para aceptar necesarias reformas en las relaciones entre la isla y la metrópoli que permitiesen afianzar la presencia española en Cuba (tras el asesinato de Cánovas, Sagasta comienza una serie de reformas para conseguir su autonomía, pero llegarán tarde...) terminarán llevando a un divorcio cada vez mayor y finalmente al desastre.

El inspirador del movimiento emancipador cubano fue José Martí, nacido en La Habana de padres españoles. Su partido político, el Partido Revolucionario Cubano (PRC) proporcionó la base ideológica al movimiento y Antonio Maceo se convirtió en el cabecilla militar de un movimiento que tuvo su base principal entre el campesinado de la parte oriental de la isla. Otros conocidos líderes independentistas serían Máximo Gómez y Calixto García. El 24 de febrero de 1895, “el grito de Baire” marcó el inicio de la segunda y definitiva guerra de la independencia cubana.

La primera etapa fue de una fuerte eclosión independentista, hasta la muerte de José Martí, el 19 de mayo de 1895.

Martínez Campos, el vencedor de la anterior contienda, fue enviado de nuevo a Cuba, encontrándose con una situación mucho más complicada que la vez anterior, con un movimiento independentista fuerte y organizado.

Fracasados los intentos negociadores y también sus intentos de dar una solución militar, pese a los importantes refuerzos recibidos desde la Península, el general fue sustituido en 1896 por Valeriano Weyler, quien llegó acompañado de la aureola de ser el general más eficaz del ejército español. La metrópoli no escatimó esfuerzos en la contienda. Es famosa la frase de Cánovas: "Hasta el último hombre y la última peseta". Sin embargo, los casi 250.000 soldados que llegaron a Cuba no participaron en una guerra convencional sino en una de las primeras guerras de guerrillas coloniales. La victoria final con que se contaba en la metrópoli se hacía esperar, la guerra se endurecía, sus repercusiones económicas y sociales se hacían más evidentes y la opinión empezó a impacientarse.

El asesinato de Cánovas en 1897 provocó un cambio político que tuvo su repercusión en el conflicto cubano. Sagasta sustituyó a Weyler por el general Blanco y promulgó la vieja ley de autonomía, pero ésta era ya insuficiente. La independencia era el objetivo final e irrenunciable de los nacionalistas cubanos.

En este contexto, la presencia al frente de los Estados Unidos desde hacía unos meses de un nuevo Presidente, el republicano MacKinley, significó un importante paso hacia adelante en la política de intervención que desde hacía tiempo los norteamericanos habían mantenido en el conflicto cubano. La actitud de Sherman desde la Secretaría de Estado y la campaña de prensa encabezada por los poderosos grupos Pulitzer y Hearst fueron preparando el terreno en la opinión pública norteamericana (Junta cubana estadounidense, y la Liga cubana, por cubanos residentes en EEUU) para el estallido de la guerra. Anteriormente, España rechazó un intento de compra estadounidense por Woodford.

El misterioso asunto de la voladura del buque de guerra o acorazado norteamericano Maine en el puerto de La Habana en febrero de 1898 (266 víctimas), hizo casi inevitable la guerra. El 20 de abril un ultimátum de los Estados Unidos exigía a España la renuncia a su soberanía sobre Cuba en el plazo de tres días.

La guerra hispano-norteamericana, a la que se opusieron republicanos, anarquistas, carlistas, socialistas y sectores populares, tuvo un rápido desenlace debido a la desigualdad de las fuerzas en conflicto.

En Filipinas, donde se había extendido las ideas de la “Liga Filipina” de José Rizal (desde 1893), la escuadra del almirante Montojo fue destrozada por la flota del comodoro Dewey y pronto cayeron Cavite y Manila, generalizándose en el interior el movimiento independentista dirigido por Aguinaldo.

En Cuba, la derrota de la escuadra al mando del almirante Cervera hizo inútil cualquier intento de resistencia en tierra y llevó a una rápida petición de paz por parte española.

Por la Paz de París, firmada el 10 de diciembre de 1898 España perdía Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los últimos restos del imperio ultramarino (la compensación norteamericana de 20 millones de dólares, nunca llegó..).

En febrero de 1899, España entregó al imperio alemán las islas Carolinas, Marianas y Palaos, a cambio de 25 millones de dólares.

El desastre del 98 fue la gota que hizo colmar el vaso, el jalón definitivo en lo que Jover ha denominado el desarme moral del sistema. La crisis política pudo ser superada de momento, pero el conjunto de valores que sustentaba el entramado ideológico de la Restauración sufrió un importante golpe. En la revisión crítica que se estaba produciendo en diversos sectores minoritarios dentro y fuera del régimen, el desastre colonial actuó como catalizador, ampliando las repercusiones y manifestaciones de estas reflexiones. Estos hechos se produjeron, por otra parte, en el marco más amplio de otra serie de noventa y ochos que afectaron a diversos países del suroeste de Europa. La crisis italiana en Abisinia, el Ultimátum británico a Portugal, el Fachoda francés, son otros tantos ejemplos de crisis coloniales acompañadas de repercusiones políticas, sociales, morales en la Europa latina del fin de siglo.

España inició el siglo XX conmocionada por el desastre de 1898, se confirmó que había dejado de ser una potencia colonial, y en el interior se comprobó el desfase entre la España “oficial” y la España “real”, era necesario regenerar el sistema político, económico y social, vigente desde la restauración alfonsina.

Con este “Regeneracionismo”, intelectuales como L. Mellada y Joaquín Costa (“Despensa, escuela y siete llaves a la sepultura del Cid”) o escritores de la “Generación del 98” (Unamuno, Valle Inclán, A.Machado, Ramiro de Maetzu, Azorín o Baroja) buscaban la dignificación de la política, la modernización social y la superación del atraso cultural.

El gobierno en marzo de 1899 dirigido por F. Silvela y el general Polavieja como ministro de la Guerra acabó fracasando en el intento porque lo hicieron manteniendo el sistema restaurador.

Durante los últimos años de la Regencia, siguió vigente el sistema de turnos, ahora entre Francisco Silvela (sucesor de Cánovas) o Antonio Maura y Canalejas (sucesor de Sagasta, que fallece en 1903) Moret, Alba o el Conde de Romanones.

Sin embargo, el sistema de turnos estaba agotado, al no renovarse ante la evolución de la sociedad española.





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